Xandra  Romero
Nutricionista
SALUD

Intolerancia a la fructosa

A pesar de la elevada prevalencia de la intolerancia a la fructosa en la población que se estima entre un 40-60%, y de disponer de un test diagnóstico de bajo coste, no invasivo y muy efectivo como es el test de aliento, este cuadro clínico está infradiagnosticado en nuestro entorno. Esto puede ser debido a la sintomatología clínica inespecífica que presenta y que puede confundirse con otras ya que los personas con estos problemas a menudo presentan hinchazón, eructos, distensión, gases, dolor abdominal o diarrea inexplicables.

La fructosa es lo que comúnmente conocemos como el “azúcar” de la fruta y la verdura, sin embargo, químicamente se trata de una molécula de monosacárido de 6 carbonos que está presente de forma natural en una variedad de alimentos que son ciertas frutas, verduras y miel, aunque también resulta de la producción enzimática a partir del maíz como jarabe de maíz con alto contenido de fructosa que se encuentra habitualmente en muchos edulcorantes alimentarios y refrescos y cuyo consumo ha aumentado en más del 1000% entre las décadas de los 70 y los 90.

Una de las teorías acerca de la causa de esta condición es precisamente esta; el aumento brutal del consumo de fructosa, ya que tenemos una capacidad de absorción limitada para este azúcar. Por otro lado, cuando hay un error en la acción de la enzima encargada de digerir este azúcar, y al llegar esta al intestino y no poder absorberla pues no está degradada para tal fin, la fructosa reacciona con las bacterias intestinales que la fermentan produciendo gases, dolor abdominal, diarreas y náuseas.

La sintomatología o la gravedad de esta intolerancia dependerá de la cantidad y concentración de fructosa ingerida y, como ocurre en la mayoría de intolerancias alimentarias, la capacidad de absorción y tolerancia varía en cada persona. Aun así, también como en el resto de intolerancias de este tipo, la mayoría pueden tolerar pequeñas cantidades sin que se den estos síntomas.

Las indicaciones dietéticas terapéuticas para esta intolerancia son el consumo de alimentos con baja cantidad de fructosa, sin embargo, es imprescindible acudir a un dietista-nutricionista que valore en primer lugar, la tolerancia individual de cada persona e indique qué alimentos podemos tomar y cómo reorganizar nuestra alimentación para que no resulte deficitaria en otros nutrientes.

En términos generales, el planteamiento dietético pasa por reducir la ingesta de fructosa por lo que, en cuanto a las frutas, se recomienda tomar aquellas menos maduras pues se suelen tolerar mejor, debido a su menor contenido en azúcares. Pero, por lo general, tratar de probar tolerancia con aquellas con menos contenido en fructosa como el kiwi, chirimoya, naranja, mandarina, melón, nectarina, piña, plátano o aguacate.

Asimismo, el tratamiento puede requerir prescindir por un tiempo del consumo de verduras y legumbres como remolacha, coles de Bruselas, zanahoria, cebolla, espárragos, puerros, guisantes, garbanzos, lentejas, soja, berenjena, pimientos, tomate, maíz dulce, judías verdes y verduras procesadas enlatadas.

También pasa por evitar los cereales integrales, el trigo y algunos tubérculos como el boniato. Del mismo modo, es necesario prescindir de edulcorantes como la miel, fructosa, sorbitol (E-420), sacarosa, azúcar de fruta, jarabe de maíz rico en fructosa, siropes y melaza.

Y, por último, evitar las galletas, bollería, postres lácteos (que no lácteos como leche, yogur, queso y mantequilla), mermeladas, almíbares, zumos de fruta y carnes, embutidos y pescados procesados.