Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Peter y el dragón»

El pequeño niño salvaje encontrado en el bosque mágico

En Disney no se vuelven locos con la tecnología, y nunca abusan de los efectos digitales, porque tienen muy claro que lo que importan son las historias. Podía ser muy tentador coger una película visualmente obsoleta como “Pedro y el dragón Elliot” (1977), que fue hecha combinando acción real y animación, para someterla a un mero proceso de digitalización; pero en el estudio de Burbank siguen creyendo en la magia de los relatos encantados que contienen nuestros sueños más íntimos. Por eso han puesto aquella entrañable realización de Don Chaffey en manos de un cineasta independiente como David Lowery, quien en su previa “En un lugar sin ley” (2013), ya mostró una especial sensibilidad poética para la narrativa en imágenes. Y ese don lo mismo vale para desarrollar un contenido adulto que cuando se maneja uno destinado al público menor.

Aunque “Pete’s Dragon” presenta muchos y variados temas, el más importante sería el de las revelaciones y descubrimientos a edad temprana. El universo fantástico del niño protagonista es posible gracias a que cuando se perdió en el bosque ya sabía leer, porque esos padres que fallecieron en el accidente de tráfico al que el pequeño sobrevivió le inculcaron la pasión por los cuentos infantiles. Su hallazgo seis años después conecta con toda una rica imaginería popular, representada por el viejo artesano al que da vida Robert Reford, quien en sus tallas de madera se hace eco de las leyendas locales ligadas a la naturaleza salvaje del enclave.

Es imposible no pensar en la maestría didáctica que François Truffaut nos legó en “L’enfant sauvage” (1970), pese a que hay otros mitos clásicos como el de “Tarzán” o “King-Kong” que inundan la pantalla, dentro de una dinámica inspirada en el cine de aventuras de los años 80, y que cristaliza en secuencias de acción muy bien rodadas, como la de la divertida y espectacular persecución automovilística.