XANDRA ROMERO
SALUD

¿Qué es el hambre emocional?

Aveces comemos porque es fin de semana o porque «me lo merezco, me lo he ganado» y en otras ocasiones para pasar el rato o «para que se me pase la tristeza»… Si te suena alguna de estas sensaciones, debes saber que no responden a hambre por necesidad fisiológica si no a hambre emocional.

Pero, ¿qué significa comer emocionalmente? Pues que comemos porque estamos tristes, cansados, estresados o nos sentimos solos. O tal vez utilicemos la comida como recompensa. La comida puede ser un tranquilizante y distraernos de lo que realmente nos molesta.

Eventos importantes en la vida pueden causar emociones que nos llevan a comer más, aunque también pueden hacerlo las pequeñas complicaciones, como por ejemplo llegar tarde al trabajo.

En ocasiones, las personas que sufren este tipo de hambre sienten que cuando empiezan a comer no pueden parar y usualmente les resulta complicado saciarse con facilidad. Esto puede ser porque acaban gestionando esa ansiedad o depresión comiendo. Puede parecer que no es un problema serio; no obstante, según el Instituto Nacional de Salud Mental, los trastornos de ansiedad son la enfermedad mental más común en los Estados Unidos.

Para solucionarlo, existen varias estrategias a nivel de reestructuración del comportamiento alimentario y, aunque el tratamiento debe ser básicamente psicológico, existe evidencia de cómo la propia dieta también puede tener una implicación positiva en el tratamiento de esta situación. De hecho, existe cierta evidencia científica sobre la psico-nutrición que investiga estas relaciones.

Así, por ejemplo, los hidratos de carbono complejos (granos enteros, verduras y frutas) son metabolizados más lentamente y, por lo tanto, ayudan a mantener un nivel de azúcar en sangre más uniforme, lo que crea una sensación de mayor tranquilidad.

Los alimentos naturalmente ricos en magnesio como las espinacas y las acelgas o legumbres, frutos secos, semillas y granos enteros parece que pueden ayudar a una persona a sentirse más tranquilo. También los alimentos ricos en zinc, como las ostras, anacardos, hígado, carne de vacuno y yemas de huevo se han relacionado con una disminución de la ansiedad.

Otros alimentos, incluidos los peces grasos como el salmón salvaje de Alaska, contienen ácidos grasos omega-3. Un estudio realizado en estudiantes de medicina en 2011 fue uno de los primeros en mostrar que los omega-3 puede ayudar a reducir la ansiedad. Los ácidos grasos omega-3 también se han relacionado anteriormente con la mejora de la depresión.

Un estudio reciente en la revista “Psychiatry Research” sugiere un vínculo entre los alimentos probióticos como encurtidos, chucrut, y el kéfir y una disminución de la ansiedad social.

Asimismo, se ha relacionado la ansiedad con un estado antioxidante disminuido, por lo que el aumento de alimentos antioxidantes puede producir ciertas mejoras. Los alimentos designados como de alto contenido de antioxidantes por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos en un estudio del 2010 incluyen: alubias, manzanas, ciruelas, cerezas, moras, fresas, arándanos, frambuesas, nueces, alcachofas, la col rizada, espinacas, remolacha, brócoli y especias como la cúrcuma y el jengibre.