GARA, Donostia

Un año de acuerdo UE-Turquía

En marzo de 2016, y tras un año en el que un millón largo de refugiados que huían de las guerras de Oriente Medio llegó a Europa por la ruta de los Balcanes, la UE y Turquía firmaban un acuerdo por el que este país se comprometía a cortar el flujo con vigilancia de las costas y restauración de la exigencia de visados. A cambio, recibiría ayuda financiera y la UE se comprometía a acelerar el fin de la exigencia de visados a los ciudadanos turcos y a acelerar las negociaciones de adhesión. El acuerdo, denunciado como el «Pacto de la Vergüenza» por las asociaciones de defensa de los derechos humanos y, por tanto, de los refugiados, ha tenido unos resultados innegables en cifras que se adjuntan en este mapamundi. Pero sus consecuencias humanas y su aplicación ha resultado un desastre. Y no solo porque Turquía, con 3,5 millones de refugiados en su suelo, no puede garantizar su bienestar (no es que sea un país no seguro, es un país desbordado), sino que la cicatería de muchos países europeos y la utilización de los refugiados como elemento de chantaje por parte de Ankara amenazan con postergar el problema. Se da por hecho que el acuerdo persistirá hasta las elecciones que afronta en setiembre su mentora, Angela Merkel. ¿Y después?

 

La insolidaridad europea va, como siempre, por barrios (o por Estados)

Forzada por un sentimiento de urgencia, la UE –léase Alemania– forzó el acuerdo con Turquía para frenar el flujo de refugiados. El problema es que la UE, mejor dicho los países europeos, no han articulado la segunda pata del proyecto: el recibimiento de refugiados desde Turquía. En este caso, y como se percibe en el grado de cumplimiento del plan de reubicación de refugiados que aprobó la Comisión Europea en setiembre de 2015, un plan nada ambicioso que debería estar completo para setiembre de este año; la insolidaridad va por barrios. No es lo mismo el incumplimiento de Alemania, que en 2015 asumió un millón de refugiados, o el de la poco poblada Suecia (200.000), que la insolidaridad total del este europeo, sin olvidar la de España y Francia.

 

Erdogan utiliza el acuerdo como chantaje

Tal y como ha quedado patente en la reciente crisis por la prohibición de mítines pro-Erdogan en el centro de Europa, en medio de la cual un ministro turco amenazaba con dejar pasar a 15.000 refugiados al día, Ankara utiliza el acuerdo migratorio como arma para presionar a la UE y a sus aliados. Pero tampoco es que el Gobierno turco esté satisfecho con su grado de cumplimiento. Además de haber recibido solo 777 de los 3.000 millones de euros prometidos a un país que tiene 3,5 millones de refugiados –de ellos casi 2 sirios–, la UE congeló en mayo de 2016 la promesa de levantar la necesidad de visado a los ciudadanos turcos mientras Ankara no modifique su cruel política «antiterrorista».

 

El foco de atención se ha trasladado a las costas libias

Frente a lo que pueda parecer, la cifra de refugiados y migrantes que tratan de llegar a Europa desde las costas libias no creció significativamente en 2016 (pasó de 150.000 en 2015 a 180.000 ). Y tampoco ha habido un trasvase significativo de una ruta a otra. Los que utilizan la ruta hacia Italia son mayoritariamente subsaharianos, frente a los árabes (y afganos e iraníes), mayoritarios en la ruta de los Balcanes. El drama es que la ruta libia, y qué no decir de la que está saliendo de Egipto, es mucho más larga y, por tanto, peligrosa. Y cada vez más transitada (en lo que va de año 21.000 llegadas).

 

La UE evalúa firmar un pacto similar con una Libia sin gobierno y en guerra civil

La UE está barajando la idea de impulsar un acuerdo similar al de Turquía pero con la Libia postGadafi, un país con tres gobiernos, mil milicias, presencia del Estado Islámico y un presente de enfrentamientos armados cruzados en todos sus territorios y ciudades. Este diario ha denunciado recientemente que la UE podría estar financiando a guardias costeras que en realidad son traficantes de refugiados. Si Turquía no es un país seguro, Libia se queda sin calificativos. Será por eso que la UE está negociando ayudas a cambio de control de migrantes a países más al sur, como Níger.

Dabid LAZKANOITURBURU

 

Todo acuerdo tiene su corolario

Podremos repetir mil veces que el pacto que ha frenado el flujo de refugiados por la Ruta de los Balcanes es el «acuerdo de la vergüenza» porque Turquía no es un país seguro pero el hecho es que este país acoge ya a 3,5 millones de refugiados «inseguros».

Sin embargo, la vergüenza de este acuerdo reside principalmente en que la UE, mejor dicho, la mayoría de sus países miembros, se niegan a asumir su responsabilidad y solidarizarse con millones de seres humanos que sufren guerras, persecución y/o falta de futuro.

Soy de los que opinan que la llegada de refugiados e inmigrantes debe ser un proceso ordenado que evite dramas como los naufragios en el Mediterráneo y el tráfico con los sueños humanos. Sin olvidar la necesaria adaptación y consenso social en los países de acogida. Es algo, además, que siempre se ha hecho, aquí y en Honolulu.

Y es inevitable que para ello haya que asumir estaciones de tránsito tan poco recomendables como la Turquía de Erdogan. Un refugiado no elige su su país vecino.

La cuestión estriba en que los firmantes de este acuerdo se han olvidado de su corolario. En el caso de Europa, la de reabrir sus fronteras a la llegada de refugiados. En el de Erdogan, velar por la situación de estos últimos, y no utilizarlos como «cabezas de turco» en su guerra particular con el resto del mundo.