XANDRA ROMERO
SALUD

La búsqueda de la salud integral

El pasado día 10 de octubre se celebraba el Día Mundial de la Salud Mental. Como suele ocurrir con todos estos días señalados, siempre pienso que, si aún existen es porque todavía no gozan de la visibilidad suficiente. Quienes padecen una enfermedad o un trastorno psicológico, se suelen encontrar con el estigma social, y algunos incluso con la incomprensión de sus propios familiares. En ocasiones esta situación se ve representada a través de frases tales como: «no seas tan débil», «a los demás no les afecta tanto», «quieres llamar la atención»...

Y es que esto ocurre a diario cuando se tratan las enfermedades mentales que, como la “herida” o la “fractura” no es visible, se le resta importancia hasta que esa herida o fractura acaba haciéndose visible físicamente, pero esto únicamente ocurre en algunos trastornos mentales como los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) que, para ser solo cuestión de debilidad o de llamar la atención, solo en América se han asociado a ellos más de 10.000 muertes entre los años 2018-2019.

Es curioso cómo muchos familiares reconocen que hace tiempo habían detectado “señales” de que algo no iba bien, sin embargo, no es comúnmente hasta que la delgadez es palpable –en el caso de la anorexia– o se “pilla” a alguien dándose un atracón –trastorno por atracón– y vomitando –bulimia–, cuando el entorno se preocupa. Como si no fuese un problema hasta que la “herida” es visible.

También resulta, en ocasiones, difícil para el entorno de la persona que sufre un TCA determinar cuándo es el momento de buscar ayuda profesional o, en casos más agudos, recurrir a un ingreso hospitalario. Es curioso, porque esto no nos lo preguntaríamos tanto si se tratase de cualquier otra enfermedad de índole física.

Así pues, es importante entender varias cosas:

1. El TCA se inicia mucho antes de que tanto el entorno como la propia persona que lo sufre vean señales o signos evidentes (pérdida de peso, vómitos, restricción etc.). Lo primero que aparece es el malestar emocional en forma de tristeza, angustia o preocupación.

2. Los signos físicos o comportamientos más visibles del trastorno tan solo son el “idioma” que toma prestado la enfermedad para expresar el malestar emocional y psicológico.

3. Por lo tanto, una persona que sufre TCA se recuperará de dicho trastorno no cuando recupere peso, no cuando deje de vomitar y no cuando deje de darse atracones, sino cuando haga un tratamiento psicológico específico para dicha enfermedad.

Como enfermedad mental que es, podemos tratar, según la gravedad, las consecuencias físicas o las conductas de riesgo, pero solo eso no resuelve el problema, solo la cara visible del problema. Prestemos atención como sociedad, como profesionales sanitarios, como familiares y amigos cuando alguien de nuestro entorno tiende a comunicarse menos, a aislarse más de lo habitual, cuando sufre cambios bruscos de actitud, cuando se observa una disminución de todos los campos de interés social, cuando se observa una hiperexigencia, sobre todo en el ámbito académico como, por ejemplo, que si sacan malas notas, aparece mucha frustración y angustia, insatisfacción personal constante…

Solo después de un tiempo estos aspectos emocionales pueden dar paso a conductas más centradas o “descentradas” en la comida y/o el cuerpo, como empezar a cocinar comida aparte, discusiones en torno a la comida, evitar las comidas sociales y en familia, empezar a comer solo o sola, elegir alimentos saludables pero de manera muy rígida y estricta, cambios en los hábitos alimentarios de la persona, cambios en la forma de vestirse, centrar la atención negativa en determinadas zonas del cuerpo (abdomen, piernas, brazos), negación a cualquier plan que implique mostrar el cuerpo (playa, piscina).

De este modo, ojalá empecemos por entender que todos debemos prestarle tanta o más importancia a la esfera emocional y que deberíamos reeducarnos en un concepto de salud que integre cuerpo y mente, porque no puede haber salud si no hay salud mental.