MIKEL SOTO
gastroteka

Cementerio de sabores

En 1978 los exhippies Ben Cohen y Jerry Greenfield dejaron sus respectivos trabajos y fundaron la heladería Ben&Jerry’s en Vermont con la intención de hacer las cosas de forma diferente. Y con diferente querían decir mejor: la idea era hacer una empresa de helados que fuera respetuosa con el medio ambiente y socialmente responsable. Eso les llevó a adoptar políticas empresariales progresistas y ecologistas. Lo que pasa es que en 2000 fue absorbida por el gigante británico-holandés Unilever y cuando pasas a jugar a ligas tan mayores, es difícil mantener tus principios. A día de hoy es difícil saber si cuando sacan un sabor de helado Anti-Trump es puro marketing o tienen un ápice de buena intención. Más que difícil, parece bastante vano discutir sobre eso. En cualquier caso, como la oferta de marcas de helado comunistas, ecologistas y cooperativistas es tan escasa, desgraciadamente, vamos a hablar del legado de los señores Cohen y Greenfield por su originalidad y su calidad y no por sus objetivos sociales.

Como nos recordaba Raul Zelik en su magnífico “La izquierda abertzale acertó”: «La izquierda es hábil describiendo los horrores del capitalismo: la exclusión social, la creciente brecha de desigualdad, la mercantilización de la vida, la rentabilidad del armamentismo y de las guerras, la proliferación de lógicas especulativas, el consumismo desenfrenado, la destrucción de la naturaleza… Pero, siendo honestos, tenemos que admitir que carece de una alternativa de sistema, dado que, con el derrumbe del campo soviético en 1989, se le extravió también el proyecto económico no-capitalista».

Así pues, hoy quiero hablaros de los sabores de Ben&Jerrys, más concretamente de los desaparecidos. Resulta traumático ver cómo desaparece un producto o el sabor de un producto que te gustaba. En mi vida, personalmente, recuerdo traumas como la desaparición de los Fritos Barbacoa, los Choclait Chips (hace poco descubrí que solo los dejaron de comercializar aquí), el chicle Cheiw de fresa ácida, etcétera. De hecho, en esta furia retromaníaca que nos tiene atrapados lo mismo a viejos que a millennials, hablando de helados desaparecidos, quienes fuimos niños en los ochenta tenemos nuestro propio panteón compuesto por los Frigodedo, Friguron, Draculin, Twisterchoc, Micobruja, Mikopete o Patapalo.

Los muertos. Total, que los simpáticos señores de Ben&Jerry’s decidieron que si, por lógica de mercado, también los helados tienen un principio y un final, sería bonito crear un cementerio especial de sabores donde descansaran aquellos que no estuvieron tan ricos como en un principio pensaron o, simplemente, tuvieron una vida fría, dulce y feliz que llegó a su fin. Así, en 1997 abrieron en su sede central de Waterbury un cementerio de sabores que comenzó con cuatro “muertos” y que a día de hoy tiene más de treinta. Los cadáveres más solicitados son el Oatmeal Cookie Chunk, helado de crema de canela dulce con trozos de galleta de avena y dulce de leche (Tirada limitada 2003. Sabor permanente 2004-2012) y el Dublin Mudslide, helado de licor de crema irlandesa con chocolate, galletas con pepitas de chocolate y un remolino de crema de café (Tirada limitada 2004. Sabor permanente 2005-2012). Si queréis, podéis ver algún funeral en YouTube. De manera ocasional, en días de luna llena, resucitan un sabor para placer de sus seguidores. Supongo que la sensación será como cuando hace unos años, en sanfermines, gracias a los brillantes alquimistas de la peña Irrintzi de Iruñea, volví a probar el Malatxito, el Rolls Royce de los brebajes de txozna: era dulce, un poco ácido, resaquero... tan mediocre, formidable, pasable y genial como lo recordaba.