Raimundo Fitero
DE REOJO

Huevos

El segundo viernes de octubre, desde hace veinte años, se celebra el Día Mundial del Huevo. ¿Tiene la gallina su día? Son efemérides que me provocan serias dudas sobre la validez del sistema métrico decimal. Dudas que se convierten en llagas en mi sensibilidad darwiniana cuando atiendo al bajo nivel de los debates entre las dos personas que se baten por ser los que lleven el maletín nuclear entre sus utensilios de higiene en los viajes. Lo de los huevos, tiene huevos. O güevos. Lo de la bazofia argumental de Trump y Clinton nos colocan ante el espejo donde se dibuja la miseria cultural y política ante la que nos dirigimos.

¿Se imaginan los millones de pollos que se sacrifican diariamente en el mundo? ¿Cuántos millones de gallinas están trabajando a destajo poniendo huevos para poder cumplir con los planes de expansión comercial en carne de pollo y en huevos para que los friamos, los revolvamos o los convirtamos en tortilla, en huevos al plato, rellenos, duros o pasados por agua? Un huevo, uno solo, es el mundo, la vida, la filosofía, el todo y la nada. Un huevo que se queda en huevo. Un huevo que se convierte en pollo. Un huevo que se convierte en gallina. Y volvemos a empezar el ciclo.

He visto los más modernos mataderos de pollos, unas instalaciones que reciben al pollo vivo y lo sacan empaquetado con una producción de doce mil a la hora, sin apenas intervención de ningún manipulador humano. Alguna de esta maquinaria tiene, opcionalmente, un último paso: inyectarle agua para darle más peso. Les cuento más: en Israel están investigando para sacar una variedad de pollos sin plumas. Menos desperdicio. ¿Qué hacen ahora con las plumas y otros despojos? Piensos para las piscifactorías. Me ha salido un artículo de huevos. Muy político y sin resolver el dilema. ¿Qué fue antes el huevo o la gallina?