IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Geometrías básicas

Amenudo se dice que hay que adaptarse o morir. Por el contrario, en la mayoría de las ocasiones, cabe otra opción: la de reconsiderar el marco de juego. Un camino, sin duda más problemático, que implica plantearse aquello que se da por supuesto para cambiar con ello el resultado final. Este pequeño edificio de oficinas realizado por el arquitecto Nelson Resende ejemplifica bien esta actitud de reinventar el futuro. Los promotores de este proyecto compartían espacio en un entorno típicamente urbano y, tras una larga reflexión acerca de la necesidad de regresar a lo rural para poder pensar y producir nuevos espacios e ideas, decidieron embarcarse en este proyecto.

La elección del sitio no es, por tanto, irreflexiva. A pesar de que el programa es de vertiente comercial, la necesidad de descontaminarse de las normas establecidas ayuda a un regreso a la esencia, a una especie de pureza que permita, sin afectaciones iniciales, pensar, concebir y producir nuevos caminos empresariales. Una decisión fundamental que condicionó esta elección que, contrariamente a la mayoría de los espacios de servicios, no se ubica en un centro más urbanizado. Hay, por lo tanto en el proyecto, un alejamiento consciente del ritmo frenético de la ciudad, también de sus servicios, que son compensados con un acercamiento lento y pausado al trabajo, a aquellas cosas que se están pensando y produciendo.

El edificio resultante está formado, principalmente, por tres sencillos volúmenes que quedan ligados entre sí. Las oficinas se convierten en dos volúmenes prismáticos puros, únicamente matizados por la sustracción que supone de sus masas los dos porches de acceso. Por otro lado, la biblioteca, espacio compartido por ambas oficinas, se presenta encapsulada en un cilindro prácticamente perfecto. El conjunto, asentado en un entorno radicalmente agrícola, se mantiene inmutable mientras que el escenario que lo rodea, constantemente, muta, según el momento del año; lo que otorga a la pieza una presencia casi escultórica. Una dimensión de tótem abstracto en medio de los campos de cultivo.

Desde un punto de vista funcional, el proyecto resuelve la necesidad de crear dos oficinas, cuya utilización sea eventualmente autónoma, pero con una conexión interna, pensando en la posible fusión de los dos espacios. La construcción está implantada en un terreno nivelado, una cota de un metro por encima de la calle, y adapta su escala gracias a la fragmentación en tres piezas en un entorno de construcciones dispersas, de pequeños edificios agrícolas.

Por lo tanto el edificio final es el resultado de la yuxtaposición de una serie de volúmenes puros, de formas geométricamente rigurosas y poco domesticadas, que no se pliegan ante el contexto. Realmente se suben a ese pequeño pedestal de un metro para afirmar su condición de escultura abstracta.

Pero, sin embargo, lo que el edificio representa es más que una suma, es una idea de la configuración que expone, de los temores de aquellos que se saltan lo establecido. El proyecto también expresa la crudeza de la esencia como un camino posible, la honestidad de las formas simples, la expresión sin filtros de un lenguaje abstracto. El juego de unas piezas casi infantiles basadas en cuadrados y círculos, de fácil aprehensión, pero que simultáneamente introducen la complejidad de una composición que acentúa el dinamismo. La diferente rotación de los volúmenes, las diferencias de altura y sus diferentes relaciones con el exterior, van matizando un proyecto a primera vista sencillo. Además, estas piezas se expanden hacia el exterior con diversos suelos que a modo de alfombras pétreas permiten sendas terrazas para las oficinas, así como un área de expansión para la biblioteca o un ámbito de acceso para acoger a los visitantes.

Un lugar cambiante. Si se analiza la construcción del edificio, es fácil intuir que su aparente inmutabilidad se irá adaptando lentamente gracias a su exposición a las condiciones climáticas, que dejarán huella de la longevidad del proyecto a causa del cambio lento pero constante de su aspecto. Un hecho que contrasta con el entorno. La naturaleza que lo rodea se presenta como un escenario de mutación permanente, resultado de los ciclos agrícolas intensivos, de las estaciones del año, y de las condiciones climáticas de cada estación o de los éxitos comerciales de los cultivos que los harán proliferar o desaparecer.

Una enseñanza que nos habla del verdadero valor de esta obra de arquitectura, a priori juzgada como simple pero que sin duda es el resultado de un largo proceso de maduración y reflexión, jugando permanentemente a esa ambivalencia entre la forma de sus geometrías básicas y los valores que defiende. Porque al fin y al cabo es también, en cierto modo, un grito callado en defensa de lo rural como algo contemporáneo, que muchas veces queda eclipsado por el poder absoluto de la urbe, pero que cada vez más se nos presenta como una oportunidad para resolver el futuro.