La vuelta al mundo en Glovo
Las formas de consumo han cambiado de forma considerable en los últimos años, también las que se refieren a la gastronomía. Hoy en día existen servicios a domicilio que llevan hasta la puerta de casa cualquier cosa que se nos antoje pero, ¿es este el mejor modelo de sociedad?

Seguro que a muchos os ha pasado eso de oír que “he pedido la cena por globo” y no termináis de creeros que un gigantesco armatroste aerostático sea ni la mejor, ni la más práctica forma de transportar una hamburguesa o un pollo asado. Primero, porque se va a enfriar la cena y eso no nos gusta, familia. Y segundo, porque esta imagen, la de un repartidor de comida subido a un globo aerostático, sujetando una bolsa de papel con comida dentro, no es real, ni de lejos, ni de cerca.
Pero como no somos Willy Fog y nuestra misión no es recorrer el mundo en globo, aunque confieso que la idea de pensar viajar me excita y mucho, aclaremos de qué se trata esto de pedir comida por globo. Corrijo; Glovo. Se trata de una de estas plataformas que, a través de un pedido realizado con el teléfono móvil, te trae comida (o lo que tú quieras) a casa. Existen mil plataformas con mil nombres distintos que ofrecen el mismo servicio, pero podría atreverme a decir que la más extendida y también la que mejor funciona es Glovo. Ahora… ¡Ojokuidau! No voy a ser yo quien alimente el monstruo y diga que se trata de un servicio maravilloso, cuando todo lo que todavía tiene por mejorar en cuanto a operativas internas deja mucho que desear. Me refiero a que la cantidad de repartidores que tienen en plantilla realizan más kilómetros en bicicleta, moto o patinete eléctrico que el mismo Willy Fog para cobrar al final de la jornada poco más que una miseria.
El tema es que, no siendo el oficio de “rider” o repartidor el mejor pagado de los trabajos, el servicio que dan sí que es, a mi parecer, de una calidad considerable. Me ha tocado viajar bastante por trabajo este último año y, en muchas ocasiones, por temas logísticos algunas veces y por vicio en otras, he tirado de este servicio que, aunque todos asociemos a la comida rápida, también ofrece opciones saludables e interesantes.
Voy a lanzar algunas consideraciones que probablemente generen polémica si no lo han hecho ya los párrafos anteriores. Y es que considero que este tipo de servicios son los que pueden hacer que un restaurante pase de tener las mesas de su propio local, que pueden ser 3,4,5 o 20 a infinitas mesas, a tener tantas como pedidos puedan atender. ¿Lo veis? La comisión es alta, sí, entre un 15 y un 30%, pero el límite está en la capacidad para cocinar y atender pedidos de uno mismo. De repente, los metros cuadrados del local dejan de ser un impedimento para la facturación, y la necesidad de tener personal de servicio atendiendo las mesas, desaparece. Ya os digo yo, que estando el gremio como está, esto es mucho mejor que el mejor de los planteamientos para seguir con los negocios en marcha.
Considero que se trata de un tipo de servicio que tiene todavía mucho por mejorar, pero la manera en la que permite que uno se pueda organizar y pueda comer o cenar “bien” sin perder tiempo cuando uno va apretado, es brutal. Uno puede ver desde el móvil por dónde va el repartidor, marcando, incluso, los minutos que faltan para que el pedido sea despachado.
Lo dicho, amigos, familia, que este tipo de servicio, dependiendo del momento, del contexto y de lo que nos pida el cuerpo, se torna en una opción interesante, siempre y cuando lo que se oferte esté a la altura.
SOCIALIZAR
Pero todo hay que decirlo, amigos, pues este servicio no está disponible más allá de las grandes ciudades. Eso quiere decir que, si uno quiere comerse el bocata de lomo rebozado con queso y pimientos del bar de toda la vida en casa, no va a tener más remedio que pasarse a por él. Que, aunque pueda parecer un atraso para muchos, la realidad es que condiciones como esta, o seguir yendo a hacer la compra al mercado o al super del pueblo, nos mantienen conectados con nuestra gente. Y aquí es donde, por mucho que valore en muchos aspectos este tipo de servicios, me toca deciros que también creo que suponen un riesgo para el desarrollo de nuestras habilidades sociales. Que uno puede estar hasta el moño de tratar con algunas personas, porque ha podido tener un día duro, pero remitir prácticamente todas las acciones necesarias para el mantenimiento vital de una persona a solicitudes y órdenes ejecutadas a través de una pantalla, va a hacer que nos ahoguemos frente al primer conflicto hablado al que nos enfrentemos. Las habilidades se pierden si no se trabajan, familia, y, al paso que vamos, vamos a terminar pidiendo por Whatsapp un zurito al camarero que tenemos en frente.
No quiero que penséis ni os imaginéis un mundo postapocalíptico en el que la gente no sabe entrar a un bar a pedir algo ni tampoco hacer un pedido para llevar. Tampoco quiero que os imaginéis una sociedad en la que todo viene precocinado y las casas no tienen cocina. No creáis que estas aplicaciones de “delivery” vayan a venir preinstaladas en los nuevos móviles de última generación… ¿o sí…? No lo sé. Yo tengo claro qué me emociona más. Y no dudéis que tiene más de parte humana que de digital. El día que la aplicación de Glovo me pregunte “¿lo de siempre?”, me replantearé las cosas. Pero, mientras tanto, prefiero seguir recorriendo la distancia de la tasca de siempre a casa, con la emoción y el “ansia” de querer comerme lo que llevo bajo el brazo.
Os dejo, para cerrar esta reflexión-explicación sobre el “delivery”, con una pequeña propuesta que no es más que el bocadillo que más he disfrutado “para llevar” en mi pueblo.
Rebozamos con harina y huevo unos finos filetes de lomo adobado y se freímos a fuego fuerte. Seguido, en el pan recién tostado, untamos un poco de mayonesa y le molemos pimienta negra al momento. Por otro lado, freímos en abundante aceite unos ajos junto con unos trozos menudos de pimiento verde. Escurrimos bien y colocamos sobre los lomos. Fundimos unas lonchas de queso sobre los lomos rebozados con los pimientos y lo metemos todo entre los panes tostados con mayonesa.
Dadle las vueltas que queráis al asunto, pero si os hacéis este bocadillo, vuestra cabeza le va a dar la vuelta al globo varias veces.
On egin!

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