Texto: Miren Sáenz
Comienza la copa del mundo Francia’2019

Goles por la igualdad

E l próximo viernes arranca la octava edición de la Copa del Mundo de fútbol, probablemente la edición más ambiciosa desde el nacimiento de esta competición para las mujeres en 1991. El torneo llega precedido por una ola de revindicaciones emprendida por jugadoras de procedencias diversas, que han puesto el foco en un deporte organizado para que los hombres se queden con casi todo. En Francia'2019 no estará por decisión propia Ada Hegerberg, la mejor jugadora del momento. Con solo 23 años, la delantera noruega se ha forjado una trayectoria brillante que le ha valido el Balón de Oro, además de cuatro títulos de Champions League, todos con la elástica del Olympique de Lyon. Hegerberg es la jugadora mejor pagada en el Estado francés, con un salario de 400.000 euros al año, un sueldo récord para una futbolista que, sin embargo, está a años luz de los millones que adornan las cuentas corrientes de las estrellas masculinas.

Pero a la portentosa delantera escandinava no le gusta que los organismos futbolísticos prioricen el fútbol masculino en mayor medida que el femenino, así que tras la prematura eliminación de Noruega en la primera fase de la Eurocopa de 2017, Hegerberg renunció a jugar con la selección de su país en protesta por la desigualdad. Meses después la Federación Noruega y el sindicato de futbolistas firmaron un acuerdo para instaurar una remuneración equitativa entre chicos y chicas, pero no lograron que volviera. Para Hegerberg no es solo una cuestión de dinero, sino de trato, estructuras y valores, por lo que se ha mantenido firme y se perderá un Mundial que precisamente se clausura en el feudo de su equipo, el poderoso Lyon, cuyo estadio con capacidad para 59.000 espectadores albergará la final para la que ya no quedan entradas.

Pocos deportistas de élite han llegado tan lejos. El calendario en el ámbito deportivo es un factor determinante y requiere estar en las mejores condiciones cuando llegan las competiciones importantes. El Mundial es cada cuatro años pero a esta jugadora en plena forma física, como demostró hace tres semanas cuando le marcó un hat-trick al Barcelona en la final de la Champions, no le quita el sueño «perder el tren». Hay más ausencias por idénticos motivos: Las jugadoras de Dinamarca, subcampeonas de Europa en 2017, se declararon en huelga durante la clasificación para el Mundial negándose a jugar un partido contra Suecia y les cayeron cuatro años de sanción durante los cuales quedan excluidas de las competiciones de la UEFA. Las danesas no solo recibieron el apoyo de sus homólogos masculinos, que se mostraron dispuestos a repartir dividendos con sus compañeras, sino el de sus rivales suecas que entendieron sus motivos y no el alcance de la sanción.

Elisabeth Ibarra, la jugadora que más partidos ha disputado con la camiseta del Athletic (413), admite que no es fácil tomar esas decisiones: «Me impresionó la postura de Ada de renunciar a un Mundial. Esta es su manera de reivindicarse y ojalá sirva para algo. La gente empieza a plantarse. Creo que las sueldos de los chicos a nivel de clubes son desorbitados. Siempre se dice que es porque ellos lo generan, pero veo muy complicado que se pueda llegar a esos números. También me pareció un detallazo la postura de los escandinavos de igualar los sueldos de sus compañeras de selección». Y es que al margen de lo que cada club decida pagar a sus respectivos fichajes, está el asunto que ha puesto en pie de guerra a las futbolistas por las diferencias laborales y salariales alimentadas desde las propias federaciones nacionales que utilizan distintas varas de medir en cuestiones como infraestructuras, planificaciones, alojamientos o viajes en clase turista para ellas y en business para ellos.

Lo saben bien las 130 participantes que empiezan a llegar a Niza, Montpellier, Rennes, Le Havre, Valenciennes, Reims, París, Grenoble y Lyon, las nueve sedes del Mundial, porque la cruzada escandinava se extendió a otros rincones del planeta como Brasil, Colombia... o Estados Unidos, donde el fútbol femenino es más fuerte y exitoso que el masculino. De hecho, las integrantes del Team USA, triple campeón mundial, celebraron el último 8 de marzo denunciando en los tribunales a la U.S. Soccer (Federación Estadounidense de Fútbol) por «discriminación institucionalizada de género». Llovía sobre mojado, ya lo habían hecho antes. Otras participantes que aterrizan en este Mundial como amateurs esperan salir de él como semiprofesionales. Es el caso de Argentina, un país en el que el fútbol masculino es casi una religión, mientras el femenino intenta despegar –este mes estrenan una Liga de Primera División integrada por dieciséis clubes, cada uno de los cuales tendrá un mínimo de ocho jugadoras contratadas–.

Eli Ibarra, que colgó las botas en 2017, sitúa el profesionalismo en algo tan simple y a la vez tan complicado como entrenar por la mañana. «Mis últimos años empezamos a cotizar, teníamos contratos, viajábamos en buenas condiciones y, a nivel de instalaciones o servicios médicos, nos sentíamos como el primer equipo. La calidad de los entrenamientos era buena, con entrenadores específicos. La única diferencia era que no entrenabas por la mañana. Hasta hace dos años todas las jugadoras o estudiaban o trabajábamos. Ahora la dedicación es al 100%», recuerda.

Francia’2019 ha doblado el presupuesto respecto a Canadá’2015, pero en esta disciplina cualquier comparación económica con el sobrevalorado fútbol masculino siempre resulta abismal. Dos ejemplos: Las campeonas se llevarán 3,5 millones de euros por levantar el trofeo, diez veces menos de lo que se embolsaron los bleus por su victoria en Rusia’2018; y aunque por primera vez la FIFA abonará a los clubes que han cedido jugadoras un canon de 450 euros al día, que saldrán de una bolsa de 8,5 millones de euros, en Rusia’2018 se repartieron por lo mismo 183 millones.

Al margen de los aspectos económicos, hay similitudes: el torneo dura un mes –del 7 de junio al 7 de julio–; los partidos se juegan en estadios de hierba natural, una vieja reivindicación de las mujeres que frecuentan los de hierba artificial, aunque con menor aforo –entre 20.000 espectadores el más pequeño y 59.000 el mayor– y se incorpora el VAR (sistema de ayuda arbitral por revisión de vídeo).

Nada como los éxitos. Algo se ha avanzado. Las aficionadas han llegado a las gradas de los grandes estadios para quedarse y las chicas han conseguido jugar en ellos en momentos puntuales, «un gran paso a mantener», según Ibarra. Cada vez hay más mujeres en todos los ámbitos del universo futbolístico, –salvo en los grandes estamentos–. A sus 37 años, la exmediapunta rojiblanca realiza en Madrid el curso UEFA PRO para obtener el título de entrenadora en el que comparte clases con Xabi y Mikel Alonso, López Rekarte, Xavi Hernández, Raúl..., dos mujeres entre una quincena de hombres. La elgoibartarra, una de las cinco vascas que participó en la anterior Copa del Mundo, en Canadá ‘2015, cree que «la visibilidad es lo más importante y un Mundial es el mejor escaparate» Para dar visibilidad, nada como los éxitos. Deportistas como Ibarra, que contribuyó a los cinco títulos de Liga del Athletic, o la reciente Copa de las chicas de la Real Sociedad han demostrado que la emoción no tiene género.