Miren Sáenz
HABLAMOS DEL TIEMPO

¿Tendremos verano?

Oficialmente el verano ya está aquí, otra cosa es que la estación coincida con lo que se espera de ella. Será caluroso o fresco, seco o lluvioso... Se lo preguntamos a una científica que sabe mucho del tiempo y, con reservas, cree que podría ser normal; al pastor del Gorbea, que lo pinta muy feo; y al vaticinador de esta casa que confía en el sol.

El pasado jueves entramos oficialmente en verano, la estación de los días largos y las noches cortas. Entre avisos de alertas amarillas y naranjas por abundantes lluvias, la primavera se ha escapado sin esos atardeceres interminables rematados de azul intenso que por aquí casi no hemos visto. En su lugar, se han impuesto los días frescos y grises en el inicio oficial de la temporada de playas, el 1 de junio, que prácticamente solo han aprovechado los surfistas, los cada vez más aficionados a darse un baño diario en cualquier época del año y aquellos que tienen tiempo libre y no desaprovechan la ocasión en cuanto asoma un rayo de sol.

Quizás por esos antecedentes, han aumentado las incógnitas sobre el tiempo que hará desde finales de junio a mediados de setiembre, un asunto abonado a distintas posibilidades. La meteorología, esa ciencia que estudia el estado del tiempo, los fenómenos de la atmósfera y las leyes que lo rigen, no es una ciencia exacta y, a la hora de establecer previsiones, se arriesga a la equivocación como han comprobado los que se dedican a ello de forma profesional o aficionada. Ni siquiera el predictor más prestigioso, alguien capaz de manejar estadísticas y mapas mirando al pasado y al presente, puede acertar al cien por cien los pronósticos del futuro a medio o largo plazo.

Tras un invierno «de los de antes» y una primavera similar, la duda está en si el verano mantendrá esta trayectoria húmeda, gris e incluso fresca que ha reinado en el territorio desde hace meses o realmente habrá cambio de dinámica para recuperar esa estación que, en el hemisferio norte, significa luz, sol y calor. En definitiva ¿tendremos verano? La pregunta no parece tan descabellada teniendo en cuenta la existencia de años sin él. Lo confirma Margarita Martín, la responsable de la estación meteorológica del monte Igeldo donde se recopilan datos de forma consecutiva desde 1928, aunque el observatorio naciera en 1905.

«En 1936 no hubo verano, tampoco en 1977», observa la delegada de AEMET en la Comunidad Autónoma Vasca tras consultar los archivos y reparar en una curiosidad: los 41 años que separan esas dos fechas son los mismos 41 que hay entre 1977 y el actual 2018. Ya se sabe que el año en el que nos encontramos es el tercero más lluvioso desde que se tiene constancia, 1928, tras los datos obtenidos de enero a mayo. Solo le superan 1959 y 1978, en los que en los primeros cinco meses todavía cayó más agua. Más recientemente, los que tengan memoria para estas cosas quizás recordarán que el de 2008 fue un verano muy irregular y el de 2011 lo arregló agosto porque en julio llovió todos los días menos los cuatro últimos.

Desde el Observatorio de Igeldo. Margarita Martín, que lleva dieciséis años al frente del Observatorio de Igeldo, insiste en que no se puede predecir si tendremos verano: «Es imposible». A continuación, lo intenta mirando atrás, averiguando que ocurrió otros años, o consultando el servicio meteorológico de Estados Unidos, la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), pero advierte que el modelo americano, basado en estadísticas, tampoco es la panacea, aunque sea el más fiable para la costa porque tiene muy en cuenta los datos marítimos.

Martín sigue buscando pistas y consulta los centros europeos para concluir que «los servicios meteorológicos cada vez se resisten más a dar pronósticos porque no aciertan». En realidad, sí que dan un promedio de temperatura o incluso de precipitación de tres meses –en este caso julio, agosto y setiembre–, pero resulta que, al hacer la media entre los tres, no hay manera de saber si hará bueno o malo o incluso si los días serán secos o lluviosos, porque pueden ser áridos los dos primeros meses y en el tercero sufrir inundaciones, por lo que la media trimestral, tratándose de Euskal Herria, daría para calificarla de normal.

La responsable de AEMET en la CAV confirma con datos que la primera parte del mes de junio ha sido anómala a nivel de precipitaciones. «Hay observatorios que todos los días han registrado lluvia. Eso no es normal e incluso las temperaturas tampoco lo han sido, porque las mínimas son altas, pero las máximas bajas. En junio, la NOAA sí ha acertado», responde.

No obstante, también descubre que, en estos lares, los veranos muy lluviosos no han sucedido a inviernos y primaveras pasadas por agua. Por tanto, si seguimos la estadística, no se espera un verano seco pero sí rozando lo normal tanto de temperatura –media de 18,7 para los tres meses– como de precipitación –en la costa guipuzcoana o la vizcaína, sin ir más lejos, una media de 328 litros–. «El modelo americano va por ahí y, desde luego, no apunta a un verano frío, sino a un régimen normal de temperaturas», asegura.

Esta licenciada en Ciencias Físicas, que durante la carrera también estudió Física de la Atmósfera, coincide con la creencia generalizada de que las alteraciones incomodan cuando hace frío y tiene que hacer calor, o viceversa, pues se originan más problemas que beneficios. En realidad, se trata de anomalías, como las altas temperaturas registradas en el norte de Europa durante la primavera. «Todo tiene un ciclo de vida que está acomodado a unos promedios del clima, pero no hay mal que cien años dure», sentencia.

Los nuevos tiempos del tiempo. La información meteorológica, antes limitada a los centros especializados o al pequeño espacio diario que le dedicaban los medios de comunicación, ha adquirido otra dimensión. La televisión, que siempre incluyó su particular pronóstico, ha terminado sacándole partido consciente de que el tiempo interesa. A Margarita Martín no le gusta que «en algunas cadenas, no en todas, se haya convertido en un espectáculo para captar cuota de pantalla. La información pasa a segundo plano, quedando como protagonistas el presentador o la presentadora. Unas me gustan, y en otras me parece una exhibición de arte dramático», confiesa.

Internet ha contribuido a multiplicar los pronósticos y ha aumentado el número de seguidores potenciales que pueden consultar constantemente en su teléfono móvil el pronóstico del tiempo en cualquier lugar del planeta. Pero para la meteoróloga, esto apenas tienen fiabilidad: «Es un programa de máquina; calcula la situación meteorológica y, a continuación, lo traduce en soles, nubes, termómetros en rojo o en azul. Es un producto de marketing, no un producto científico. No hay ningún modelo meteorológico que sea capaz de resolver ni el espacio ni en el tiempo; es decir, entre Oiartzun e Irun o entre las 11 y las 12 horas. Son entretenimientos».

Y es que la red de redes lo abarca absolutamente todo y los mapas de isobaras no iban a ser la excepción. «No estábamos acostumbrados a que la meteorología fuese una información tan importante. Pero, al mismo tiempo, también tienes detractores, todo sube con las redes sociales. A la meteorología le cuesta asumir las críticas, con la mentalidad científica tienes tendencia a creer que no te puedes equivocar», concluye Martín.

El verano tristón del pastor del Gorbea. El que tampoco nunca mira el tiempo en su teléfono móvil es Julián Ajuarigerra, el mismo que hace unas cuantas semanas pronosticó un verano «fatal» desde los micrófonos de “Radio Nervión” y sus palabras dieron la vuelta a Euskal Herria en cuestión de horas. Las previsiones del pastor del Gorbea llevan décadas moviéndose entre la tradición y la devoción. Si en la época de Jacinto Sagarna, el anterior pastor del Gorbea, traspasaban las fronteras provinciales, a su sucesor las redes sociales le han dado un plus inesperado. Se ríe Ajuarigerra ante esa fama repentina que multiplica su imagen o su voz a través del whatsapp y eso que el pastor del Gorbea asegura prescindir de Internet.

Se fía más de lo que ve y Ajuriagerra ve un verano más de paraguas que de piscina, al que directamente califica de «difícil». Según él, «no va a hacer tres días consecutivos de buen tiempo; es decir hoy, mañana y pasado –especifica–. Nada de cielos rasos o claros. Lo que va a haber es mucha tormenta por el choque de vientos. Chaparrones, aguaceros, sirimiri para fastidiarlo todo y hasta alguna tromba de agua. Va ser un verano tristón en Euskal Herria y también un poco más allá», asegura sin querer delimitar otros lugares.

Pronostica, además, que las jornadas de bochorno serán especialmente pegajosas. Cuando el termómetro se sitúe a 25 o 26 grados, la condensación y la humedad harán «los días insoportables», dice. Por una vez no le importaría equivocarse y, aunque reconoce que no siempre acierta, asegura «que este año he dado en el clavo tanto en las témporas de invierno como en las de primavera. En setiembre sabremos si he acertado».

La falta de sol y la abundancia de lluvia está afectando negativamente al campo y su producción: «Ojalá falle, pero no creo, porque a mí me interesa un verano bueno para coger y secar la hierba. No hemos visto quince días de sol en seis meses. Ya teníamos que estar segando, pero no podemos ni entrar en los prados. La hierba no es buena, no tiene vitamina; la fruta no tiene ni azúcar, ni sabor y los tomates y pimientos van a estar más caros», comenta.

Para leer las témporas lo importante es fijarse en «la dirección del viento y cuáles son. Si chocan no es bueno, porque aquí atraen a las tormentas», comenta Ajuarigerra, que aprendió de su padre esta afición que se toma con humor. En Altunoste, su caserío de Barazar, observa el movimiento de los vientos los días de témporas, que son el miércoles, viernes y sábado y el miércoles siguiente, lo que se conoce como la contratémpora. También produce queso y, en verano, lleva a pastar a sus ovejas a Gorbea, así que se siente pastor desde siempre y pastor de pronósticos meteorológicos «desde hace 20 o 25 años».

Landa apuesta por el sol. Joxe Landa es el hombre del tiempo en GARA; ya lo era en el clausurado diario “Egin” donde desde 1977 se encargaba de anunciar el tiempo del día. Su firma lleva casi veinte años apareciendo en la contraportada del periódico que envuelve a 7K junto a esos mapas, últimamente repletos de nubes. Deseando llenarlos de soles, Landa se muestra optimista. «Llevamos mucho tiempo bastante mal. Hemos tenido precipitaciones y tiempo flojo todo el invierno y toda la primavera. Esta vez ha sido un poco extraordinario, así que a mí me parece que esto va a dar la vuelta. Suele ser así. Hasta ahora ha estado mal, pero el verano va a ser mucho mejor, saldrá el sol», adelanta desde Itziar, su lugar de residencia.

Nuestro colaborador basa su sistema en dos facetas: interpreta las señales que envía la naturaleza sin descartar los soportes tecnológicos. «Hay que observar la atmósfera, las nubes, los elementos meteorológicos, pero también hay que mirar las previsiones de Internet», afirma.

Más cercano al método de la fenología, que es la parte de la meteorología que estudia las variaciones de la naturaleza en función de los cambios del lugar y mira a animales o árboles, Landa confirma que los animales con su comportamiento son toda una fuente de información: «Las gallinas, por ejemplo, salen a pastar por la mañana cuando va a llover».

También el refranero euskaldun es rico y acertado en cuestiones meteorológicas. «Goiz gorri, iluntze euri. Por la mañana el color rojo trae el buen tiempo y por la noche viento», recita Landa.

Con sol o con lluvia, rayos o truenos, siempre nos quedará “Summertime” la canción de cuna con múltiples y preciosas versiones que Janis Joplin cantó como nadie e inmortalizó para siempre el tiempo de verano.