IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBÉNIZ
ARQUITECTURA

El mapa no es el territorio

Durante el siglo XVI, un extranjero sorprendido con un mapa en el equipaje podría enfrentarse a graves problemas. No es casualidad que la cartografía, así como muchas técnicas de medición y geometría descriptiva, haya sido desarrollada por los militares. Durante ese siglo, la colonización europea de América había hecho avanzar la técnica cartográfica como nunca antes y los mapas se consideraban secretos de estado. Con una carta marítima o portuario se podía abrir una nueva ruta comercial, recortando tiempos, abaratando gastos y desbancando a la competencia; asimismo, un plano detallado de las defensas de una ciudad podía dar una ventaja estratégica en un asedio.

Los mapas consiguen hacer carne el verbo de la ciudad y el territorio. Aunque el mapa no es el territorio, sí que consigue configurar realidades distintas: al hacer el paso de una superficie aproximadamente esférica como la Tierra a un papel en dos dimensiones, las matemáticas que deben de aplicarse implican que o bien deformamos la forma, o bien la distancia entre puntos, o los ángulos entre meridianos y paralelos. Los cartógrafos europeos del siglo XVI, que usaban los mapas para hacer el saqueo de rigor a América en un viaje este-oeste, decidieron usar una fórmula que conservaba bien los ángulos, fundamental para establecer rumbos fijos en navegación, y respetaba bastante bien las formas, pero modificaba las distancias en zonas lejanas al Ecuador. Esa manera de calcular el paso de una esfera a un plano, extendido a un mapamundi, da como resultado un continente europeo más grande, y un africano y suramericano más pequeño. Evidentemente, esta manera de representar no era más que la aplicación de la manera más eficiente de navegar, pero es innegable que los mapas con Europa en el centro estaban en cada decisión imperialista europea.

Desde principios del siglo XX se viene estudiando el mapa como un elemento activo en la creación de territorio, y no en un mero reflejo del mismo. La irrupción de mapas digitales online, como Google Maps, da una vuelta de tuerca al asunto, haciendo que, por ejemplo, los negocios puedan posicionarse a golpe de talonario de un modo más directo que antes y el usuario tenga menos autonomía, al hacerle caso al algoritmo de cálculo de rutas.

Google Maps nos ha arrebatado el derecho a perdernos y deambular. Deambular no es un elemento superfluo en urbanismo; el filósofo Walter Benjamin, padre intelectual de una generación de arquitectos, citaba los flâneurs de Charles Baudelaire como un hito del nacimiento de la modernidad. Los flâneurs eran parisinos, burgueses acomodados sin oficio conocido, que simplemente vagaban por la ciudad. Para comprender la nueva urbe post industrial se ha visto necesario comprender por qué y cómo una persona podía permitirse perderse voluntariamente por la ciudad, deambular en sus calles y plazas. Esta figura nacía en plena reconversión del París del Segundo Imperio, modelo urbanístico que se prolongó al menos setenta años y fue copiado en todo el mundo.

Si la modernidad urbana se definía por esa especie de dandy encarnada por los flâneurs, la posmodernidad está sin duda reservada a los turistas. Las plataformas digitales no les permiten perderse, pero sí subir una fotografía con una etiqueta que geolocaliza la instantánea. El artista y programador Eric Fischer utilizó los datos públicos de Flickr y Twitter para elaborar mapas de ciudades y estudiar varios aspectos de la urbe moderna, al tiempo que creaba piezas de enorme belleza plástica. Así, en la serie “Local and tourists”, Fischer colocaba un puntito azul sobre el mapa cada vez que un vecino de la ciudad sacaba una foto y la subía con una geolocalización, y otro puntito rojo cuando quien lo hacía era un turista. Este ejercicio propició que la obra de Fischer se expusiera en el MOMA de Nueva York.

En la misma línea, el artista ha creado varias series similares, usando siempre los datos del Big Data como una paleta de nuevos colores. Destaca un listado de ciudades globales en función de la subida de fotografías geolocalizadas, donde las zonas fotografiadas aparecen en negro, o bien otra serie donde se muestran los recorridos de esas personas que suben las fotografías, evidenciándose dónde se encuentran las rutas de lo atrayente. Esos cuadros nos revelan algo que ya decía el arquitecto Kevin Lynch en los años 60: «Todo ciudadano tiene largos vínculos con una u otra parte de su ciudad, y su imagen está embebida de recuerdos y significados».