XANDRA ROMERO
SALUD

Filtrando mensajes nutricionales

En el mundo virtual, a través de redes sociales como YouTube, Facebook, Instagram, Twitter u otras, las personas tienen acceso a información sobre un estilo de vida “saludable”. Tutoriales, experiencias personales, sustancias mágicas y, sobre todo, cuentas de pseudoprofesionales que se atreven con cualquier consejo “nutricional” carente de evidencia. Estas ideas, usualmente emitidas por líderes en las redes, resultan sumamente influyentes y generan la puesta en práctica de sus seguidores. Es conocido que las redes sociales tienen una gran influencia en los jóvenes modificando sus hábitos y formas de vida.

Además, e indirectamente relacionado con la nutrición y los hábitos saludables, diversos estudios han demostrado que los comentarios que son publicados, como por ejemplo mensajes sobre la imagen corporal, producen en ocasiones un efecto negativo sobre la percepción de la propia imagen y del comportamiento afectivo. La cuestión es que las imágenes corporales fuertemente estereotipadas se utilizan en estos espacios para promocionar cánones físicos y conductas alimentarias no saludables, asociadas a productos alimentarios dirigidos fundamentalmente a los jóvenes.

De hecho, la explotación de la imagen corporal responde a una estrategia comercial de sectores diferentes como el agroalimentario, el de la moda, el deporte... El canon de belleza actual es por tanto una creación social como resultado de una multitud de intereses comerciales. El problema de todo esto es que, hoy en día, con internet y sus últimas aplicaciones, cualquiera puede crear y diseñar contenidos que se difunden rápidamente por la red. Por eso debemos saber clasificar qué información merece la pena y cuál no.

Antes de nada, cabe preguntarse ¿por qué existen problemas de comunicación en relación a la nutrición o a la alimentación? Principalmente es debido a la publicidad que está utilizando el concepto “salud” unido, como decíamos, a muchas marcas para posicionarse en la mente de los consumidores. También la mala información sobre datos nutricionales y recomendaciones dietéticas así como la utilización de los medios para la difusión de errores nutricionales, falsas dietas o datos no evidenciados científicamente.

Así, en plena era de la comunicación, el “cuñadismo” o “charlatanerismo” se extiende sobre los mensajes nutricionales haciendo que cada vez tengamos la sensación de saber más pero, a la par, estar más confusos y culpables respecto a lo que se debe o no comer. Cada vez que veamos una noticia o un post en un blog, debemos tener en cuenta los siguientes puntos críticos a fin de identificar falsos gurús y recomendaciones peligrosas. Los charlatanes hablarán de su experiencia personal pero sus datos no estarán apoyados en ninguna evidencia científica. De este modo, extrapolarán los resultados individuales a la población; habitualmente sus logros se apoyarán en trucos o alimentos concretos y no en el cambio de hábitos o la educación alimentaria.

Se referirán a alimentos poco comunes en el entorno o de difícil acceso y basarán sus teorías en la demonización de algunos productos para demostrar lo buenísimos que son los productos a los que se refieren; también los clasificarán como buenos o malos o como permitidos o prohibidos para comer.

Es importante que nos preguntemos: ¿De dónde viene esta información? ¿Es reciente? ¿Ha salido de una publicación científica? ¿Está relacionada con hábitos de alimentación en nuestro entorno? ¿Quién la haya escrito es alguien relevante en el mundo de la nutrición? ¿Representa a una asociación o institución relevante en el mundo de la nutrición? ¿Quién financió los estudios que llevaron a esos resultados? ¿Había intereses comerciales en los resultados?¿Hay otros estudios que confirmen dicha información?

Finalmente, recordemos que las redes sociales e internet deben servir de guía pero no pueden nunca sustituir la evaluación y el consejo profesional ya que cuidarnos responsablemente requiere siempre el asesoramiento de un profesional cualificado.