XANDRA ROMERO
SALUD

Cambia el chip

En el artículo anterior, relatábamos seis puntos que pueden ayudarnos a cambiar el chip para vivir más en paz con nuestro cuerpo y con la comida. Sin embargo, la lista de lo que podemos hacer es mucho más extensa que esos seis puntos, por lo que he decidido ampliarla un poco más.

Por ejemplo y para empezar, seguramente crees que usar edulcorantes acalóricos (sacarina) es más saludable que añadir azúcar o miel.

En realidad esto no es tan cierto. Lo que debemos evitar es, ciertamente, el azúcar añadido, pero su exceso es realmente lo que hay que evitar. ¿El problema? Pues que los fabricantes se lo añaden a casi todo, por lo que al final no somos conscientes de cuánto azúcar hemos tomado.

Ahora bien, cambiarlo por edulcorantes no es siempre una buena opción. Más bien, no es buena opción usarlos con frecuencia (refrescos, tónicas, café, infusiones, yogures, etc.)

El sabor dulce que aportan es muy superior al que aporta el azúcar y, por ello, su consumo habitual no nos ayuda a bajar el umbral de apetencia por el sabor dulce; es decir, seguiremos buscando y necesitando esa recompensa dulce.

Por otro lado, enmascaran el sabor original de los alimentos y, por ello, no favorecen una preferencia mayor por el sabor real de estos. Y es que el chocolate es amargo, como el café, y el yogur es ácido y así deberíamos saborearlos.

Como estos edulcorantes portan entre cero y pocas calorías, podrían favorecer el consumo de una cantidad mayor del alimento que lo contiene o aumentar la cantidad de edulcorante que se le añade.

Si esto último ocurriese, un exceso de edulcorante puede generar gases y molestias digestivas, tiene cierto efecto laxante y esto es debido a que podría influir de forma negativa sobre la composición de nuestra flora bacteriana intestinal.

En segundo lugar, decíamos en el artículo de la semana anterior que si necesitamos hacer un día/comida trampa, es porque estás siguiendo un plan muy restrictivo o tú lo estás planteando de forma muy restrictiva.

Si es la primera opción y tu pauta alimentaria es restrictiva, recuerda que privarte de alimentos que te gustan durante varios días favorece una ingesta más desordenada y compulsiva cuando llegue ese día de comida trampa.

Asimismo, al planificar un día de ingesta libre, si cualquier otro día que no lo sea comes el mismo alimento, es muy probable que aparezca sentimiento de fracaso, de culpabilidad y este sentimiento no fomenta una relación saludable con la comida, más bien todo lo contrario.

Además, esta estrategia, lejos de conseguir una pérdida de peso a medio-largo plazo, solo conseguirá un efecto rebote y una alimentación posterior más desordenada y una mayor confusión acerca de lo que realmente significa comer de forma saludable.

Si más bien es la segunda opción, en la que sobre un pauta alimentaria tú lo llevas a la práctica de forma más restrictiva, quizá no hay que revisar la pauta nutricional en sí, sino tu mentalidad restrictiva.

La mentalidad restrictiva es la mentalidad “dietética”; se basa en pensar y plantear tu alimentación en la pérdida de peso; en sentirte culpable y creer que has fracasado cuando comes algo que crees que no es saludable; cuando eliminas todos los azúcares (incluidos los de las frutas y los de los lácteos) como si de una religión se tratase; cuando intentas no consumir apenas carbohidratos; o cuando te planteas seriamente ayunar unas horas; si te conviertes en una calculadora andante y cuentas todas las calorías que comes y, por último, si te obsesionas con comer “saludable”.

Así que te planteo que, en vez de pensar en “restar” peso, placer, disfrute, alimentos que te gustan, lo plantees como una “ganancia” de nuevos hábitos saludables, disfrutar cuidándote y ganar salud física y mental como objetivo prioritario.

En vez de restringir calorías, aprende a elegir alimentos saludables (de verdad); en vez de pasar hambre, identifica y diferencia tipos de hambre y saciedad; cambia la culpabilidad por una buena relación con la comida; olvídate de la obligación y cámbialo por elección; no pienses en cambios temporales, sino en habituales y, por último, deja atrás el objetivo del peso y plantéalo como una consecuencia del cambio de hábitos y cambio de la composición corporal.