IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Actualizar la memoria

Aunque parezca sorprendente por el tiempo transcurrido, los estragos que la Segunda Guerra Mundial infligió en Europa son a día de hoy aún visibles en muchos lugares. Berlín, como símbolo urbano del inicio y del fin del conflicto, fue una de las ciudades más castigadas del continente, con algunas heridas que, por lo menos en lo arquitectónico, estos días comienzan a cicatrizar. En la isla que el río Spree genera en el centro de la urbe, la capital alemana poseía un fabuloso complejo museístico que ofrecía al visitante colecciones imposibles, muchas de ellas robadas durante la historia del gran imperio alemán, que quedó arrasado por el conflicto bélico. Algunos de aquellos museos fueron reabriendo de alguna manera reparados, aunque no fue posible plantear una solución global hasta la reunificación de Alemania en 1990.

La rehabilitación de la Isla de los Museos, declarada patrimonio mundial de Unesco, comenzó una nueva andadura bajo el plan director diseñado por el arquitecto David Chipperfield, vencedor del concurso internacional convocado para reorganizar todo el complejo. Durante el pasado mes de diciembre se ha finalizado la construcción de la galería James Simon, un nuevo equipamiento que servirá como punto de acceso central al resto de edificios museísticos de la isla, en concreto a tres de ellos, el Neues Museum, el Museo de Pérgamo y el Museo Bode.

Este nuevo edificio, que ejercerá de majestuosa entrada principal al recinto, ha sido también diseñado por el estudio del arquitecto británico David Chipperfield. Esa galería blanca de 4.600 metros cuadrados de superficie destaca por su columnata que se asoma al río Spree y se abrirá al público este verano. Durante los próximos meses, los interiores se habilitarán con mobiliario, señalítica y la puesta a punto hasta su inauguración. Además de las instalaciones de servicio para los visitantes, tales como venta de entradas, aseos, cafetería, tienda de recuerdos y guardarropa, el nuevo espacio alberga salas para las exposiciones temporales y un auditorio con alrededor de trescientos asientos.

El edificio queda ubicado en una estrecha franja de tierra donde se encontraba el edificio de la administración “Neuer Packhof”, obra del mítico Karl Friedrich Schinkel y destruido en 1938. Como la nueva puerta de entrada a la Isla de los Museos, la nueva galería desempeña un papel importante y es adecuada para recibir a un gran número de visitantes, actualizando el viejo complejo con unas instalaciones pensadas para los visitantes de los museos contemporáneos. Además, el nuevo edificio conforma una conexión física entre los cuatro grandes edificios expositivos del área; conecta sobre el suelo con el Museo de Pérgamo y, bajo la rasante a través de un paseo arqueológico a nivel del sótano, con el Museo de Neues, el Museo de Altes y el Museo de Bode.

Un escalonamiento de las dimensiones del edificio garantiza que se conserva la vista desde los diferentes edificios, de modo que ninguno de ellos pierda protagonismo en el paisaje urbano. El alto pedestal de piedra refuerza la orilla del canal Kupfergraben, sobre el cual se alza una columnata alta, que genera una planta noble al estilo más clásico. Gran parte de este nivel principal será accesible al público fuera del horario de apertura, lo que ampliará aún más los espacios públicos que, a modo de plazas, permiten el encuentro y el descanso de los visitantes. Las columnas delgadas se convierten en un leitmotiv, que recuerda el famoso boceto de la “acrópolis cultural” de Friedrich Wilhelm IV. El basamento de escalones anchos, situados al pie del edificio dando apoyo a la columnata inferior, invita a los visitantes a entrar. Al llegar al nivel superior, ingresan en un generoso vestíbulo, con acceso directo al piso principal de exposiciones del Museo de Pérgamo.

El lenguaje arquitectónico de la nueva pieza adopta elementos existentes de la Isla de los Museos, principalmente de la arquitectura de sus fachadas, como la topografía construida, las columnatas o las escaleras al aire libre, haciendo referencia a las obras clásicas de Schinkel y los otros arquitectos involucrados en la creación histórica de esta entramado museístico. La materialidad del edificio en piedra natural combina perfectamente con la rica paleta de materiales existentes, como las calizas o areniscas. El interior queda dominado por un hormigón liso y limpio que, junto con las geometrías puras de sus volúmenes exteriores, da testimonio de un versión actualizada de la memoria construida en ese complejo histórico de los grandes museos berlineses.