XANDRA ROMERO
SALUD

Vivir tranquila nutricionalmente

Puedo decirlo más alto, o escribirlo en mayúsculas, pero no más claro: hemos venido a este mundo para tomar la comida como elemento nutritivo y energético (necesidad) y para disfrutar de y con ella (placer, satisfacción) y, para ello, tenemos un cuerpo físico y mental que hemos de ser capaces de cuidar.

Pero no estamos en este mundo para castigar nuestro cuerpo con la comida, sufrir y mostrar sufrimiento a través de ella, anestesiar y sedar nuestras emociones con ella como si de una sustancia adictiva se tratase.

Hacer mal uso de la comida y del cuerpo, o simplemente usarlos para cosas a las que no están destinados, puede llevarte a poner en riesgo tu salud física y mental.

De modo que déjame contarte qué puedes hacer para salir de esta religión sectaria de la cultura de dieta en seis pequeños pasos:

1. Tira la báscula al Garbigune o, si puedes hacerlo, deja de pesarte. ¿Pesarte cada mañana como si de un automatismo se tratase, te hace sentirte mejor o solo lo haces para “controlarte”? ¿En base a la cifra que aparezca en la báscula, consideras que tendrás buen día o, por el contrario, un número que no te gusta ver, te indica que el día será regular?

Si esto es así, deja de hacerlo pues solo te sirve para obsesionarte. Por si nadie te lo ha dicho, tu peso no es tu valor, tu identidad, tu felicidad, no significa éxito o fracaso y, solo teniendo en cuenta más datos, puede ser tu salud, pero por sí solo no indica nada.

En cambio, deberías recordar cuando te subas a la báscula que tu peso son huesos, músculo, grasa, agua, órganos, hormonas que interfieren en todos estos...

2. Deja de tener en cuenta el dichoso IMC y a quién te diga que lo hagas.

Esta fórmula tan utilizada, básicamente porque es muy económica, fue creada por un matemático y estadístico (no un sanitario) en 1835, es decir, en el siglo XIX. Además, esta fórmula se usaba para medir grupos estadísticos y mide apariencia física (peso – altura), sin embargo, no mide grasa, músculo, salud mental o descanso.

La obesidad es una categoría del IMC y, usándolo «a destajo», etiquetamos como patológico un tipo de cuerpo sin estar teniendo en cuenta la salud, que es un concepto que implica mucho más que apariencia física.

3. Deja de comparar tu cuerpo con el de otras personas pues no podemos comparar las experiencias, la genética, la fisiología y las emociones con las de otra persona. Además, ¿cómo sabemos si en esa persona, su salud mental, sus datos clínicos como analíticas, composición corporal y estilo de vida, son realmente coherentes con un estado de salud? Asimismo, recuerda que la salud física y la salud mental no se ven en una foto, de modo que deja de fijarte en imágenes de redes sociales para machacarte.

4. Deja de buscar cómo cambiar tu cuerpo. O al menos, antes de hacerlo, ¿por qué no te planteas si lo que sientes como erróneo en tu cuerpo lo sientes tú o deriva de una opinión ajena? Ese malestar con tu cuerpo, ¿deriva de una experiencia previa propia o del miedo adquirido desde fuera (por ejemplo, miedo a engordar adquirido de la sociedad)? Cuando piensas en lo que te disgusta de tu cuerpo, ¿es realmente algo estético o es un malestar que “canalizas” a través del cuerpo?

Si no tienes una buena relación con el cuerpo, no trates de cambiarlo; revisa tus opiniones e ideas hacia él.

5. Deja de hacer ejercicio físico compulsivo.

¿Cómo saber si lo haces? Muy sencillo; pregúntate si tu forma de entrenar o ejercitarte reduce tu estrés o tu culpa.

El ejercicio físico es diversión, es salud, es social, es desestresante…pero no es reductor de culpa, redentor de pecados alimentarios y no es una forma de autocastigo.

6. Deja de restringir tu comida (cantidad o tipo de alimentos).

Si tienes dudas de si lo haces, piensa en si necesitas un día libre o cheat meal (comida trampa) algún día a la semana. Si no haces una dieta restrictiva, ¿por qué necesitas hacerle trampas?

Después, plantéate por qué lo haces. Quiero recordarte que, a veces, restringir se malinterpreta como forma de sentirse más poderoso (más “contolado”), sentirse superior, sentirse más “perfecto”, más fuerte…

Anteponer las normas alimentarias a la necesidad y al placer no traerán nada bueno a tu salud física y mental. Para cuidar tu alimentación y, por ende, tu cuerpo, esta debe ser flexible, sostenible en el tiempo y duradera y, para lograrlo, la clave es disfrutar comiendo sano.