Paka Berroeta
GRECIA, TIEMPO DE SOLUCIONES

GRECIA TIEMPO DE SOLUCIONES

Los resultados de las elecciones legislativas anticipadas que se celebran hoy en Grecia no solo van a condicionar inevitablemente la vida de un país sacudido por la crisis, sino que son esperados con la respiración contenida por todos los líderes europeos.

Grecia está conmocionada por una crisis que el Gobierno saliente de Samaras y la máquina propagandística de la Comisión Europea, del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario Internacional han hecho todo lo posible por situar en la senda de la recuperación, intentado legitimar su drástica política de recortes y entrando en la campaña electoral amenazando con durísimas medidas en caso de que una Syriza ganadora no se pliegue a sus exigencias. Pero la realidad es tozuda: un país en bancarrota, con una tasa de paro superior al 26% y de más del 50% en el caso de la población menor de 35 años; una tasa de inflación negativa, una deriva incontrolada de la deuda y uno de cada tres habitantes bajo el umbral de la pobreza, sin acceso a la sanidad ni a los servicios públicos básicos. La pretendida recuperación basada en la austeridad no parece más que una cortina de humo para evitar la victoria de Syriza que anuncian todas las encuestas en las elecciones legislativas. En su cuartel general de la Plaza Eleftheria la actividad es frenética. La policía vigila discretamente los accesos y las cámaras de televisión hacen directos desde la acera de enfrente. Su líder, Alexis Tsipras, se reúne con todo tipo de colectivos y recibe a medios de comunicación, empresarios, comerciantes o sindicalistas, mientras trata de capear la campaña del miedo desatada por la troika y conjurar las presiones a las que se ve sometido su programa político por los líderes de la derecha europea.

Atenas, territorio del grafiti. Sin embargo, muchas de las protestas, reivindicaciones y aspiraciones de las luchas sociales y políticas de Grecia no se libran solo en los despachos o en las movilizaciones callejeras, sino que se encuentran pintadas en las paredes de las calles de Atenas. Probablemente sea ahora mismo la capital de Europa con una mayor cantidad de grafitis, muchos de ellos contra los bancos, la policía, el FMI y los políticos. Hay barrios, como Metaxourgeio o Kerameikos, donde artistas grafiteros de renombre internacional como Ino, Stmts, Mapet, Fikos o Borodo, han pintado las paredes de edificios o de recintos industriales con todo tipo de motivos; pero es en el barrio de Exarjia donde se perciben como una auténtica explosión que inunda las paredes de prácticamente todas las casas. En una de sus calles, a quince días de las elecciones, los artistas grafiteros franceses War! y Oré realizan con rapidez un mural que es toda una declaración de intenciones de rabiosa actualidad: pintan el rostro de la actriz, cantante y política griega Melína Merkoúri, y junto a él la parte de su canción “Atenas, mi ciudad” que dice «Mi ciudad, la voz de tus hijos te llama. Despierta, Atenas». Los grafiti se han utilizado en Grecia con profusión a lo largo de la historia, como medio de comunicación y de difusión de mensajes y consignas. Durante la II Guerra Mundial, la guerra civil y la dictadura de los Coroneles tuvieron un propósito concreto de lucha y resistencia, y ahora pueblan la ciudad como un grito de desesperación ante la crítica situación que vive el país.

Las paredes del recinto de la Universidad Politécnica de Atenas, que fuera escenario de la histórica revuelta que supuso el principio del fin de la Dictadura de los Coroneles, están llenas de grafitis que hablan con mordacidad de la actual situación política, que homenajean a las víctimas de la represión o al rapero antifascista Pavlos Fyssas, muerto en 2013 por miembros del partido nazi Amanecer Dorado. Sus aulas sirven también para acoger reuniones y asambleas de aquellos grupos o colectivos que no disponen de espacios para reunirse. No es el caso del colectivo antiautoritario Nosotros, que dispone de un centro social en pleno barrio de Exarjia. Uno de sus miembros, Grigoris, reflexiona sobre la experiencia de Nosotros como colectivo dinamizador y activo en un barrio particularmente sensibilizado por la política y el compromiso social. Cree que la autogestión no es una mera idea política más o menos irrealizable, sino que desde estos centros y organismos se realizan propuestas perfectamente asumibles por la ciudadanía, como por ejemplo en el caso de la gestión de los residuos urbanos. Nosotros nació en 2005 como centro social autogestionado y desde entonces dispone de un bar y un comedor, se celebran actos y conciertos, acoge a diversos colectivos y se imparten cursos gratuitos de música, teatro, idiomas, yoga, etc. Sin embargo, Grigoris reconoce que Exarjia tiene una larga tradición de lucha popular y pone como ejemplo la resistencia vecinal contra un cacique del PASOK que quiso transformar la plaza de Exarjia en un estacionamiento. O la iniciativa social que supuso la conquista del Parque Navarino, un parking privado que fue ocupado por las vecinas y vecinos, que rompieron el asfalto, trajeron tierra, plantaron árboles y plantas y lo transformaron en un oasis dentro de la ciudad, un parque autogestionado, un lugar de juego, de paseo y de esparcimiento. Exarjia es un espacio complejo, un microcosmos que bien puede representar muchas de las contradicciones y conflictos de la sociedad griega. Un barrio que alberga múltiples centros y locales de inspiración libertaria, alternativa o anticonsumista. Casas ocupadas, asociaciones de intercambio, radios libres, centros sociales, bancos de tiempo, bares y librerías anarquistas, pero también tranquilos cafés, restaurantes de lujo, tiendas de diseño y coloristas mercadillos de frutas. Un barrio con una alta conciencia política y con una población mayoritaria de clase media, en el que la población inmigrante no tiene una gran presencia. Un barrio que representa perfectamente la degradación económica que ha sufrido el país y donde se pueden palpar las reflexiones políticas y sociales que la ciudadanía busca como salida a la crisis. Por eso Grigoris dice que uno de los debates políticos en Exarjia es precisamente la conveniencia de descentralizar los movimientos sociales y exportar la energía y las experiencias de Exarjia hacia otros barrios. Al mismo tiempo que War! y Oré pintan su mural, Nikos trata de borrar las pintadas de la fachada de su casa. Dice que no está en contra de las pintadas de contenido político o social, pero que está cansado de que las paredes del barrio se hayan convertido en el soporte incontrolado de grafitis absolutamente pueriles que solo consiguen contaminar visualmente el espacio.

El momento de las economías alternativas. Sin embargo, las duras políticas de austeridad han hecho que gran parte de la sociedad griega no solo se haya activado en la lucha política a través de movilizaciones y huelgas, sino que también se haya replanteado la propia práctica económica, que ha hecho surgir por todo el país abundantes ejemplos de economía solidaria, cooperativas con un marcado interés social y redes de colaboración, produciéndose un auténtico reajuste en las jerarquías y en los modos y maneras de entender la vida en sociedad. Hay miles de personas en Grecia que practican nuevas formas económicas basadas en la cooperación social, que creen que quizás haya llegado el momento de las soluciones, la hora de construir positivamente sin contar con las administraciones públicas que se han desentendido de la ciudadanía, el tiempo de dar respuestas colectivas y prácticas en lugar de resignarse a la pasividad y a la miseria.

En Exarjia también nació en 2004 Sporos, la primera cooperativa de comercio justo de Grecia. Sporos –semilla, en griego– actuó como una auténtica simiente y de ella surgieron muchas otras iniciativas como Skoros, una anti-tienda basada en el trueque donde se pueden entregar y retirar libros, ropa, zapatos, DVDs, juguetes, bolsos, etc., de forma libre y gratuita. Zoé lleva en Skoros desde su inicio, hace cinco años. Explica que se trata de una experiencia basada en el anti-consumo y en la idea de que es posible practicar una forma diferente de vivir, sin tantas necesidades materiales y utilizando solo lo que realmente se necesita. Llevan todo este tiempo tratando de transmitir a quienes les visitan que no se trata de nada relacionado con la caridad. No quieren que nadie entregue lo que le sobra simplemente para sentirse bien o para pensar que está haciendo un bien a los demás, sino que quieren obstaculizar las formas capitalistas de pensar, priorizando el valor intrínseco de cada producto y no aquel que la especulación del mercado le otorga. Los beneficios no son económicos sino sociales y educativos, algo que está presente en todos los casos de prácticas económicas alternativas. La llegada de la crisis supuso para ellos una auténtica convulsión, pues la gente ya no tenía dinero y ni siquiera podía elegir cómo comprar, por lo que tuvieron que reforzar y adaptar su mensaje. Quien acude a Skoros puede dejar aquellas cosas que desee y puede llevarse un máximo de tres cosas gratuitamente. Han tenido que trabajar mucho en explicar la dinámica del trueque tal y como lo entienden ellos, porque mucha gente no sabe cómo desenvolverse en un entorno de anti-consumo, e incluso cuenta que sorprendentemente hay quien ha llegado a robar, llevándose a escondidas objetos que superaban los tres máximos permitidos. El colectivo lo componen una veintena de personas voluntarias que no se sitúan bajo una idea política homogénea, lo que para Zoé es muy positivo porque hace que las discusiones y los debates sean mucho más fértiles y productivos. Cree que la crisis ha posibilitado el desarrollo de este tipo de economía más responsable y ha hecho que se abran nuevas ventanas y nuevas formas de pensar, pero desea con fuerza que el panorama político cambie porque la situación ya es insostenible.

También surgió de la experiencia de Sporos el Café Pagkaki, en el barrio de Kukaki, creado hace cinco años por un grupo que decidió dar una respuesta colectiva a esta situación de «barbarie generalizada» y colaborar en la construcción de redes de resistencia y de creación para atacar el sistema dominante. Orestis, que forma parte del colectivo, cuenta que se inspiraron en las estrategias de resistencia popular latinoamericana desarrolladas en Chiapas o en Brasil, y que en Grecia es necesario desarrollar experiencias de autogestión para luchar simplemente por lo básico. El desmantelamiento del Estado y de las estructuras económicas es de tal envergadura que antes de intentar avanzar en otras direcciones hay que conseguir los mínimos imprescindibles para vivir con dignidad. El Pagkaki es una cooperativa sin jefes ni empleados. Los beneficios, si los hay, los reintegran al proyecto o los destinan a otros colectivos. Pertenecen a la red Kolectives y funcionan de forma asamblearia. Jará, otra componente del Pagkaki, es tremendamente positiva y derrocha pasión y energía. Cuenta que la gente no puede limitarse a votar y a rezar, y que ha llegado el momento de actuar, de hacer cosas, de preocuparte por tu vida y la de los demás. El dinero es importante, dice, pero también cómo organizar el puesto de trabajo, cómo gestionar el día a día, cuidar las relaciones personales, pensar en cómo hacer mejor las cosas. No pueden evitar tener relación con el Estado, pero funcionan con autonomía y su manera de autogestión les ha hecho ganar en compañerismo y solidaridad. Cree que Pagkaki funciona como un organismo vivo, como un cuerpo en el que cualquier cosa que afecte a uno de los miembros afecta a la totalidad del colectivo. Insiste con humildad en que no cree que hagan nada mejor que los demás, y en que aunque tienen una ideología, su experiencia diaria no tiene una fuerte inspiración política ni sus planteamientos como colectivo abordan los grandes debates políticos, sino que prefieren centrarse en las pequeñas batallas del día a día. Siente que no están solos en esta lucha, y por eso desean transmitir sus experiencias a los demás, eso les aporta energía y ganas de seguir adelante.

Un campamento de mujeres en lucha. Hace frío en el soportal en el que un grupo de mujeres prepara algo de comer en el campamento que mantienen desde hace nueve meses junto a la sede del Ministerio de Finanzas, muy cerca de la Plaza Síntagma. Vivi Vlachou es una de las 595 empleadas de limpieza del Ministerio que fueron despedidas en 2013 como consecuencia del llamado “Plan de movilidad”, el paquete de recorte de 11.000 empleos públicos que el Gobierno del conservador Samaras pactó con la troika para poder despedir a empleados públicos. Mientras come, Vivi reconoce la dureza de las movilizaciones durante todos estos meses, así como la decepción que supuso comprobar cómo el Gobierno ignoraba el fallo del Juzgado de Primera Instancia que anulaba el despido de 397 compañeras. Pero recuerda agradecida todas las muestras de apoyo y solidaridad que han recibido durante este tiempo. Dice que ahora esperan la próxima llegada de Syriza al Gobierno para que se puedan reincorporar a sus puestos de trabajo. Sería un auténtico broche de oro a una movilización que ha sido todo un hito en la lucha obrera griega, protagonizado por un grupo de mujeres que han resistido a todas las presiones y que a día de hoy aún mantienen viva la esperanza en conseguir sus reivindicaciones.

Mientras las mujeres limpian y organizan el campamento, los turistas asisten en la Plaza Síntagma al enésimo cambio de guardia de los soldados del Parlamento griego. Hace apenas un mes se desarrollaban aquí las últimas manifestaciones en apoyo al preso anarquista Nikos Romanós y en recuerdo del joven Alexis Grigoropoulos, muerto hace seis años por los disparos de un policía. En la cercana plaza de Monastirakis, bajo la Acrópolis, un heterogéneo grupo musical callejero desgrana canciones del grupo mexicano Maná en un castellano perfecto. Al oír la parte de la canción “En el Muelle de San Blas” que dice «se quedó sola…, sola en el olvido, sola con su espíritu, se quedó con el sol y con el mar, se quedó ahí…, se quedó hasta el fin, se quedó sola, sola…», una no puede evitar sentir un cierto escalofrío.