MARIONA BORRULL

Antes Maria que Callas

Angelina Jolie se mete en el papel de la cantante de ópera Maria Callas, en la película «Maria» de Pablo Larraín, director que con anterioridad ya había retratado a Jackie Kennedy y a Diana Spencer.
Angelina Jolie se mete en el papel de la cantante de ópera Maria Callas, en la película «Maria» de Pablo Larraín, director que con anterioridad ya había retratado a Jackie Kennedy y a Diana Spencer.

Gentes de Netflix, ¿por qué cambiar el título de la nueva película de Pablo Larraín, “Maria”, al marbete desgraciado de “María Callas”? Como si su valor residiera en que, “ey, esto pasó de verdad”. El original “Maria” jugaba en una ambivalencia sabrosa: no era La Callas, solo Maria, e iba sin tilde porque no nos pertenecía. Luego el nombre partía de lo humano a lo divino, al símbolo universal de la piedad que contemplamos, todes, desde nuestro sitio. “Maria”, un humor personal, íntimo y compartido. En cambio, “María Callas” es un código de barras. Y sí, ya sé que “Maria” puede nacer de la tendencia idiota de acortar los nombres de personajes icónicos (“Pan”, “Kong”, “Amy”...). Pero no lo pegarías a un frasco de formol.

En fin, estamos ante la tumultuosa, hermosa y trágica biografía de la cantante de ópera más grande del mundo, reimaginada desde las alcobas lujosas pero polvorientas que vieron sus últimos días, en el París de los años 70. Con esta pompa lo anunciamos y con tal suntuosidad la dirige el chileno Pablo Larraín, el mayor retratista de las damas malditas bajo el foco: antes fueron Jackie (Kennedy) o (Diana) Spencer.

El triángulo trágico se completa con la última semana de vida de Maria, aprisionada entre neuras y adicciones, y bajo el asedio constante del fantasma de La Callas, aquella que el público santificó por su voz pero ahora ya no puede cantar. En los espirales ascendentes convocados por el encierro, la diva tortura a sus dos empleados personales, la cocinera Alba Rohrwacher y el mayordomo Pierfrancesco Favino, igual que un niño abrasa hormigas bajo la lupa.

Y evoca, evoca una larga conversación metafórica con la muerte (Kodi Smit-McPhee, el chaval de “El poder del perro”... ¿Quién mejor para el papel?), en flashbacks que la suicidan narrativamente -desnudándola hasta revelar todas las vetas de irracionalidad y caos en el mármol- antes de matarla de verdad. Escribe Steven Knight, detrás de “Peaky Blinders” y la misma “Spencer” que, eso sí, procura mantener en el misterio aquello que Maria vio en el magnate griego Aristóteles Onassis. Ahí, este biopic lustroso es más sorrentiniano que larrainesco.

“Maria” se estrenó en Venecia, bien lista para la carrera de premios, pero la nominación de Angelina Jolie al Globo de Oro (y posiblemente al Óscar, que no aprendería Jolie a cantar ópera sin aspirar a coronarse en la Academia) llega en un momento bajo para el biopic serio. Y este es un biopic muy, muy serio. Aunque en realidad… Hay algo patético en la transparencia con la que Larraín niega constantemente al personaje. Se la degrada, se la cuestiona. No vemos nunca cantar a la diosa del cante. Creemos en ella, porque todo el mundo actúa con reverencia religiosa, pero… Quizás esta sí sea la película definitiva sobre la fe. ¿Cómo no llamarla “Maria”?