XANDRA ROMERO
SALUD

La grasa marrón y la obesidad

El tejido adiposo marrón es un tipo de tejido graso que se encuentra en la mayoría de mamíferos; especialmente en los recién nacidos, así como en animales que hibernan. Quizás te suene como tejido adiposo pardo o simplemente “grasa marrón”, cuya función principal es la producción de calor.

Esta grasa se distingue del otro tipo de tejido adiposo más común, el blanco, en que este último es el más abundante y las células que lo componen, los adipocitos, tienen una sola gota de grasa en su interior. En el tejido adiposo marrón, por el contrario, los adipocitos tienen múltiples gotitas de grasa en su interior. Cada una de ellas está rodeada por varias mitocondrias (estructura celular encargada de transformar la energía), que son las responsables de su color.

Aunque parezca muy técnica, la explicación de cómo es la estructura de cada tejido adiposo es importante porque está relacionada con su función. De este modo, el tejido adiposo blanco está especializado en el almacenamiento de grasas, mientras que el marrón se dedica a quemar dichas grasas.

Otra característica de este tejido es que, a medida que nos hacemos mayores, esta grasa marrón se va transformando en grasa blanca. Pero, por suerte, no toda, ya que los adultos mantenemos ciertos depósitos en diferentes partes del cuerpo, sobre todo en el tórax y el cuello.

En diversos estudios se ha podido comprobar como el tejido adiposo marrón es independiente del blanco y parece estar más relacionado con el músculo que con otros tipos de tejido adiposo, por lo que se cree que puede tener una fuerte implicación en el metabolismo y en el control de peso corporal.

También hay evidencias que sugieren que la activación de este tejido graso puede mejorar la salud ósea, estimular el desarrollo de la masa muscular y mejorar el uso adecuado de la glucosa, efectos similares a los que ofrece el ejercicio físico y que también sugieren implicación en la prevención del desarrollo de la diabetes tipo 2.

La activación de esta grasa marrón es a través del frío. La exposición a bajas temperaturas activa el sistema nervioso simpático, el cual libera distintas sustancias que son las encargadas de activar a los adipocitos marrones. Esto se corresponde a un mecanismo de respuesta rápido para mantener la temperatura corporal ante cambios ambientales, por eso comentábamos antes que su función es la de producción de calor.

Hasta donde la ciencia actual alcanza, sabemos que el tejido adiposo marrón es un órgano increíble que posee un gran potencial para generar calor, además de tener una capacidad asombrosa para movilizar rápidamente las grasas tras la exposición al frío.

Sin embargo, la contribución actual estimada de este tejido al gasto de energía total del cuerpo se cree que es baja. Y aunque muchos estudios sugieren que esta grasa puede tener una importancia clínica muy grande, puesto que su activación se ha asociado con una reducción de la grasa corporal, con un mayor gasto de energía en reposo y con menos deposición de grasa ectópica en el hígado, la falta de diseños de estudios sólidos hace que sea imposible confirmar algunas de estas ideas.

Así pues todavía tendremos que esperar más para tener la constancia de si realmente estos pequeños depósitos de grasa marrón, que aún conservamos, pueden ser una parte clave en la futura lucha contra la obesidad y otras enfermedades crónicas de los humanos del siglo XXI.