Iratxe FRESNEDA
Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Adolescencias salvajes y violentas

Adolescencia es un término que tiene su origen en el verbo latino adolescere, que significa crecer, desarrollarse. Adolescente deriva del participio presente que es activo, por tanto, es el que está creciendo, en oposición al pasado, que se correspondería al sujeto adulto, que ya ha crecido. El ser humano se mueve y el paso del tiempo nos convierte en mutantes que nada tienen que ver con la ciencia ficción. Esos cambios generan conflictos físicos y emocionales que en la adolescencia nos llevan a vivir tensiones que a veces explotan en actos desproporcionados, lejos de la órbita del control. Durante la 64 edición de Zinemaldia estamos asistiendo a las proyecciones de varios retratos de la pubertad y todos ellos coinciden, curiosamente, en la recreación de retablos de jóvenes que usan la violencia de forma discriminada contra los que entienden están en posiciones de debilidad. El director polaco Bartosz Kowalski lleva en “Playground” el concepto de la maldad a un primer plano, en una historia de dos adolescentes que cometen un acto de brutalidad extrema. Bertrand Bonello recrea en “Nocturama” un perturbador paisaje de jóvenes nihilistas que cometen actos terroristas desde una robótica posición de frialdad. El “Jesus” de Fernando Guzzoni que baila en un grupo de K-pop, sale con sus amigos, toma drogas, mira clips cutres y practica sexo en lugares públicos buscando emociones fuertes, acaba la noche envuelto en un incidente irreversible y violento. Tres películas en competición oficial que dibujan a la juventud desde una perspectiva distante y fría, acentuando los escalofríos que provocan en los espectadores. ¿Mutaciones perversas o retratos acusatorios?