Berta García
CONSUMO

Contaminación digital que deja huella

En el impacto de nuestras acciones de consumo sobre el medio ambiente hay un ámbito que se nos escapa y hasta puede que nos resulte inverosímil admitir, es el de la tecnología digital. Como mucho, llegamos a aceptar que la fabricación de los aparatos y su posterior destrucción por obsolescencia son los generadores del impacto ambiental con su porcentaje de contaminación en el dato global de factores contaminantes. Pero la contaminación va más allá de los elementos tangibles -los centros de datos, las infraestructuras de red y los equipos de consumo-, ya que abarca toda la actividad realizada en el entorno digital.

La huella ambiental que genera internet es enorme, no la vemos, pero existe. La mayor huella recae en la transmisión de datos. Cada vez que mandamos un mensaje de Whatsapp o compartimos una foto en nuestras redes sociales, estamos contaminando, principalmente por la necesidad de energía que se necesita para todos estos procesos, y no digamos con la aparición de la tecnología 5G, que cuadruplica la transmisión de épocas anteriores.

Estos altos consumos van necesariamente unidos a la necesidad de grandes espacios de almacenamiento de datos ‘en la nube’, por lo que todas las infraestructuras anteriores quedan obsoletas y/o pequeñas. Vamos, un bucle sin fin de “nazco-crezco-muero” y vuelta a empezar, pero a lo grande. Y es que requieren centros de datos más grandes, lo que conlleva más consumo energético para su mantenimiento y refrigeración. También una renovación constante de aparatos electrónicos, que es igual a más basura electrónica; y, además, una adaptación de nuevos servidores.

Abordaremos en la siguiente entrega las recomendaciones que toca hacer como personas usuarias y co-responsables de la contaminación digital, ya que quien contamina, paga.