IBAI GANDIAGA PÉREZ DE ALBENIZ
ARQUITECTURA

Mezclas

Cuando yo era estudiante, una de las discusiones más manidas en las escuelas de arquitectura era la de la mezcla de usos. Con esa expresión, los arquitectos quieren dar a entender poder combinar un uso de vivienda y otro de oficina, una librería con una guardería, un huerto con un parque infantil, o un taller mecánico y un instituto.

Aunque al común de los mortales esta discusión le parezca algo aburrida, en realidad parte de un pensamiento que ha moldeado, sin darnos cuenta, la faz de nuestras ciudades y territorios. Y es que en la propia esencia de la ciudad europea, la Roma Imperial, las casas particulares o domus contaban con espacios o habitaciones que daban a la calle, llamados tabernae, en los que se desarrollaba una actividad productiva, artesanal o comercial. Estos espacios tenían una segunda planta, donde los libertos de la propiedad vivían. La unidad familiar vivía en una suerte de comuna que mezclaba almacenaje, producción, venta y vivienda.

En los ámbitos rurales, esto se conservó, y el mejor exponente son los caseríos de Euskal Herria, centro productivo que mezcla agricultura, ganadería y vivienda, cuando no, producción de sidra. Esto, traducido a la urbe moderna, dio no pocos quebraderos de cabeza en cuanto a los problemas ocasionados por la contaminación de talleres y pequeña industria, lo cual supuso, siguiendo un espíritu higienista que buscaba tener un espacio más sano para las personas, la paulatina separación de las actividades comerciales y residenciales.

Nos encontramos entonces en la situación que esos paisajes de nuestra niñez, en los que en las primeras plantas de los edificios de la ciudades se juntaban talleres mecánicos, tiendas de alimentación, gasolineras y oficinas han desaparecido, y nos encontramos con manzanas enteras dedicadas a tiendas de moda, cuando no edificios de oficinas en los propios centros de las ciudades. Esa excesiva zonificación ha propiciado una ciudad que, dependiendo de qué hora la recorras, está literalmente vacía.

El debate de la mezcla de usos aparece ahí. Y es que se ha demostrado que una correcta mezcla de uso residencial, terciario y productivo produce un espacio urbano de mayor calidad. En el caso de la seguridad ciudadana, por ejemplo, y en concreto en la perspectiva de género, el hecho de que las calles estén llenas casi permanentemente es vital, y eso se consigue teniendo actividades que reclamen atención a distintas horas: por las mañanas, oficinas, al mediodía, tiendas, a la tarde, viviendas, etc.

Esta breve explicación de lo que es una mezcla de usos en urbanismo nos permite valorar el gesto que el estudio belga Klaarchitectuur realizó en 2016 a la hora de diseñar su propio estudio de arquitectura en la ciudad de Sint-Truiden, tanto como estudio de arquitectura como en local multiusos abierto al público.

De iglesia a estudio de arquitectura. Denominado “Waterdog”, el estudio se construye en una antigua iglesia desacralizada, protegida por la normativa urbanística que no permitía la modificación de su volumen. La estrategia para la construcción, en consecuencia, se alejaba de los muros para crear un edificio dentro de otro edificio. De ese modo, cuatro cajas rectangulares se apilan a la derecha de la entrada, conectadas por una escalera caprichosa, que entra y sale del volumen, a veces mezclándose con él, en ocasiones ocultándose de la mirada del observador.

En estos cuatro pisos hay una zona de servicios y baños, dos oficinas y un despacho que cuenta con un balcón en voladizo que, en este caso sí, rompe con la cubierta exterior del antiguo templo y permite un gesto, el único, que da cuenta desde afuera del cambio interior. El resto de la iglesia aparece casi intacta, y es ahí donde el estudio plantea el lugar como un espacio para celebración de actos, conciertos o charlas, devolviendo a la ciudad parte de un espacio tradicionalmente utilizado para la colectividad.

La idea de que los centros de producción como estudios de arquitectura, bancos o tiendas puedan ser espacios utilizables en paralelo, o en distinto horario al habitual, no es nueva, y de hecho hay muchos modelos de negocio como las librerías que buscan activamente diversificar su clientes promoviendo charlas, eventos, talleres infantiles. Sin caer en la trampa de dejar exclusivamente en manos privadas la creación de espacios de reunión –como puede pasar, por ejemplo, en Tokyo, donde sus rascacielos corporativos cuentan con plantas enteras a modo de museos, parques urbanos o zonas de descanso–, repensar la mezcla de uso en el centro de las ciudades crearía zonas más vivas y seguras.