IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Final inacabado

El estudio con sede en Shanghai Atelier Deshaus ha finalizado la renovación estructural de un antiguo edificio industrial de hormigón armado situado en la provincia china de Zhejiang donde, una vez que sus interiores estén también resueltos, se ubicará el Museo de Arte Contemporáneo de Taizhou. Resulta curioso comprobar cómo los arquitectos han preferido este momento, en el que la obra está inacabada, para divulgarla. Podría parecer una frivolidad, pero de alguna manera es cierto que, desde un punto de vista más conceptual, la obra sí está acabada, a pesar de que aún no se haya instalado el cableado, tal vez solo algunas puertas o que los baños no hayan sido acondicionados. La brutalidad de la masa de hormigón que construye el proyecto no deja resquicios a variaciones o mutaciones del edificio; es tal su contundencia que, una vez acabada la obra, ya ha sido finalizada, porque ningún otro trabajo modificará su configuración o alterará gravemente la percepción espacial de las diferentes estancias. Para ilustrar ese estado singular del edificio, el Atelier Deshaus ha encargado al artista chino Yin yi que documente su apariencia en bruto, en una serie de fotografías y en un vídeo documental.

El museo tiende a formar una atmósfera contradictoria a través de la comparación entre la rugosidad del hormigón vertido in situ y la exquisitez de las geometrías abovedadas formadas por su estructura. Esta estructura de bóveda de cañón pasa libremente del interior al exterior, integrando el sistema de iluminación. En cuanto a la circulación, el vestíbulo exterior, previo a las salas de exposiciones, vacía el espacio de la entrada dirigiendo las bóvedas de cañón verticales hacia el interior, y marca el preludio de la secuencia espacial interior. Con un movimiento de hélice, los visitantes ascienden capa por capa, cruzando la masa de hormigón cerrada y finalmente llegan a la sala de exposiciones en el piso superior, donde la perspectiva lejana del monte Feng irrumpe repentinamente a través de una abertura a modo de terraza.

De nuevo, la orientación de la estructura abovedada acompaña este giro perspectivo acompañando la vista. Los diferentes pisos se van desplazando, provocando vistas diagonales interiores, en un intento por aliviar la sensación de claustrofobia que, cuando uno transita por esa caverna de hormigón, puede percibir. Este juego espacial establece una rica secuencia, en la que las salas de exhibición de los diferentes niveles comparten una cierta transparencia, infiltrándose entre sí y ofreciendo a los visitantes un sentido de movimiento ascendente pautado y medido durante el paseo por el interior.

De este modo, no solo se ha logrado una trilogía espacial, sino que la orientación de la estructura se ha vinculado y dirigido firmemente al paisaje. La fachada sur del museo también se texturó con una serie de curvas ligeramente cóncavas, como si fueran la extensión externa del interior abovedado, señalando la frontalidad del museo hacia la plaza y, por tanto, hacia el espacio público.

El edificio, que se abrirá como parte de un nuevo distrito cultural uniéndose a otras fábricas o almacenes reconvertidos en galerías o estudios, es, en consecuencia, una pieza central del proyecto y debe intentar iniciar un diálogo con sus vecinos significándose como un espacio abierto, que brinda al uso ciudadano sus ocho salas de exposiciones y sus 2.450 metros cuadrados.

El vestíbulo del futuro espacio cultural aun no se encuentra habilitado del todo; la cafetería o la tienda tampoco están todavía a disposición de los visitantes, pero el edificio ha sido finalizado, por lo menos proyectualmente. Esa masa bunkerizada de hormigón que, con su rotundidad, se vuelve central en el distrito artístico de la ciudad de Taizhou no posee ya otro final.

Para sus arquitectos, la suerte a día de hoy ya está echada, debido a que sus espacios finalmente están construidos. Porque, en el fondo, ese es el fin último de la arquitectura: sentar la espacialidad que los ciudadanos han de proveer de vida.