Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Buscando a Dory»

Los métodos más originales para reactivar la memoria

Me siento como un pez fuera del agua, porque me doy cuenta de que tengo bastante olvidada ya la película “Buscando a Nemo” (2003), y es que el tiempo pasa muy rápido y los sobrinos se hacen mayores sin que te des cuenta. Pero, por suerte, ya están los de Pixar para refrescarnos la memoria, porque a pesar de los trece años transcurridos la secuela sigue siendo totalmente coherente con el material de partida. Son tan sutiles que no dejan que los grandes avances técnicos abran un abismo entre uno y otro largometrajes, limitándose a garantizar a la audiencia una inmersión marina dotada de un fotorrealismo que resulta natural, como si hubiera sido siempre así en la pantalla-pecera de las salas de cine.

La franquicia “Buscando a..” es al día de hoy el mayor y mejor acuario fantástico que pueda existir, ya que sus criaturas no han dejado de evolucionar hasta hacerse más y más inteligentes. “Buscando a Dory” es una obra situada bajo la poderosa influencia de “Del revés” (2015), título que marca un antes y un después en la animación familiar. Por eso focaliza el protagonismo femenino, a la vez que traduce a un nivel inteligible la complejidad psicológica de los seres vivos, que sienten y buscan su lugar en el mundo. El problema de la amnesia está tratado de forma magistral, mediante un sinfín de imaginativos recursos dedicados a la reactivación de la memoria. En las impresionantes secuencias localizadas en el Instituto de la Vida Marina de California se escucha varias veces repetido el mantra: «rescatar, rehabilitar y liberar». Pasa por ser un perfecto resumen de la necesidad de conocimiento, aquí representada por la desorientada pez Dory.

Pero el aprendizaje es un juego que Pixar lleva a la práctica, y de ahí que el concepto de “búsqueda” se vuelva tan divertido, sin que para los ocurrentes personajes acuáticos el viajar por tierra suponga una limitación.