IKER FIDALGO ALDAY
PANORAMIKA

Memoria

La memoria es un lugar dinámico. El recuerdo nunca es estanco o inocente, y está condicionado por la interpretación cultural y el sentido del relato que lo mantiene vivo. Es entonces un espacio de conflicto, entre quien la escribe y ofrece su interpretación desde un espacio de poder y quien reivindica la subjetividad de la vivencia. La legitimación historiográfica da la razón –o la palabra– a aquellas partes que resultaron victoriosas o a los discursos dominantes que colaboran en el mantenimiento de los modelos de vida imperantes. Por su parte, las pequeñas micro-resistencias que sobreviven a pesar del imparable rodillo de la narración homogénea despuntan como espacios políticos de construcción identitaria, capaces de proponer un sitio en donde reconocerse con el resto. Esa condición de verse reflejado en la otra persona, es la que acaba constituyendo un parapeto que se fortalece a pesar del eterno binomio entre David y Goliat.

La cultura y una de sus múltiples ramas, como es la de el arte contemporáneo, es capaz de ser herramienta y camino para estos asentamientos contra la imposición. A pesar de formar parte de múltiples engranajes del sistema, tales como el mercado, las ferias o promulgar desde la precariedad, la competencia constante entre los diferentes agentes que forman parte de él o el desarrollo poético y formal de las piezas puede llegar a ser un motor propositivo para otros modos de vida. Encontrar un lugar común es lo que nos convierte en semejantes, y son esas confluencias las que nos hacen identificarnos con cuestiones que nos son propias. El poder de la creación reside en ese equilibrio entre lo individual y lo colectivo, en el que el disfrute de una obra que es en la mayoría de las ocasiones un proceso solitario, es capaz de interconectarnos con sensaciones semejantes entre personas que jamás conoceremos.

La sala Film & Video del Museo Guggenheim de Bilbo inauguró el pasado marzo una pieza de uno de los dúos artísticos más relevantes de los últimos veinte años. Jennifer Allora (Filadelfia, 1974) y Guillermo Calzadilla (La Habana, 1971), cuyo trabajo se dejó ver el año pasado por la Fundación Tápies de Barcelona, exponen hasta el 23 de junio y de manera específica para el espacio bilbaíno, la instalación “La farmacia tropical” que consta de tres obras desarrolladas en los últimos años. Desde su inconfundible narrativa, proponen de nuevo el lugar en el que transcurre su vida personal, Puerto Rico, como escenario para su trabajo, tal y como hicieran en su ya mítica pieza “The Great Silence” que visitó a principios del año 2017 la Alhóndiga de la capital vizcaína. Si en aquella ocasión llevaron a cabo una colaboración con el escritor de ciencia ficción Ted Chiang, esta vez retoman la que realizaron con el músico René Pérez Joglar, más conocido por ser el líder de la banda Calle 13 en el 2006 para “Glándulas de sudor, tierras de sudor”, que se complementa con “Fecha límite” (2007) y “La campana, la excavadora y la farmacia tropical” (2013). La catástrofe natural, la explotación de recursos en el Caribe y el papel del neoliberalismo forman la triada conceptual sobre la que despliegan una factura técnica y formal de una exquisitez pocas veces alcanzable.

Sin movernos de Bilbo, y hasta el 1 de setiembre, podemos asomarnos al Museo de Bellas Artes para disfrutar de “Los Goyas de Zubieta; Retratos de la familia Adán de Yarza”, tres telas pintadas por Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746 - Burdeos, 1828) en la década de 1780. Esta familia originaria de Lekeitio, que encargó los retratos, nos llega ahora con una capa de historia que va más allá de la propia pintura. En 1937, el Gobierno Vasco las envió al Estado francés para salvaguardarlos ante el avance del fascismo. Muchos años después, salen a la luz tras conocerse solo mediante referencias bibliográficas y fotográficas.