XANDRA ROMERO
SALUD

La dieta keto: ¿tan buena como la pintan?

Como todas la temporadas veraniegas, este año pandémico no iba ser a diferente; y es que nos han bombardeado con mensajes, memes y advertencias de que lo peor que nos podía pasar no era contagiarse del covid-19, si no engordar. Las dietas milagro han vuelto a aflorar como champiñones. Sin embargo, lejos de innovar, la más buscada en internet este año es la keto o cetogénica. Esta dieta es casi centenaria (1921) y lo curioso, como siempre en estos casos, es el repentino interés social por ella, como si fuera un descubrimiento.

Esta dieta se basa en reducir al mínimo la ingesta de carbohidratos no saludables (cereales muy refinados como los presentes en productos ultraprocesados, azúcar de mesa) así como carbohidratos saludables (cereales integrales, tubérculos, legumbres, frutas y verduras), lo que supondría una ingesta entre cinco y diez veces menor de los que ingeriríamos en una alimentación saludable, y dar prioridad a las grasas como fuente de energía donde del 80 al 90% de las calorías provienen de este nutriente.

¿En qué situación pone este planteamiento dietético a nuestro organismo? Lo que persigue o proclama es que con un bajo aporte de carbohidratos, el organismo utilizará (quemará) las grasas de reserva y las que se ingieran, por lo que la pérdida de peso será más efectiva. La realidad no es tan idílica, pues que el principal “combustible” de nuestro organismo proceda de las grasas tiene consecuencias metabólicas. Si casi no ingerimos hidratos de carbono y agotamos nuestras reservas de glucógeno (reservas de hidratos de carbono), ciertamente comenzaremos a utilizar las grasas como fuente de energía.

Nuestro organismo almacena el exceso de energía en forma de glucógeno porque la glucosa es fácilmente movilizable para ser utilizada. Los dos lugares principales de almacenamiento son el hígado (10% en peso) y el músculo (2% en peso), aunque se acumula mucho más glucógeno en músculo, dado que tiene una masa mucho mayor en total que el hígado. El glucógeno acumulado en el hígado se utiliza para mantener los niveles sanguíneos de glucosa, tal y como se requieren para satisfacer las necesidades globales del organismo y en el músculo.

El glucógeno juega un papel de almacén de glucosa para sus propias necesidades, pudiendo ser usado como fuente de energía en condiciones de ejercicio físico vigoroso a diferencia de los ácidos grasos. De este modo, la utilización de las grasas como combustible principal genera unos compuestos llamados cuerpos cetónicos (de ahí el nombre de la dieta) que, cuando llegan a acumularse, provocan dolores de cabeza y mareos, náuseas, decaimiento, pérdida de calcio, de masa ósea y de masa muscular, así como mal aliento, sudor y orina con olor muy fuerte. También existe riesgo de cetoacidosis (disminución del pH en la sangre), que altera procesos tan importantes como el transporte de oxígeno, suponiendo un riesgo vital.

En segundo lugar, instituciones de referencia como la OMS, establecen para la media de la población no superar los 75 gramos diarios de grasa, y en la dieta cetogénica, siendo el nutriente protagonista, se alcanzan los 250 gramos diarios.

Por último, ¿qué dice la ciencia al respecto? ¿Es efectiva para la pérdida de peso? Pues sí y no. Ciertamente existen muchas “dietas” capaces de hacernos perder peso, ahora bien, ninguna es capaz de mantener ese peso perdido a la larga. Por lo que deja de ser válida. Esto se debe a que, tanto para la pérdida de peso como para obtener cualquier otro beneficio atribuible a la alimentación, una de las más importantes claves es la adherencia al plan de alimentación y, si este es muy restrictivo, esta adherencia no se mantiene.

Así, aunque algunos estudios demuestran que a corto plazo se pierde peso con esta dieta, la mayoría concluyen que el grado de adherencia a la dieta cetogénica es bajo y, por lo tanto, también la mayoría advierten que esta dieta no es sostenible a largo plazo. De modo que, ya que lo importante es adquirir buenos hábitos y mantenerlos toda la vida, una dieta como esta, tan restrictiva y que se aleja de un patrón de dieta sana, no parece ser muy recomendable.