JAVI RIVERO
gastroteka

Mejor una cocina sin casa que una casa sin cocina

Se oye con fuerza últimamente eso de «el futuro son las casas sin cocina». Cada vez que veo a mi alrededor lo poco que cocina la gente en casa, me salen tres canas más. Cuando hablo de cocinar, hablo de guisar. Horas de cocción lenta y resultados justificados solo por el esfuerzo y la dedicación que el guiso ha tenido. Horas en las que la receta en la cabeza de cada uno se desestructura y reestructura unas cien veces por cada hora que el caldo hierve. Casi siempre con la mirada perdida en el fondo infinito del torbellino que la cuchara de palo provoca suavemente. Cocinar es esto. Se necesita tiempo, sí, pero como todo en esta vida, es cuestión de preferencias, y las de alguien que se va a vivir o se compra una casa sin cocina, están bastante claras.

Una casa sin cocina es una condena dependiente a las grandes cadenas de distribución alimentaria. A la quinta gama para recalentar y listo. De esta manera se pierde la parte cultural, histórica, identitaria de la gastronomía en nuestro ADN vasco. Podemos comprar precocinados “locales”, pero no es lo mismo. Cocinar es un acto con el que uno conecta con su tierra, sus recuerdos, genera experiencias y aprendizaje… y todo para satisfacer una necesidad biológica, alimentarnos.

La alimentación empieza por la compra o la autoproducción. Para esto es imprescindible saber cómo es un pimiento, una cebolla, hablar con los agricultores que te acercan tan preciada verdura al mercado y que están dispuestos a compartir tanta experiencia; con el pescadero que acude a la lonja a las 3.00 de la mañana a seleccionar las mejores piezas para que la gente de su pueblo las disfrute… Cocinar es un sacrificio que no entiende de horas. Se puede uno organizar para que no le “rompa” o le lleve todo el día, pero lo mínimo que se puede pedir es la consideración que se merecen los que hacen posible este acto. Estos son los pequeños productores, agricultores, pescadores, pescaderos, ganaderos, carniceros… Gente a la que una casa sin cocina discrimina.

Se desestabiliza un modelo que necesita de un relevo generacional que cada vez está más lejos. Pasan los años y la brecha es cada vez mayor. La desconexión que existe entre estos generadores de producto y los “futuros” consumidores aumenta. Aquí, desde mi perfil de cocinero, me siento responsable. Siento la responsabilidad de comunicar, de denunciar esta condición y esta tendencia. La vanguardia puso en su día la cocina en primer plano, la puso de moda, ha generado desde entonces toda una industria que, como no seamos capaces de interpretar y evolucionar, poco a poco se va a ir al traste. Estando todavía en primer plano, hoy todavía tenemos la oportunidad de hacer de celestinos entre el cliente y el pequeño productor. De manera consecuente, esta acción impacta directamente de forma positiva en todo lo mencionado en el segundo párrafo (cultura, identidad…) y protege los cimientos sobre los que la gastronomía debería de haberse construido.

El pulmón. Es la historia de amor que todos conocemos y nadie es capaz de salvar. Todos terminamos sacrificando a estos pequeños productores o comerciantes en favor de nuestra comodidad, ya sea por tiempo o practicidad. El verdadero sacrificio está aquí, en acudir sea cual sea la condición de cada uno, a ver qué es lo que la calle y el mercado nos ofrecen. Este rato que uno pasa en la calle o el mercado probablemente haga que uno se encuentre con amigos, vecinos, que se tome un café con cualquiera de estos, que se ponga al día… y siempre termina en la cocina de casa. Seguro que cada vez que uno entra a la cocina, se acuerda de lo a gusto que ha pasado la mañana. Para esto también sirve la cocina.

Si después de todo esto no tenemos una cocina con la que llevar a cabo el acto más bondadoso que existe, cocinar para otros, el esfuerzo apenas merece la pena. La cocina es el pulmón de una casa, la oficina en la que a mí me gusta trabajar. Probablemente, porque es la zona de la casa en la que mejores recuerdos me vienen a la mente, reuniones familiares e incluso las confesiones más personales a mi madre… ¿a vosotros no os pasa? Apuntaros esta: “Una cocina sin casa tiene recorrido, historia y sentido... puede seguir siendo un hogar. Una casa sin cocina, no”.

Resumiendo… sin cocina significa: sin recuerdos, sin devoción, impersonal, frío… Quitadme las habitaciones, ponedme un baño comunitario para cien vecinos, pero no me quitéis la cocina.

Atún aliñado con remolacha

Os propongo una receta para todos los que, a pesar de lo que os acabo de contar, una casa sin cocina os parece una buena idea. Tenéis que imaginaros que el hornillo/microondas con el que se suelen equipar estas cocinas es como la thermomix. Lo hace todo. También os digo que poner una thermomix en una casa sin cocina convierte esta casa automáticamente en “casa con cocina”. No vale ir por ahí diciendo que uno tiene una casa sin cocina, fardando de vida simple y austera y después… ¡Toma thermomix en la encimera! Lo dicho, vuestro mejor amigo es el hornillo/microondas.

Ingredientes para dos personas:

200-220g de atún rojo / 1 o 2 remolachas pequeñas/

aceite de oliva virgen extra / salsa de soja / sal / lima.

Receta:

• Primeramente, lavar muy bien la remolacha para quitarle toda la tierra que esta pueda tener.

• Con papel film, envolver muy fuerte y con varias vueltas estas remolachas.

• Meter al microondas durante unos cinco minutos.

• Abrir y probar si están cocidas. Para esto, introducir un cuchillo como si de una patata se tratase. Si pasa hasta el fondo sin apenas resistencia, es que está cocida o el cuchillo muy bien afilado. Como lo segundo es poco probable, seguramente será que esté bien cocida. Si no lo estuviera, volver a filmarlas y darles más tiempo en el microondas.

• Para los que tengáis una cocina sin casa (también vale “con”), con cocer las remolachas hasta que estén en su punto, sería suficiente.

• Una vez bien cocidas y frías, cortarlas en dados regulares. Por ejemplo: del tamaño de medio terrón de azúcar.

• Cortar el atún en dados del mismo tamaño.

• En un bol, añadir dos cucharadas de aceite de oliva, una cucharada de salsa de soja, unas 4-5 gotas de zumo de lima y una pizca de sal. Mezclar muy bien el conjunto.

• Introducir los dados de atún en la mezcla y macerar por 20-30 segundos máximo. Escurrir bien y disponer en un plato.

• Añadir los dados de remolacha cocida.

• Dar un punto de sal en escamas y rallar piel de lima encima. On egin!