JAVI RIVERO
gastroteka

Hugo y el Pao de lo

Ahora que todavía están recientes los días de Navidad y hemos llenado el frutero de mazapanes, polvorones y turrones como para invitar a todo el barrio a merendar, os voy a poner los dientes largos con un postre. Con el año que llevamos y lo difícil que está siendo mantener un día a día regular y sin alteraciones, se antoja complicado mantener una dieta que también lo sea. Por lo que ahora que ya tenéis excusa para comer lo que os dé la gana, vamos a obviar la ingente cantidad de dulce que todavía corre por nuestras venas y vamos a hablar sobre un postre. Corrijo: vamos a hablar sobre “El postre”.

El momento, las vistas, que fuera durante unas vacaciones, el servicio (todavía me acuerdo de Hugo, la persona que nos atendió), todo influye en que quiera convenceros de que se trata del mejor postre del mundo: El Pao de lo. Si queréis pronunciarlo bien tenéis que relajar la mandíbula inferior y decir “p(a)o d lo. La (a) es aire, casi no existe, y la primera “o” de todas se cierra un poco al final cogiendo forma de “u”. Ahora mismo estáis intentando pronunciar bien el nombre del postre, lo sé. Preguntad a algún amigo que domine el portugués, a ver cómo leñe se pronuncia y os lo pasaréis bien un rato. Eso sí, no mejor que la vez que me metí, por primera vez en mi vida, el Pao de lo a la boca.

Os pongo en situación. Había viajado a Oporto a pasar tres días, era la última cena antes de la vuelta y nos costó encontrar un sitio para cenar. Realmente, esquivamos el local en el que terminamos porque nos pareció “turístico” a primera vista (estaba muy cerca de una de las plazas del río). Terminamos escogiendo “el menos malo” de los que veíamos alrededor. Nos tuvimos que tragar todos los prejuicios “guiris” con los que vestíamos en ese momento. Nada más llegar, nos atendió Hugo, un profesional de los pies a la cabeza con un encanto que no he vuelto a ver en un camarero en la vida. Lo que Hugo hacía no era servirte, Hugo se preocupó de que estuviéramos en su casa como si fuera la nuestra. No faltó ningún detalle, no fue pesado, fue cercano, nos recomendó y acertó con absolutamente todo… de verdad. Probablemente de todo el viaje a Oporto, con lo que me quedo sea con aquel servicio tan especial en el que Hugo me recomendó el Pao de lo. A veces solo hay que dejarse guiar por la gente local. Se dice fácil, es lo que buscamos y nunca hacemos. Siempre terminamos aplicando nuestro “criterio” de viaje para cualquier lugar al que vayamos. Y, por supuesto, también lo hacemos con la comida. ¡Nuestro estándar o idea culinaria no sirve de referencia fuera de nuestra casa!

Bueno, que me voy por las ramas y me quedo sin texto. El Pao de lo es un bizcocho semi-cuajado que se sirve entero o “roto”, tal cual. Sí, tanta vuelta para hablaros de un puñetero bizcocho. Que sepáis que desde aquel viaje habré intentado hacer cien veces esta receta y todavía no he conseguido ni siquiera que se parezca a aquel que me comí. Seguramente me faltará el Duero enfrente…

Dulce de convento. Ovar, Alfeizerão, Margaride o Arouca son los pueblos “típicos” en los que os será más fácil encontrar este bizcocho si viajáis por la zona y os apetece probar. Su origen está, al igual que otros muchos dulces de la península, ligado a los conventos. Las monjas eran las que, con el tiempo y mucha dedicación, desarrollaron el autentico I+D de los postres aquel entonces. Agua bendita y ¡que corra la imaginación! Pues eso, que es de origen conventual. No hay un origen geográfico marcado y es que tratándose de ingredientes tan básicos, trazar una línea única para el desarrollo de este es casi imposible. Existirán mil recetas que fácilmente se asemejen a esta y, de una manera u otra, se puedan relacionar históricamente. Lo que sí está bastante aceptado es que fueron unos misioneros jesuitas portugueses o unos comerciantes los que llevaron esta receta a Nagasaki (Japón) y que hoy se conoce como “kasutera” o “pao de castella”. El nombre viene de Castilla, pues para los nipones la receta proviene del Reino de Castilla. De ahí que lo llamaran “pan de castilla” o “pao de castella”.

Pues nada amigos, huevos, azúcar, harina y a jugar. He visto algún que otro tutorial, videoreceta, preguntado a algún amigo portugués por alguna receta familiar secreta (no tan secreta) y nada. Sigo sin pillarle el punto que me quite las ganas de volver a visitar a Hugo. La receta, aunque suene fácil y sea lo más apetecible que os podáis imaginar este mes, supone todo un reto. Tiene que quedar o tiene que tener pinta de bizcocho: la capa superior tostadita, los bordes ligeramente arrugados por el papel de horno y el centro totalmente húmedo y cremoso. Es como si se tratara de un sufflé de chocolate. El Pao de lo que a mí me sirvieron se asemejaba a las tartas de queso que hoy están de moda: las que tienen la punta caída y sin cuajar, pero cremosa.

Receta para un bizcocho que intenta imitar al portugués

Os voy a dar una receta que podéis encontrar, seguro, en cualquier recetario online. Yo suelo modificar estas recetas según mi criterio, pero no os voy a engañar: para hacer este postre y entender de qué os hablo, primero tenéis que viajar a Ovar, compraros un Pao de lo, coméroslo y después arrancáis a intentar copiarla. Siendo tan pocos los ingredientes, es muy fácil modificarla según el gusto de cada uno sin alterar el resultado de manera significativa. Para esta receta va a importar mucho más el horno y el tiempo de horneado que las cantidades (siempre con un límite de margen).

Ingredientes:

• 8 yemas • 2 huevos medianos • 150 g de azúcar • 60 g de harina • Una naranja • Sal.

Elaboración:

• Precalentar el horno a 200 grados con calor arriba y abajo.

• Preparar un molde redondo (20-24 cms) con papel de horno en la base para verter la mezcla.

• Con la ayuda de un robot o una varilla eléctrica, montar durante 10-15 minutos los huevos junto con las yemas, el azúcar y la sal.

• Bajar la velocidad y, sin dejar de montar, añadir poco a poco (tamizando) la harina.

• Una vez esté todo bien integrado, verter la mezcla al molde e introducir en el horno.

• Hornear durante 12-15 minutos (hasta que dore la parte superior).

• Dejar enfriar unos minutos y servir.

• Una vez servido, rallar un poco de naranja por encima.

• Es importante servirlo recién horneado para que aguante cremoso y no se pase. Aquí, cada uno puede hacer las pruebas que crea conveniente. Si se hornea de más, el resultado es parecido al del “pan de castilla” o el bizcocho japonés, pero si queréis que esté cremosito o medio cuajado, os recomiendo no darle mucho tiempo.

Si no habéis estado en Portugal o pensáis que gastronómicamente no es atractivo, os invito a visitar Oporto y sus alrededores. No os voy a decir en qué plaza de Oporto se encuentra el restaurante en el que comí el Pao de lo. Solo os diré que está en cuesta, se ve el Duero y la otra recomendación fue el bacalao con natas. Ahí lo dejo. Espero que algún día tengáis la suerte de que un Hugo os atienda y os haga sentir lo que sentí yo en aquella comida. On egin!