Janina Pérez Arias
Interview
Cynthia Nixon

«Emily Dickinson es un icono del feminismo y personalmente pienso que es la más grande poeta de EEUU. Que no se vea así en mi país es debido a que era mujer».

Suma casi cuatro décadas de carrera artística, pero todo el mundo le conoce como Miranda, la de “Sexo en Nueva York”. A esta madre de tres hijos también le queda tiempo para luchar por causas diversas, desde el cáncer de mama hasta las escuelas públicas. En “Historia de una pasión” –que en Euskal Herria se ha estrenado este fin de semana– encarna a la poetisa Emily Dickinson, y por varias horas logramos olvidarnos de aquella moderna mujer –la que es, y la que encarnó en la mítica serie televisiva–, para adentrarnos en la vida de la poetisa estadounidense del siglo XIX.

Cynthia Nixon (Nueva York, 1966) desprende una sorprendente calma. Sonriente atraviesa el mar de gente que abarrota el lugar donde se lleva a cabo esta entrevista, un espacio parapeteado en el Grand Hyatt Hotel de Berlín durante el Festival Internacional de Cine que se celebra en la capital alemana.

Es invierno. A la intérprete neoyorkina eso parece tenerle sin cuidado, porque lleva un vestido veraniego que parece como cosido a su cuerpo esbelto, de piel traslúcida salpicada por lunares que muy bien podrían haber sido dibujados con un fino pincel. La actriz sonríe mientras se acerca encumbrada en unos tacones de vértigo. Las miradas son todas para ella, mientras la gente murmura su nombre, o el de la ficción «Miranda», por el cual es muy pero que muy famosa.

Curiosamente no se presenta como esas estrellas de Hollywood de blanquísima dentadura que te saludan como si fueras el vecino de toda la vida. Sin embargo, la Miranda de “Sexo en Nueva York” muestra una calidez carente de toda superficialidad. Porque ahora quiere y está más dispuesta a hacer cine, la conversación discurre a propósito de una de sus más recientes películas, “Historia de una pasión”, dirigida por Terence Davies, pero tanto el destino, como ella misma propician que saciemos nuestra curiosidad con otros asuntos.

A usted se le conoce más por su trabajo en televisión que en cine, ¿a qué se debe que se haya concentrado más en la televisión?

Yo comencé a actuar a los 12 años. Como iba a la escuela, los primeros diez años de mi carrera el trabajo siempre estuvo restringido a las vacaciones de verano, y a la ciudad donde crecí, que es Nueva York. Me di cuenta de que prácticamente podía quedarme en la ciudad y trabajar allí, lo cual hizo más fácil que me inclinase hacia el trabajo en televisión. Cuando llegó “Sex and the City” (“Sexo en Nueva York”, desde 1998 a 2004) me presenté a las audiciones para la serie precisamente porque se desarrollaba en Nueva York. Puedo decir que, en mi carrera, mi propósito principal ha sido siempre trabajar lo más cerca de casa posible; antes porque era estudiante y ahora porque tengo hijos.

Tiene una amplia trayectoria. Sin embargo, se le conoce como Miranda, la de «Sexo en Nueva York»…

En el momento en el que trabajé en “Sexo en Nueva York” tenía 30 años y contaba con veinte de carrera. Fue un capítulo muy pero que muy importante en mi vida profesional, y me alegré mucho de que yo fuera un descubrimiento para la gente que no me conocía.

Sobre «Sexo en Nueva York» usted ha realizado unas declaraciones bastante polémicas, afirmando que todo lo que se vio en la serie era cierto…

Sí (se ríe).

¿Podría ahondar un poco más?

Lo que dije fue que a pesar de que a veces sucedieron cosas fantásticas en la serie, cosas que parecían increíbles y hasta irreales, entre los siete u ocho escritores que se encargaban de “Sexo en Nueva York” había una regla que rezaba: cada línea de la trama, cada situación, tenía que haberle ocurrido a alguno de ellos o a alguien que conocían personalmente, y a quien podían llamar por teléfono para preguntarle más detalles. Aunque las historias parecieran una locura, siempre estaban basadas en algo que realmente sucedió y además se podía verificar.

¿Incluyendo el sexo?

Bueno, solamente puedo hablar por mí (risas).

Usted empezó muy joven en la interpretación. ¿Cómo ve la evolución de su profesión?

Comencé en el 79, y todo en aquella época estaba como en la mitad. Existían solamente tres cadenas de televisión, y algunas de las películas que se hacían eran caras, otras menos; sin embargo, todo parecía como estar en el medio. Ahora te puedes volver loca con esas cifras astronómicas invertidas en filmes que, a su vez, pueden generar aún más dinero. Entonces cuando ves una película como “Tangerine” (Sean Baker, 2015), que se hizo con iphones, también te quedas sorprendida. Mi percepción es que actualmente el nivel más costoso es aún mucho más alto, y los bajos son más baratos aún; lo que ha habido entonces es una democratización. Mucha gente en el negocio está pendiente de las posibilidades de hacer más y más dinero; pero, por otra parte, pienso que para los cineastas jóvenes hoy en día es más fácil hacer su trabajo y darlo a conocer sin necesidad de alimentar el sistema, con la posibilidad de obtener un poco de dinero por otras vías. Si ellos tienen una visión, el público lo notará y periodistas como tú podrán escribir de eso, lo cual es muy importante.

Además de su trabajo como actriz, y de ser madre de tres niños, es muy activa en temas políticos y sociales. ¿En qué momento de su vida decidió ser activista?

Es algo que me gusta hacer. Mis padres fueron políticamente activos en los años 60 y 70. Mi padre se mudó a Nueva York desde Texas con la idea de ser periodista y de hecho lo fue durante un tiempo. Sin embargo, todavía pienso que lo que le motivó para irse a Nueva York fue el Movimiento por los Derechos Civiles de los Negros, del cual quería formar parte (sonríe). Mi padre no compartía la opinión de muchos blancos que vivían a su alrededor en Texas, y quería pertenecer a ese movimiento, o al menos hacer reportajes sobre el mismo. Tanto mi madre como mi padre estuvieron en contra de la Guerra de Vietnam, y cosas por el estilo. De manera que yo ya a los 13 años había participado en algunas actividades de la NARAL (National Abortion Rights Action League).

Se le ha visto al frente tanto de una campaña de concienciación del cáncer de mama –enfermedad de la cual es una superviviente–, como en favor del matrimonio gay, pero también ha emprendido una lucha a favor de las escuelas públicas. ¿Por qué se ha involucrado en ese asunto?

Cuando mi hijo mayor entró a la escuela primaria comencé a implicarme en esa lucha. Crecí en Nueva York, y asistí allí a la escuela pública, donde obtuve una maravillosa educación. Para mí constituye uno de los temas más importantes de nuestro tiempo. Pienso que las escuelas públicas no son perfectas, que tienen mucho que mejorar, particularmente en los barrios más pobres, pero lo primero que tenemos que hacer es asegurarnos de que todas las escuelas públicas estén financiadas por igual, y no que los distritos más ricos estén mejor suministrados en detrimento de los menos pudientes. Existe un movimiento en contra del sistema público de enseñanza, el cual sostiene que las escuelas públicas no funcionan y que por eso debemos deshacernos de ellas. ¡Nada podría estar más lejos de la verdad! Ese movimiento lo que hace es contribuir a agravar aún más la situación y no a buscar soluciones.

En cuanto a las uniones gays, hace unos años fue protagonista de un escándalo al afirmar que usted no necesitaba ser lesbiana para amar a una mujer…

Sí, es cierto.

Después de aquel ir y venir de declaraciones, ¿aún mantiene su postura?

Eso no fue exactamente lo que dije, pero en esa frase está la esencia de mi opinión. Sé que decepcioné a mucha gente y lo lamento, sinceramente esa no fue mi intención. Lo que afirmé fue que podría amar a un hombre como también a una mujer, y el hecho de que pueda elegir entre los dos sexos no le resta valor a mi decisión. Entiendo que para mucha gente esa no es la decisión, y de ninguna manera digo que lo sea; es más, nunca lo diría. Desde la posición de negociación política, hemos estado diciendo desde hace mucho tiempo que nos tienen que dar nuestros derechos porque no se trata de una opción, sino de una decisión. ¿Significa entonces que no tengo derecho pleno a mis derechos? Absolutamente no.

¿Ha tenido un impacto en su carrera el haberse casado con una mujer?

Me siento muy afortunada de haberme enamorado de una mujer a la edad que tenía en aquel momento (tenía 38 años cuando conoció a su esposa, Christine Marinoni). A algunas personas se le hace difícil entenderlo, tal vez más a los hombres. Es fantástico lo que me ha pasado, y esto es extensivo a otras parejas alrededor del mundo. También es extraordinario cuando tienes un gobierno que apoya el matrimonio gay, y más cuando piensas de qué manera los gays han sido demonizados durante tanto tiempo.

Usted cumplió recientemente 50 años, ¿cómo se siente?

(Sonríe) Recuerdo que cuando era niña y unos amigos de mis padres cumplieron 50 años me parecía que eran bastante viejos (risas). Pero para mí es una buena cifra redonda. Mi esposa se pasó todo el rato preguntándome: ¿Cómo lo quieres celebrar?, ¿qué quieres hacer? Así que lo que hicimos fue lo mismo que cuando cumplí 40: una fiesta.

Interpretar a un icono. En 37 años de trayectoria profesional, Cynthia Nixon ha pisado con fuerza los escenarios de Broadway, también las tablas de varios teatros como actriz de distintos grupos, y su rostro se ha hecho familiar gracias a la televisión. Ahora cada vez más se le está viendo en la pantalla grande, asumiendo papeles que hacen que nos olvidemos por varias horas de aquella Miranda adicta al trabajo que encarnaba en “Sexo en Nueva York”.

En “A quiet Passion” (Historia de una pasión), dirigida por el veterano realizador inglés Terence Davies –un gran explorador de los personajes femeninos–, Nixon encarna a la escritora Emily Dickinson. Un papel que le hizo releer los poemas que desde siempre ha adorado, pero también muchas biografías sobre esta prolífica poetisa que vivió entre 1830 y 1886 y que se convirtió tras su muerte en una referencia literaria.

¿Cómo se enfrentó a un personaje tan especial como el de Emily Dickinson?

Siendo niña empecé a amar la poesía de Emily Dickinson, y aún me encanta. Pienso que es un trabajo excepcional; ella es una poetisa interesante, pero también una persona compleja. No tan a menudo se tiene la oportunidad de interpretar un personaje que posee tantos yo dentro de ella; es que en ella hay una persona muy tímida, como una desafiante, también una increíblemente esperanzadora y amorosa, ansiosa de conectar con los demás, pero al mismo tiempo también se encuentra una mujer muy amargada, a veces hasta cruel. Por eso digo que dentro de Emily hay una gama de personas.

Emily es como un acertijo. ¿Cree usted que logró descifrarlo?

No lo creo. Es que hay tantísimo que mostrar sobre ella… Sin embargo, creo que en esta película logramos mostrar una buena parte, aunque no todo.

También fue una rebelde para su tiempo. Al ver su propia vida, su activismo, su fuerza y la vida de Emily, ¿siente que hay alguna conexión?

No creo que Emily Dickinson se hubiera definido a sí misma como una feminista, aunque sí creo que estaba muy interesada en el género, en la igualdad de las mujeres, me atrevo a decir que sentía que la desigualdad era errónea. También creo que no era una persona dada a volcarse en movimientos políticos, ya que para ella todo giraba y se concentraba en la esfera personal, tanto que no entraba en «ismos». Si me comparo con ella, yo tengo más fe en los movimientos políticos, pero también yo soy una persona que está más expuesta al mundo exterior, al contrario de Emily. Pienso que lo más extraordinario de su voz es que era propia, puramente suya.

¿Piensa que Emily Dickinson es un icono feminista?

Sí lo creo, pero también pienso que todas estamos en esa misma lucha, ¿no? Emily es un icono del feminismo y al mismo tiempo es una poetisa de todos los tiempos, y personalmente pienso que es la más grande en Estados Unidos. Y el hecho de que el poeta más importante de mi país sea una mujer no se ve como tal debido precisamente al género.

Se ha especulado sobre la orientación sexual de Emily Dickinson. ¿Qué opinión tiene?

Es una buena pregunta si era lesbiana. Aunque pienso que aún mejor es preguntarse si alguno de esos romances tan apasionados que tuvo fue físico. No lo sé. Si tengo que dar mi opinión, la cual no sería definitiva, podría decir que ella se enamoró tanto de hombres como de mujeres, y que esos enamoramientos fueron tan apasionados como dolorosos, sobre todo las rupturas. Creo que estaba muy enamorada de su cuñada (Susan Huntington Gilbert), y que se sintió traicionada por ella (reflexiona). Si tuviera que definirla, diría que fue bisexual. Era una mujer de pasiones, y eso precisamente se palpa en la película. Más que orientarse de acuerdo al género, Emily ansiaba sobre todo entablar conexiones.

Desde los tiempos de Emily Dickinson, la situación de la mujer ha cambiado. Sin embargo, el año pasado se empezó a hablar mucho de la situación de la mujer en Hollywood. ¿Qué opinión le merece esa polémica?

Puedes hablar sobre premios y sobre salarios, eso es importante. Pero para mí esa discusión no constituye el tema principal. En el caso de las mujeres lo más importante es que haya historias. Tal como dijo la actriz Viola Davis: «No puedo ganar un premio si no me dan un personaje, si ese rol no existe». De manera que creo que es beneficioso que la audiencia se entere de las experiencias de gente que está infrarrepresentada, incluyendo a las mujeres, pero también porque los grandes actores surgen gracias a los personajes que interpretan. Si continuamos contando historias de mujeres en cualquier edad, emergerán actrices que nos mostrarán cosas que no hemos visto nunca, más allá de la mera belleza física.

¿Es consciente de que también a usted se le considera un icono?

¡Gracias! (se ríe). Tal vez con menos longevidad que Emily Dickinson.