Iñigo Garcia Odiaga
Arquitecto
ARQUITECTURA

Habitar el intermedio

La arquitectura de la casa, esa arquitectura que se ocupa de lo más doméstico, siempre ha buscado difuminar los límites. En este sentido, las casas intentan fluir hacia el paisaje y permitir que el paisaje se cuele en la casa. En la cultura japonesa existe incluso un concepto, el de engawa, con el que se denomina tradicionalmente a ese espacio intermedio entre interior y exterior, que en función del momento del día, del clima, o de las apetencias del usuario, puede decantarse hacia uno u otro uso.

El último proyecto de Suzuko Yamada Architects toma en consideración el límite entre el edificio y el jardín, creando un paisaje artificial de plataformas de aluminio, madera y acero en función de los requerimientos de las habitaciones a las que sirve.

La arquitecta Suzuko Yamada cuenta como el diseño de la casa fue inspirado por un bosque de Ruanda que había visitado unos años atrás. Un vasto bosque en la zona de los volcanes del Virunga, donde se encuentran las fronteras de Ruanda, Congo y Uganda, y donde los gorilas de montaña salvajes viven su vida cotidiana y nómada. Durante el viaje pudo acercarse y seguir a un grupo de gorilas junto con la guía local, y estos simplemente se sentaron y descansaron entre suaves arbustos en un espacio abierto del bosque. Los gorilas bebés jugaban sobre los árboles y correteaban entre los gorilas adultos, mientras cada adulto se acomodaba cómodamente en la hierba, para acicalarse o comer cortezas de árboles cercanos.

Yamada resume el momento como una escena doméstica, que puede producirse en cualquier casa, pero en el exterior. Los gorilas encontraron un lugar entre los densos árboles e improvisaron un espacio. Aunque no había ni muros ni techos, los árboles, el pasto alto y el desnivel del terreno encerraban la presencia de aquellos habitantes, para formar un lugar confortable que se puede llamar casa. Una suerte de arquitectura vernácula que tal vez hoy, desde una óptica contemporánea, podría ser reinterpretada en Tokio.

Una casa donde una vida desnuda se encierra suavemente entre capas de materiales, y donde uno puede estar al sol, pero lejos de los ojos de la gente de la calle. Por este motivo, en esta pequeña vivienda en Tokio, no hay muro entre la casa y su jardín, sino un compuesto de ventanas y carpintería ensambladas. Todos los elementos se superponen definiendo un espacio entre los estructurales como vigas, pilares, puntales de tubos simples y tirantes, entre las escaleras y balaustradas, y entre los muebles, cortinas, ropa y otros artículos diversos, como árboles, macetas, bicicletas, etc.

Son, en definitiva, los objetos de la vida cotidiana esparcidos alrededor de una pequeña estructura, los que dan forma a variadas escenas de la vida. Capas que se entrelazan desde el exterior hacia el interior del edificio para que cada habitante pueda vivir libremente y encontrar su pequeño espacio personal.

La casa y el jardín. Para el jardín el proyecto apostó por muchas plantas comestibles, como árboles frutales, hierbas, verduras y plantas que se pueden usar como flores ornamentales. El espacio habitable se expande a través de las terrazas que sirven como plataformas de ese jardín que se puede cosechar. Una escalera colocada alrededor de los árboles permite la poda regular y una pasarela elevada se transforma en un camino donde crecen las vides, enroscadas en la malla de tubos de acero exterior. Así como las estructuras y los objetos conviven dentro de la casa sin negarse entre sí, las estructuras de tipo andamio y las plantas se funden para construir nuevos espacios en el exterior.

Debido al bajo costo, la facilidad de mantenimiento y la posibilidad futura de expansión, se eligió una estructura de madera para el interior mientras que la estructura exterior es de acero. Pero por esas mismas lógicas, los elementos metálicos fueron ensamblados mediante abrazaderas, de modo que en un futuro sean fácilmente desmontables. Del mismo modo es posible personalizar la forma de esas estructuras de acuerdo con la demanda de la vida diaria cambiando una puerta, agregando una nueva balaustrada, colocando un puntal de planta o una viga lineal para colgar cosas. El límite entre el edificio y el jardín está formado finalmente por un conjunto de ventanas correderas de grandes dimensiones. Al abrir y cerrar esas hojas vidriadas, la casa fluye hacia el jardín y el jardín se cuela en la casa, por lo que dos escenas superpuestas crean un espacio de vida similar al que aquellos gorilas ocupaban en un bosque de Ruanda.