Mikel ZUBIMENDI

AJEDREZ, «OBRA DE SATÁN» CAPAZ DE TUMBAR A REYES... Y AL GRAN MUFTI SAUDÍ

Introducido por los árabes en Europa en el siglo VIIl, ahora el ajerez puede ser perseguido en Arabia Saudí. El Gran Mufti ha declarado que es algo satánico que potencia el vicio y que es contrario al islam. Ello ha levantado multitud de voces en medio de un gran escándalo global.

Capablanca, precoz ajedrecista cubano campeón mundial de 1921 a 1927, apodado como "el Mozart del ajedrez", decía que el deporte mental más popular del mundo era un juego por su forma, un arte por su contenido y una ciencia por su dificultad. Para el polaco Akiba Rubinstein, gran jugador mundial de principios del siglo XX, «ni siquiera existía tanto misterio en diez asesinatos como en una gran partida de ajedrez».

Mucho se ha escrito sobre las virtudes del ajedrez, sobre sus potencialidades para estimular el desarrollo de habilidades cognitivas como la inteligencia, la memoria o la atención. Sobre su capacidad de desarrollar el sentido ético al ser un juego de reglas y establecer valores, criterios y normas generales. Además, permite el establecimiento de transferencias a situaciones de la vida diaria. Es un deporte complementario o alternativo que potencia el autocontrol, la autoestima, la expresión y la toma de decisiones que se practica bajo techo, es barato y tiene pocas exigencias de espacio y materiales. No es una actividad sexista, todos tienen el mismo espacio y las mismas oportunidades. Es un deporte en el cual los participantes parten de las mismas condiciones físicas; no importa la agilidad, altura o la fuerza.

Sin embargo, corrigiendo el dicho, con la religión hemos topado. Y como hicieron otros en diferentes épocas históricas en las que el ajedrez fue prohibido por musulmanes, católicos, anglicanos, judíos o puritanos, la máxima autoridad religiosa de Arabia Saudí, el Gran Mufti Sheikh Abdelaziz Al Sheikh, acaba de declarar contrario al islam –«haram»– a este milenario deporte. Según su particular interpretación del Corán, el ajedrez es una pérdida de tiempo que crea adicción, alienta las apuestas y el ánimo de lucro, fomenta la enemistad y la rivalidad entre la gente y causa falta de interés hacia las oraciones diarias y al recuerdo de Dios.

En otras palabras, es una «obra de Satán» fuente de innumerables vicios que debe ser calificada como tal. Y aunque las palabras del Gran Mufti no supongan una prohibición inmediata, no cabe duda de que su impacto en una sociedad cuyo establishment religioso se adhiere a una estricta ideología islámica suní, conocida con el nombre de wahabismo, genera una atmósfera de miedo que puede clandestinizar un juego que los árabes practican desde hace quince siglos.

Las palabras de este muy influyente clérigo de Arabia Saudí contra el ajedrez no son nuevas ni exclusivas. Previamente el gran ayatolá chií de Irak, Ali al-Sistani, había declarado que el ajedrez estaba prohibido por el islam utilizando los mismos argumentos que el Gran Mufti, porque podía ser utilizado para fomentar el vicio del juego con &bs;ánimo de lucro y las apuestas, algo que es «haram», que no está permitido por el islam. Antes lo habían declarado «haram» los talibanes, o el mismo Jomeini, el líder de la revolución islámica de Irán de 1979 –aunque lo rehabilitó en 1988 al considerarlo «beneficioso para el desarrollo del cerebro»–.

El verdadero temor del Gran Mufti

No es casualidad de que la noticia se hiciera pública en víspera de la celebración de un torneo internacional de ajedrez en La Meca, ciudad natal de Mahoma y la más importante de todas las ciudades santas del islam. Como tampoco lo es que se hayan hecho públicas las noticias de la detención de personas que viajaron al reino de los Saud que fueron acusadas de llevar piezas de ajedrez en su equipaje, algo que está formalmente prohibido. Hasta ahora, al igual que la música popular, el ajedrez estaba «permitido» a condición de no hacer mucha publicidad y de que no prosperaran entre las masas. En adelante, todo indica que las cosas van a cambiar y que lo van a hacer a peor a pesar de que el escándalo no se ha hecho esperar y multitud de voces, de grandes maestros, de simples aficionados o no, especialmente en las redes sociales, se han levantado contra la idea de prohibir este juego milenario.

En las redes sociales se suceden los mensajes que unen la opinión del Gran Mufti con el hecho de que en el ajedrez la reina no lleva burka y puede moverse libremente sin el permiso del rey o porque, sencillamente, tiene más capacidad de movimiento que el rey. Al ser un juego que celebra y fomenta el raciocinio, el ingenio y la imaginación, muchos creen que lo hace completamente incompatible con el rigorismo wahabi. No faltan tampoco las alusiones al gran tablero de la geopolítica, con claras referencias a los peones sacrificados por el afán dominador de los Saud, como es el caso de Yemen.

Con todo, diga lo que diga el clérigo supremo saudí y tache al ajedrez de «obra de Satán» o como quiera, lo cierto es que, como escribió el escritor y naturalista británico Stephen Moss, el ajedrez es algo «gloriosamente rebelde». Los jugadores, especialmente los profesionales, son devotos hasta la obsesión y, en cierta medida, el mundo «real» es aburrido, injusto e inamovible para ellos. Por eso viven en otro mundo, rechazando el mundo de cada día y todos sus tótemes. Los jugadores de ajedrez quieren tumbar a los reyes, encuentran la manera de hacerlo. Quizá pronto harán lo mismo con el Gran Mufti. Quizá eso es lo que este teme.