T. FERNÁNDEZ
Donostia

EL ACEITE DE PALMA ESTÁ EN TODOS LADOS, TAMBIÉN EN MITAD DE UNA SERIA POLÉMICA

Por nuestros lares era un desconocido hasta hace bien poco pero, junto al aceite de soja, es el más utilizado en el mundo. Aunque no lo veamos embotellado, su presencia en las estanterías de los supermercados es casi inabarcable. Hay que fijarse en el etiquetado.

El aceite de palma se utiliza como ingrediente alimenticio en una larguísima serie de productos, desde las pizzas a la bollería, pasando por las galletas, el chocolate, los helados o las salsas... Como se desprende de ese listado, no solo se utiliza como fritura, puesto que la industria alimentaria descubrió que, además de ser muy barato en origen –los mayores productores son Malasia e Indonesia–, tiene una cualidad que valora mucho: su alto punto de fusión, respecto a otras grasas vegetales, le hace permanecer sólido, o semisólido, a temperatura ambiente, sin que el producto final pierda la untuosidad que desea el consumidor; es decir, que da mayor estabilidad.

El aceite de palma africana (Elaeis guineensis) también se utiliza en la fabricación de champús, jabones y detergentes, en cosméticos, biodiésel... Y su gran demanda en el mundo occidental en las últimas décadas ha ido asociada a la deforestación de grandes áreas boscosas en el Sudeste asiático.

Pero centrándonos en la cuestión gastronómica, este aceite no aporta ninguna ventaja nutricional relevante sobre otras grasas de origen vegetal. En cambio, es muy rico en grasas saturadas, lo cual es más bien una desventaja pese a que, inicialmente, lograra muy buena prensa porque vino a sustituir a las grasas hidrogenadas cuando se demostró que estas sí eran nocivas para la salud.

Repercusión en la salud humana

El debate, actualmente, está centrado en el efecto que puede tener el aceite de palma para la salud humana. Aunque su uso está permitido por las autoridades sanitarias de la UE –de ahí que pueda propagarse por las góndolas de los hipermercados–, también es cierto que ya hay serias advertencias sobre las posibles consecuencias de su abuso.

De entrada, conviene recordar que tanto la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) como la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan evitar el consumo de grasas saturadas y, en este capítulo, este producto “se lleva la palma”, por lo que la advertencia genérica se le puede aplicar específicamente sin ninguna duda.

Pero la alarma que ha levantado la polémica tiene que ver con su presunta relación con el cáncer. Concretamente, un informe de la EFSA estableció que durante el procesamiento de algunos aceites vegetales se producen ciertos compuestos cancerígenos. En el caso del líquido de palma, esto sucede cuando se expone a elevadas temperaturas para hacer desaparecer su tonalidad rojiza y para “suavizar” su sabor y olor.

En este contexto, el Pleno de las Juntas Generales de Gipuzkoa aprobó el pasado miércoles una resolución que insta a la Unión Europea a garantizar un etiquetado claro en los productos que contengan aceite de palma y al Gobierno de Lakua a «divulgar las consecuencias sanitarias, medioambientales y sociales que conlleva» su consumo; además, se anima a los fabricantes guipuzcoanos a prescindir del uso de este aceite.

La promotora de esta resolución, la juntera Mónica Mora, de Podemos-Ahal Dugu, puso el acento en que, hoy en día «resulta complicado diferenciar los productos que contienen este aceite o sus derivados porque puede llegar a encontrarse detrás de unos 200 nombres diferentes». Algunos de esos nombres van vestidos con más camuflaje que otros: grasa vegetal fraccionada e hidrogenada de palmiste, aceite de palmiste, estearina de palma, palmoleina u oleina de palma, manteca de palma...

Por su parte, Ianko Gamboa, juntero del PNV, grupo que aprobó la iniciativa una vez transaccionada, citó el comentado informe de la EFSA y una investigación realizada por el Instituto de Estudios Biomédicos de Barcelona, cuyo informe estudia la relación entre una dieta rica en ácido palmítico y el desarrollo de la metástasis.