Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Mi hija, mi hermana»

John Wayne cabalga junto a nosotros

Thomas Bidegain ha apostado por el riesgo y la sorpresa en su debut detrás de la cámara y con esta su ópera prima ha constatado una evidencia, que el western se ha convertido en territorio abonado para la experimentación de autores de muy diferente procedencia y estilo. Para los amantes del género, entre los cuales me incluyo, propuestas como la de Bidegain permiten ampliar hasta lo insospechado los límites de un género que, como buen superviviente, está obligado a reinventarse a sí mismo para poder sobrevivir. La opción elegida en esta oportunidad resulta cuanto menos sorprendente, una sobresaliente relectura de “Centauros del desierto” en la que el imaginario de John Ford se disfraza de la búsqueda implacable de una joven que será compartida por un padre y su hijo. La niña que fue raptada por los nativos se reconvierte para la ocasión en una joven occidental seducida por la llamada de la yihad que fue espoleada por un joven y amamantada por las redes sociales. Bidegain no es un autor cualquiera y si bien “Les Cowboys” supone su tarjeta de presentación como cineasta, su firma respalda los guiones de obras tan poderosas como “Un profeta”, “De óxido y hueso y Deephan” –ambas de Jacques Audiard– y “Perder la razón”, de Joachim Lafosse. Más allá del itinerario que nace en un microcosmo de una pradera del Estado francés teñida por los acordes de la cultura country y que deriva hacia los caminos polvorientos de Yemen, se trata de una aplicada radiografía humana que atesora los habituales males que comparten oriente y occidente, lo cual se traduce en una obsesiva ruta homérica resuelta con vigor y gobernado por la excelente complicidad que se establece entre la pareja protagonista, François Damiens y Finnegan Oldfield. Al primero le corresponde retomar el rol legado por John Wayner a la hora de componer un personaje extremo que borde peligrosamente los límites de la obsesión.