MIKEL INSAUSTI
CINE

«Death on the Nile»

A falta de ideas nuevas, la industria del audiovisual recurre constantemente, una y otra vez, a los mismos clásicos literarios, entre los que la obra de Agatha Christie ocupa un lugar preferente. La autora británica de novelas de misterio ya es una franquicia en sí misma, y sus disputados derechos cinematográficos los poseen en estos momentos los estudios Fox, que han depositado su confianza en la productora de Ridley Scott, llamada Scott Free. Inauguraron su ciclo Christie con la adaptación de “Asesinato en el Orient Express” (2017), dirigida por Kenneth Branagh quien, en la decisión más importante del casting, se reservó para sí mismo el papel estelar del investigador privado Hercule Poirot. Funcionó bien ya que, con un presupuesto de 55 millones de dólares, recaudó en taquilla la muy superior cifra de unos 352 millones. Así que su continuidad estaba servida, facilitando que el cineasta irlandés repita tanto en la dirección como delante de la cámara en idéntico cometido.

La estrategia de producción se repite, puesto que de entrada el escollo más difícil a salvar era hacer olvidar la brillante versión que el maestro Sidney Lumet hizo de “Asesinato en el Orient Express” (1974), con un lujoso e irrepetible reparto. Si a pesar de todo se consiguió dicho objetivo, en esta ocasión lo tienen más a favor, habida cuenta que la anterior adaptación que John Guillermin hizo de “Muerte en el Nilo” (1978) no resulta tan prestigiosa, y la más reciente es un capítulo de la serie televisiva dedicada a los casos de Poirot, emitido en el 2004, y con un buen trabajo por parte de David Suchet como el detective belga.

Vamos con las diferencias entre el elenco actoral de 1978 y el del 2020, empezando por Poirot que pasa de Peter Ustinov al mencionado Kenneth Branagh. Como la asesinada Linnet estaba Lois Chiles, siendo ahora Gal Gadot la elegida. Para hacer de su rival Jacqueline entonces escogieron a Mia Farrow, a quien sustituye Emma Mackey. Para completar el triángulo amoroso con el prometido Simon entra Armie Hammer en lugar de Simon MacCorkindale. Hasta ahí la cosa se equilibra bastante, pero el remake pierde enteros en el resto de secundarias femeninas, ya que en el cambio de Jennifer Saunders, Sophie Okonedo, Letitia Wright, Rose Leslie y Dawn French por las originales Bette Davis, Angela Lansbury, Olivia Hussey, Jane Birkin y Maggie Smith no hay comparación posible. Es lo que tiene la desaparición del viejo star-system de Hollywood, evocado con una aparición como actriz invitada de Annette Bening, y poco más.

Pero el sentido retrospectivo siempre va a estar ahí, porque Agatha Christie publicó la novela original en 1937, y se refiere a un tipo de turismo clasista totalmente alejado en el tiempo y en el ambiente social a las ofertas de las agencias de viajes de nuestros tiempos con cruceros que han ido perdiendo su exotismo, reemplazado por los peligros de los contagios por picaduras de mosquitos agresivos.

Se puede decir algo parecido de la trayectoria artística de Kenneth Branagh, la cual ha sufrido una mutación industrial con el paso del tiempo, una deriva que le ha hecho aceptar encargos de grandes superproducciones, cuya ambición solo encaja en un sentido estrictamente presupuestario con las pretensiones iniciales de convertirse en el nuevo traductor de Shakespeare.

En cambio, las adaptaciones de Agatha Christie las veo más conciliadoras en ese sentido, en la medida en que aúnan la elegancia del cine de época con cierto poso literario. Actoralmente hablando, la personificación de Hercule Poirot se presta a los diálogos agudos, a las frases ingeniosas, dignas de una inteligencia superior capaz de resolver los casos criminales más intrincados. Como de costumbre en “Muerte en el Nilo”, todo el pasaje del Karnak puede ser sospechoso, excepto el propio hombre de los cuidados y refinados bigotes.