Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «¡Bruja, más que bruja!»

Un esperpento zarzuelero adelantado a la transición

Por esas casualidades de la vida ha ido a coincidir la pérdida de Emma Cohen, que se ha venido a sumar a la de su compañero de reparto Paco Algora ocurrida también este mismo año, con la reposición en las salas de cine de “¡Bruja, más que bruja!” (1976). La restauración de la película se había llevado a cabo con motivo de la celebración del 40 aniversario de su estreno, y fue presentada en el festival de Málaga. Y, por otra parte, conecta con el creciente y más que justificado interés por recuperar las obras malditas del genial Fernando Fernán Gómez, como ya se hiciera recientemente con esa joya llamada “El mundo sigue” (1963). El malditismo de la película protagonizada por Emma Cohen se debió a una serie de fatales coincidencias, pues tuvo un paso fugaz por Madrid y Barcelona, a cuenta de una huelga del personal de taquilla y sala. Tampoco fue entendida, al resultar demasiado burlesca y crítica para la coyuntura acomodaticia de la transición, a la que se adelantó en nombre de una libertad que aún no existía. Y, por último, indignó al público tradicional de la zarzuela, que sintió que el llamado género chico estaba siendo ultrajado.

No estoy tan de acuerdo, en cambio, con quienes sostienen que fue un precedente del cine de Almodóvar. No, porque “¡Bruja, más que bruja!” fue fruto de la estrecha colaboración entre el cineasta del pelo rojo y Pedro Beltrán. Tan singular e inclasificable personaje había comenzado escribiendo para el italiano Francesco Rosi “El momento de la verdad” (1965), y luego hizo para Fernando los guiones de “El extraño viaje” (1967), “El pícaro” (1974), “Mambrú se fue a la guerra” (1985) y el que nos ocupa, sin duda el más disparatado de todos.

Entremezcla el esperpento valleinclanesco con el melodrama rural más desaforado, utilizando las canciones y sus estribillos para ridiculizar el atraso cultural y la superchería en los pueblos todavía sin asfaltar.