Teresa Moleres
SORBURUA

El alcornoque y el corcho

La recolecta del corcho es un trabajo ancestral que todavía hoy en día se realiza con utensilios como hachas, cortando en vertical; se denomina “saca del corcho”, y es a partir de julio y agosto cuando el árbol se recupera mejor. La corteza del alcornoque (Quercus suber), el corcho, es un tejido vegetal llamado felema que recubre el tronco para protegerlo de la sequedad, los insectos y los herbívoros. El árbol es de hojas perennes y copa muy amplia; dada su amplitud, no se planta como especie decorativa en jardines pequeños, aunque sí en grandes espacios o parques.

La primera vez que se saca el corcho, el árbol es adulto, tiene entre veinte y treinta años. Este corcho solo se utiliza para efectos decorativos. Después de nueve o catorce años, se hace el segundo descorche, pero es en la saca de cuando el alcornoque tiene entre 40-50 años cuando el corcho es de calidad y se utiliza para hacer los corchos de botella. De esta manera, se llegan a realizar hasta 14-15 sacas en la vida del árbol, que tiene una media de 150 años.

Las propiedades del corcho son muchas por su baja densidad o ligereza, ya que el 88% es aire, puede comprimirse y volver a recuperar su forma y volumen cuando no sufre presión. Una de sus cualidades más importante para la fabricación de corchos es que estos cierran las botellas de cristal de las bebidas alcohólicas. Otra, que la superficie del corcho esta tapizada de micro ventosas que le permite su adherencia y dificultad de deslizamiento. También que es impermeable a líquidos y gases, y envejece sin deteriorarse porque resiste a la humedad. Por este motivo los microorganismos no le atacan. Además, tiene gran poder calorífico, equivalente al carbón vegetal.

Hoy en día se utiliza como aislante térmico para la fabricación de planchas aislantes, al igual que lo hace el propio árbol al proteger su interior. Y es que tiene una resistencia al paso del calor superior al hormigón.

El bosque de alcornoques es uno de los ecosistemas de mayor diversidad en Europa. Es muy resistente al fuego y, aunque se queme, rebrota con facilidad. Por su gran longevidad, el CO2 que absorbe se fija en el corcho y permanece en él durante mucho tiempo, una razón por la que se le considera como un protector contra el cambio climático.