Natxo MATXIN

El hielo, nuevo reto para el mejor patinador vasco de todos los tiempos

Es habitual que los grandes campeones de cualquier modalidad deportiva se embarquen en nuevos retos que les motiven en su entrenamiento diario y engrosen su palmarés y trayectoria. Ioseba Fernández, el mejor patinador vasco de todos los tiempos, también está probando con una superficie que hasta ahora le era desconocida, cambiando las ruedas en línea por las cuchillas.

Desde hace ya cierto tiempo, la Kia Speedskating Academy alemana de patinaje sobre hielo le viene tentando para catar esta variante y el de Iturmendi considera que, a sus 25 años, ha llegado el momento oportuno para hacerlo.

Durante estas dos o tres semanas previas a las Navidades, el deportista navarro estará concentrado en tierras germanas, aprendiendo la técnica y características de una clase de patinaje que destaca por su mayor velocidad. «No voy con presión, ni grandes expectativas, simplemente quiero disfrutar de esta experiencia. Después tomaré una decisión sobre si me compensa a todos los niveles y si me veo que puedo rendir al máximo también en el hielo», explica el patinador de Sakana, afincado en Barañain.

Fernández le dará así continuidad a una temporada marcada por su rotura de fibras en el aductor que se produjo dos días antes del Europeo disputado en julio en Austria, lo que le obligó a recuperarse a marchas forzadas para la disputa del Mundial, en un deporte semiprofesional en el que las becas económicas están directamente ligadas a los resultados cosechados. «No podía permitirme el lujo de no competir en Taiwán y lo cierto es que me encontré muy bien en las eliminatorias e incluso en las semifinales, donde conseguí el récord de los 100 carril, una prueba de reciente creación. Estaba mentalizado para conseguir otro nuevo título, pero ya cuando calenté antes de la final me di cuenta que la pierna no me respondía», relata con cierta rabia.

Pese a ello, obtuvo el bronce, una medalla que podría considerarse menor para un deportista acostumbrado a ganar, que acumula dos títulos mundiales y seis europeos, lo que le convierte en el mejor patinador vasco de todos los tiempos. «Fue una sensación un tanto agridulce porque, cuando siento que puedo ganar y no lo hago, me cuesta valorar lo conseguido. Después sí que le di valor al hecho de que ese fue mi quinto podio consecutivo en un Mundial, sobre todo porque muy pocos creían que iba a poder llegar a tiempo para competir», destaca. Esa autoexigencia es la que le ha llevado a estar tanto tiempo en la élite. «Es la clave. Si eres conformista, solo puedes llegar arriba con mucho talento, pero luego mantenerte ahí solo se obtiene siendo muy ambicioso y competitivo», admite.

Deporte olímpico

Como ya se ha mencionado antes, en este último Mundial se introdujeron toda una serie de novedades, con vistas «a ganar en espectacularidad de cara al espectador» y también para que ello vaya redundando en las posibilidades de que el patinaje acabe convirtiéndose en deporte olímpico, una demanda que lleva prolongándose desde hace años y que se ha puesto el horizonte de 2020 para conseguirlo. «Se cumplen los requisitos tanto del número de fichas como de países que lo practican, pero el problema es que alrededor de este deporte no hay marcas comerciales muy conocidas y ello influye en su escasa repercusión mediática. Bajo mi punto de vista, es una modalidad muy espectacular, similar al ciclismo en pista, accesible, muy divertida y amena para el espectador y la televisión», defiende.

Será complicado que, caso de que finalmente el patinaje se convierta en nueva disciplina olímpica, Fernández pueda disfrutar de unos Juegos como participante, dado que «no hay muchos patinadores con treinta años», pero las ganas por entrenar, competir y, especialmente, mejorar no han remitido en el espíritu del navarro. De hecho, depurar su técnica es uno de los aspectos en los que más ha trabajado últimamente. Y lo ha hecho de la mano de un preparador de prestigio mundial, como es Huang Chun Lee, antiguo técnico de la selección de Taiwán, con el que ya contactó hace un año en el pasado Mundial de Argentina, lo que acabó fraguando en una estancia en China de varios meses. «Me acogieron en su casa como un familiar más y he mejorado mucho, sobre todo en lo que se refiere a la aceleración en las curvas», explica.

Estimulado por estos nuevos objetivos, el patinador de Iturmendi reconoce que «he aprendido a disfrutar del esfuerzo diario, saber apreciar el esfuerzo de todo un año, que se plasma en 16 o 24 segundos, que es lo que duran las pruebas en las que compito». «De lo contrario, no compensarían toda la serie de sacrificios que hay que realizar», añade este enamorado del patinaje, al que le gustaría seguir unido de una forma u otra cuando llegue el momento de la retirada, algo que considera «complicado», al tratarse de un deporte «minoritario». Aun y todo, se siente «valorado y recompensado» por todos estos años de logros deportivos que aventura van a tener su prolongación porque, «aunque ya no tenga mucho margen de mejora en lo físico, sí que me encuentro en uno de mis momentos idóneos, sobre todo porque ahora estoy mejor preparado en lo psicológico».