Isabel MALSANG (AFP)
EN BUSCA DE UN MERCADO JUSTO

CÓMO GANARSE LA VIDA CON EL CACAO O LOS CERDOS «BIO»

DURANTE EL MES DE NOVIEMBRE, FORTIN BLEY HA ENCADENADO UNA SERIE DE CONFERENCIAS EN EL ESTADO FRANCÉS INVITADO POR EL LABEL MAX HAVELAAR-FAIR TRADE. EN ELLAS HA HABLADO SOBRE EL COMERCIO JUSTO Y HA DEFENDIDO A LOS PEQUEñOS PRODUCTORES FRENTE A LAS MULTINACIONALES DEL SECTOR AGROALIMENTARIO.

La Agencia France-Presse (AFP) ha aprovechado la ocasión para organizarle un encuentro con un productor francés con el objetivo de reflexionar sobre la actual crisis agrícola y responder a esta cuestión: «¿Además del comercio justo Sur-Norte, hace falta un comercio Norte-Norte para salvar a los pequeños agricultores?».

Durante la reunión, en la sede de AFP en París, los dos hombres, de 45 y 49 años de edad respectivamente, no dejan de sorprenderse al descubrir que tienen tantos puntos en común: el apego a la tierra y al savoir-faire, la búsqueda de la calidad que les llevó a romper con la tradición en sus respectivos entornos, la adopción de métodos agronómicos o de gestión modernos y respetuosos con el medio ambiente.

Sin el «yo-yo» del mercado

El 80% del cacao que produce la cooperativa Cann, dirigida por Fortin Bley y ubicada a unos cien kilómetros de Abiyán –la capital marfileña–, parte para la exportación con el label Max Havelaar-Fair Trade, que le garantiza un precio mínimo de compra durante varios años y una prima al desarrollo. De esta forma, los propietarios de las pequeñas plantaciones pueden resistir a las bruscas sacudidas del mercado mundial.

Las salchichas y los jamones de Thierry Schweitzer, que se define a sí mismo como un «granjero-charcutero», se venden por todo el este del Hexágono y también los &hTab;adquieren los chefs de la región parisina que buscan la máxima calidad.

«Es evidente que hace falta un sistema de comercio justo aquí, en Francia, con un precio de compra mínimo garantizado para los productores, como en Costa de Marfil», comenta Schweitzer sonriendo a Bley. El ganadero alsaciano no está integrado en ninguna red de comercio justo, pero sí está asociado con otros seis criadores que sacrifican sus propias reses y transforman la carne, al estilo de una cooperativa.

«Cuando me lancé a esta aventura –recuerda Bley–, los viejos agricultores del pueblo me rechazaban porque había decidido abandonar el cultivo de corte y quema [una forma de agricultura migratoria en la que se queman árboles y arbustos para fertilizar la tierra a corto plazo] que destruía el ecosistema. Ahora, en vista de los resultados que he obtenido, me escuchan cada vez más». Además, explica cómo se realiza la recogida y la fermentación de las maracas que contienen las preciosas semillas negras de su cacao “Mercedes”.

«Escuchando a Fortin, me encuentro con cosas por las que yo pasé hace quince años, cuando me instalé en este oficio dejando de lado el sistema de ganadería intensiva de la generación de mi padre. Yo tenía que sentirme orgulloso de lo que hacía, y sacar productos de calidad», rememora Schweitzer. Ahora, entre él y sus socios cada semana transforman unos 200 cerdos en salchichas y jamones.

El granjero alsaciano encontró pronto una salida para dejar atrás la presión ejercida por el “yo-yo” de los precios del ganado porcino. En 2014, la caída de los mercados mundiales golpeó duramente a los ganaderos franceses tradicionales y muchos de ellos ni siquiera llegaban a cubrir los costes de explotación con la venta de sus productos. Thierry Schweitzer logró resistir gracias a los precios fijos negociados por la venta de sus viandas, en torno a 1,90 euros el kilo durante tres años. Por entonces, en el mercado de subastas que marca la referencia para la carne de cerdo en el Estado francés, el precio había caído por debajo de la barrera de 1,40 euros el kilo.

Como contrapartida, subraya que tienen que respetar «una normativa muy estricta, con forraje de paja, sin transgénicos, sin antibióticos, sin jaulas, a los animales no se les corta el rabo ni los dientes...».