Raimundo Fitero
DE REOJO

Proteínas

Lo presencié hace unas noches en uno de esos canales que merodean la ciencia, las noticias sobre asuntos que no acabamos de incorporar a nuestra agenda electoral cotidiana, y se trataba de un reportaje sobre una entidad que ofrecía comida a los necesitados en algún lugar de la América rica. Tienen sus campos propios donde plantan tomates, pimientos, patatas y ese largo etcétera, y sus granjas, sus cocineras, sus trabajadores, además hacen una excelente labor social, quizás con cierto punto de caridad. Lo que más me impresionó fueron los miles de pollos que se sacrifican semanalmente para completar sus dietas sencillas pero equilibradas.

Y de ahí me puse a pensar en los millones de pollos que se crían, se matan, manufacturan y después forman parte de nuestra alimentación. Me dejé llevar por el impulso y me metí a buscar en esos lugares que nos acercan a la realidad de manera inmediata y me quedé anonadado. Los millones de kilos de carne de aves que se consumen diariamente en el planeta Tierra es algo imposible de concebir por un cerebro normal con un mínimo de sensibilidad poética. Sumemos los de cerdos, bovinos, ovinos, las piscifactorías en terrenos baldíos de interior donde se fabrican langostinos o gambas por tierras castellanas y la tendencia a esquilmar  los mares y océanos.

No sigo. No sé si la alternativa es hacerse vegano. Viendo el llamado debate a siete de TVE, uno siente otra pulsión, entra en otra fase de la evolución de la conciencia animalista. Datos. A “Sálvame” con su fauna de dos patas los fríen a multas por emitir contenidos no apropiados en horario protegido. A las truculentas corridas de toros, nunca jamás se les ha multado. Un detalle que explica los efectos en el voto y el consumo de televisión producidos por los excesos de ingesta de proteínas de procedencia animal.