Dabid LAZKANOITURBURU

El Gobierno nombrado por la ONU se hace con el control de las arcas en Libia

El Gobierno de «unidad nacional» impuesto por la ONU y Occidente en Libia trataba de consolidar su autoridad tras lograr el apoyo tanto del Banco Central como de la Empresa Nacional de Petróleo. El Ejecutivo rival de Trípoli perdía pie por temor a perder sus sueldos.

Una semana después de su sorprendente desembarco en la capital libia, el designado por la ONU primer ministro del Gobierno de «unidad nacional», Fayez al-Sarraj, ha dado un importante paso al lograr el apoyo del Banco Central y de la Empresa Nacional de Petróleo. Esta última es prácticamente la única fuente de ingresos del país norteafricano mientras que el primero había suministrado ininterrumpídamente hasta ahora los sueldos de los políticos y empleados públicos, además de las soldadas a la miríada de milicias que campan a sus anchas por todo el país.

Horas después de que el Gobierno de la ONU ordenara al Banco Central que necesita su luz verde para cualquier pago, incluido el de los ministerios e instituciones públicas, el Gobierno de Salvación Nacional de Trípoli, no reconocido por la comunidad internacional, emitía un comunicado a última hora del martes en el que accedía a ponerse a las órdenes del Ejecutivo de Al-Sarraj «para poner fin al derramamiento de sangre y evitar la partición del país».

No obstante, el jefe del Gobierno de Trípoli, Jalifa Ghweil, se desmarcó del comunicado firmado por su ministro de Justicia y exigió a todo su gabinete a seguir en sus puestos amenazando con represalias.

La ONU y las grandes potencias se habían apresurado a saludar este paso aunque los expertos auguraban ya dificultades y presagiaban que la iniciativa de la ONU necesitará tiempo. «La gente es muy pragmática en Libia y se puede completar el círculo con el apoyo en los mecanismos de retribución políticos y económicos», señalaba Patrick Haimzadeh, un antiguo diplomático especializado en Libia. «Hay que continuar tirando de la cuerda pero sin quemar etapas», advirtió.

«La cuestión es saber si esos realineamientos son sólidos», se refería Marc Pierini, exembajador de la UE en Libia, a las divisiones en el seno del Ejecutivo de Trípoli, que controlaba hasta hace una semana la capital y la región de Tripolitania, incluida Misrata, con el apoyo de Fajr Libia, una coalición de milicias, algunas de ellas islamistas, apoyada por Turquía y Qatar.

El Ejecutivo de Al-Sarraj ha logrado estos días atraer a varias milicias, como la del salafista Abdulrauf Kara, y ha conseguido el apoyo de diez municipios de la costa oeste hasta Túnez

Parlamento de Tobruk

Todas las miradas se centran ahora en el Parlamento de Tobruk, en su día reconocido por la comunidad internacional, y en su Ejecutivo de Baida.

El hombre fuerte de este tercer Gobierno, el exmilitar gadafista Jalifa Haftar, rechaza ceder el poder y mantiene el control de casi toda la Cirenaica oriental con el apoyo del Egipto del mariscal golpista Al-Sissi, Arabia Saudí y las satrapías del Golfo.

Un empresario de familia terrateniente y monárquica

Fayez al-Sarraj, el primer ministro impuesto por la ONU, desciende de una familia de terratenientes y propietarios de comercios en Trípoli. Nacido en 1960 (56 años) y de profesión arquitecto, se convirtió en un empresario de éxito trabajando en proyectos públicos de la petrolera BTP.

Los Sarraj tuvieron su papel en la historia de la Libia moderna. Su padre, Mostafa al-Sarraj, fue designado como uno de los padres fundadores del Estado que surgió tras la independencia en 1951 bajo la forma del reino de Idris y que fue derrocado por una rebelión militar liderada en 1969 por el linchado Gadafi.

En 2014 fue elegido parlamentario en unos comicios en los que votó el 10% del censo y que fueron denunciados como fraudulentos por el saliente Congreso General Nacional de Trípoli. Al-Sarraj huyó con el Parlamento a Tobruk (sede de otro Ejecutivo), desde donde se exilió a Túnez y fue cooptado por la ONU para liderar su proyecto.GARA