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Cientos de refugiados asisten con rabia al desmantelamiento de la «jungla» de Calais

El desmantelamiento parcial de la «jungla» de Calais continuaba ayer, por segundo día consecutivo, bajo fuerte vigilancia policial y ante el desconcierto y la rabia de cientos de refugiados, que asistían temerosos al avance de las excavadoras.

La de los refugiados se ha convertido en una crisis mundial, en palabras del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, y según varios expertos podría desembocar en el colapso de varios países de Oriente Medio y la Unión Europea. El flujo de llegadas a Grecia de sirios, iraquíes y afganos, principalmente, y a Italia de subsaharianos de distintos orígenes, entre otros, se mantiene alto.

A miles de kilómetros de allí, en la localidad francesa de Calais, proseguía ayer, por segundo día consecutivo, el desmantelamiento de la parte sur del campo de refugiados conocido como la «jungla», donde se encuentran sobre todo afganos, sirios y sudaneses, ante el desconcierto de los migrantes, que observaban temerosos al avance de las excavadoras.

Dos de ellas y varias decenas de empleados de una empresa privada contratada con ese fin continuaron desde primera hora de la mañana las labores de destrucción de las casetas que en los últimos meses han servido de albergue para miles de refugiados que esperan su paso a Gran Bretaña. Calais es un punto estratégico para entrar en territorio británico, ya que desde allí parten multitud de ferries y también el tren subterráneo que cruza el Canal de la Mancha.

Los migrantes se mostraban reticentes a abandonar el campamento y marcharse a diferentes centros de acogida repartidos por todo el Estado. «Tienen que recoger sus cosas y marcharse, va a llegar la Policía», explicaba un funcionario a un grupo de sudaneses, nada impresionados: «Ya hemos conocido la cárcel y la tortura, ¡no nos da miedo!».

La zona afectada, la parte sur del campamento, alberga a entre 800 y 1.000 refugiados, según el Gobierno francés, y 3.450, según las asociaciones humanitarias que trabajan allí.

Aunque las autoridades francesas proponen soluciones alternativas de alojamiento, muchos no las aceptan puesto que eso les aleja de Gran Bretaña y les obliga a registrarse y a ser fichados, lo que acaba con sus opciones de pedir asilo en ese país.

Los trabajos se efectuaban en medio de importantes medidas de seguridad, con policías antidisturbios pertrechados con escudos, rodeando la zona en la que trabajaban los operarios. Fuera de ese radio de seguridad, los inmigrantes asistían impertérritos a la escena. El lunes, la reacción fue más violenta y por la noche hubo enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.

Ahmed, un sirio de 24 años, miraba con lágrimas en los ojos la destrucción de lo que ha sido durante los últimos meses su casa, levantada con maderas y lona. Abandonó el lunes por la noche la vivienda después de que la Prefectura le avisara de que iba a ser destruida. Por ahora, se ha instalado más al norte, aunque desconoce su futuro.

Como él, decenas de inmigrantes asistían a la destrucción del campamento, algunos subidos a los tejados de las chabolas más próximas con carteles reivindicativos. «¿Es ésta vuestra paz?», rezaba uno, mientras que en otro se podía leer: «Vine a buscar la libertad a Europa, pero no la he encontrado».

El ambiente general entre los que se resistían a abandonar el campamento era de decepción.

Macedonia defiende el uso de la fuerza

El ministro macedonio de Exteriores, Nikola Poposki, defendió ayer la decisión de autorizar el uso de gases lacrimógenos para contener a los refugiados en la frontera con Grecia, después de que el lunes la Policía macedonia los empleara contra cientos de sirios e iraquíes que trataron de forzar la barrera fronteriza en el paso de Idomeni.

La situación es muy tensa en la frontera, donde más de 7.000 refugiados esperan del lado griego. Skopje decidió la semana pasada filtrar el paso de sirios e iraquíes y cerró el paso a los afganos, después de que Austria y los países balcánicos les impusieran restricciones. Unos 30.000 migrantes están atrapados en Grecia.

La canciller alemana, Angela Merkel, volvió a lamentar la escasa respuesta europea a la crisis, pero aseguró que la situación en la frontera greco-macedonia no es «comparable» a la de setiembre, cuando Berlín pactó con Viena abrir un corredor para trasladar a los refugiados y evitar una catástrofe humanitaria, al ser preguntada si estaba estudiando una medida similar en este caso.GARA