Koldo LANDALUZE
«Después de la tormenta»

El hombre que no quería ser espectro

A estas alturas de la vida y el cine no creo que resulte ofensivo que cada cual muestre sus preferencias y asuma sin rubor unas predilecciones casi ciegas que impidan un análisis serio de lo que está viendo. Descubierta mi predilección por Hirokazu Koreeda el resto resulta bien sencillo porque, con este maestro japonés, no es necesario firmar una crítica que disfrace las carencias de su nueva película.

También reconozco que hay pocos cineastas que logren desarbolarme con la pasmosa –en apariencia– facilidad con la que lo hace este genio cinematográfico al que tan solo le hace falta plantar su cámara en el momento y lugar adecuado para transmitir un caudal inagotable de emociones. Película a película, Koreeda se ha convertido en el mejor plasmador de sensaciones cotidianas gracias a una incuestionable pericia a la hora de perfilar al detalle las entrañas de unos personajes brillantemente perfilados y que, además de hablar lo justo y necesario –sin pompa ni circunstancia–, están dotados de un toque especial que se traduce en lo que se intuye dentro de ellos. Da la sensación de que Koreeda no maneja una cámara, sino un artefacto demoníaco que capta las emociones más íntimas que tienden a ser ocultadas o silenciadas.

Las vidas cotidianas retratadas por Koreeda han sido plasmadas desde muy diferentes ángulos y en todas ellas hay un elemento diferenciador. Es decir, que cuando el autor de “Nuestra hermana pequeña” dirige su interés hacia los niños, la perspectiva del espectador se coloca a la par del pequeño protagonista, y no me refiero simplemente al objetivo de la cámara. En este nuevo recital de lo que debe ser filmar las interioridades, topamos con lo mejor de un autor que sigue al detalle las vivencias e un hombre que ha tocado fondo, un autor que logró prestigio en el pasado y que en la actualidad malvive ejerciendo de detective. Para colmo de males, lo poco que gana se va en juegos de azar. Para fortuna de este hombre, que podría ingresar en breve en las filas de los espectros errantes que habitan en tantas ciudades, se cruzó en su camino una historia que, hilvanada por Koreeda, le otorgará un nuevo motivo para sonreír y, de paso, para reencontrarse a sí mismo.

En este punto de inflexión, la figura de su pequeño hijo se convierte en la excusa que requiere el protagonista para huir de las sombras, a las que parece abocado y demostrarse a sí mismo y a quienes le rodean de lo que puede ser capaz.

Hay autores que requieren de criaturas fantásticas para dar sentido a un giro imprevisto a lo que están contando, al japonés Koreeda tan solo le hace falta observar lo cotidiano y ampararse en las fuerzas de la naturaleza para topar con ese punto de inflexión que llegará de la mano de un tifón que obliga a los integrantes del clan familiar a compartir el mismo techo y verse las caras.