XANDRA ROMERO
SALUD

La era de la digitalización de la salud

Es innegable que el papel de las redes sociales en el sector de la salud está creciendo considerablemente y, sobre todo, a partir del covid-19. El entorno digital y el sector de la salud avanzan cada vez más unidos, y es que casi el 80% de los pacientes consultan antes en Internet que a un sanitario. Uno de cada cuatro pacientes utiliza las redes sociales para conocer la experiencia de otros pacientes con su misma enfermedad. Y estas se utilizan también para crear grupos de apoyo en redes donde los pacientes hablan con otras personas en su misma situación y comparten material de interés sobre su enfermedad.

De modo que, queramos o no, es momento de rendirse a la evidencia y saber que el sector sanitario tendrá que pasar antes o después por la digitalización.

En parte, esto puede suponer ciertas ventajas pues, gracias a las redes sociales, la comunicación de la salud y la ciencia pueden alcanzar a muchas más personas y la divulgación científica puede resultar más accesible.

Sin embargo, cabe destacar que no todo es positivo. El incremento en los últimos años de las fake news (noticias falsas) y la difusión masiva de teorías conspiratorias y la cabida a las pseudociencias, han encontrado en las redes sociales un terreno fértil.

Si hubiese que destacar dos peligros de las redes sociales para la salud, estos podrían ser el exceso de ruido y la falta de voces autorizadas. Siendo esto último algo que ya avisaba la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2009 en su Bulletin of the World Health Organization, donde señalaba que «hasta hace poco el modelo de comunicación predominante era de una autoridad a muchos (por ejemplo, de una institución de salud al público). Sin embargo, las redes sociales han cambiado el monólogo a un diálogo, donde cualquiera con acceso a las tecnologías de la información e Internet puede ser creador de contenido y comunicado».

Y es que nadie controla lo que se dice en las redes sociales, lo que provoca que por ellas se extiendan todo tipo de informaciones inexactas o directamente erróneas; algo que es especialmente grave cuando se trata de información sanitaria.

Esto es potencialmente peligroso en el área de la salud que comprende la alimentación y la nutrición. Como ejemplos, un estudio de la Universidad de Aston (Birmingham) publicado en la revista científica “Appetite” encuentra que los usuarios de redes sociales modifican su dieta dependiendo de lo que comen las personas a las que siguen. Si a esto le sumamos que es casi imposible navegar por cualquier red social sin ver imágenes de comida o vídeos de recetas o que incluso aparecen en las recomendaciones que el algoritmo te hace cuando buscas inspiración... la sobreexposición al contenido nutricional es brutal y, aunque aparentemente parezca inocua, influye en los hábitos alimenticios de quienes observan al otro lado de la pantalla.

Asimismo, la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh llevó a cabo otra investigación llamada “Greater social media use tied to higher risk of eating, body image concerns”, en la que encontró que los participantes que pasaban más tiempo en las redes sociales decían tener problemas con su imagen corporal y sus hábitos alimenticios más a menudo que quienes utilizaban menos las redes. Y es que, aunque las redes sociales no sean los verdaderos causantes de los trastornos de la conducta alimentaria, sí que contribuyen en una forma brutal y cruel a que estos sigan permaneciendo en personas que son vulnerables a los mismos. Especialmente, sin duda, en la población adolescente.

Como dato, los términos Anorexia Nerviosa y la Bulimia Nerviosa se han buscado un 470% más en los últimos años.

De modo que, como siempre, y a falta de que se establezca una adecuada regulación de noticias y contenidos de salud en Internet en general y en redes sociales en particular, solo nos quedará convertirnos en consumidores y pacientes críticos y coherentes.