Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Blood Father»

Thriller fronterizo con guerras familiares

Estos últimos días me está tocando hablar de la vuelta de Mel Gibson repetidamente, pero lo hago con sumo gusto porque el genuino Mad Max empieza a ganar su particular pulso con la industria de Hollywood, y desde la total independencia ha conseguido romper con el cerco al que venía siendo sometido y salir airoso. Ya recuperado como cineasta, gracias a su quinto largometraje “Hacksaw Ridge”, también refuerza su carrera de actor protagonizando “Blood Father”, una producción europea dirigida por Jean-François Richet.

Para quienes gusten del cine de género hecho con vocación de serie B, no cabe duda de que Richet-Gibson es el binomio perfecto. A Richet el mercado francófono, donde tuvo que hacer un remake de la comedia de Claude Berri “Un moment d’égarement” (1977), se le queda corto. Se siente más en su ambiente homenajeando al maestro John Carpenter, tal como dejó bien claro con “Asalto al distrito 13” (2005). No necesita descubrir nada nuevo, para disfrutar rodando una película de carretera con el que fuera Max Rockatansky montado sobre una Harley-Davidson. Ninguna dinámica mejor que la motorizada para ejecutar un rotundo cruce entre el trhiller fronterizo y el drama paternofilial.

Lo mismo que decía de Kevin Costner a propósito de la recién estrenada “Criminal”, sirve también para Mel Gibson en “Blood Father”, porque habiendo llegado a los 60 años de edad demuestra encontrarse en la forma más exigente para el cine de acción. Y si a ello le sumanos el bagaje actoral que atesora, con un saber estar que no se tiene sin toda una trayectoria detrás, este veterano se las basta y sobra para conducir el relato con pulso firme. Al principio borda la caracterización de hombre maduro echado a perder, malviviendo en una destartalada caravana. Pero en cuanto se afeita la descuidada barba y se pone en ruta para dar la vida por su hija en peligro, todo marcha.