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LUCca

Tillerson llega a Rusia exigiéndole que elija entre EEUU o Al-Assad

EEUU y sus aliados en el G7 aumentaron la presión sobre Rusia para que se aleje del presidente sirio, Bashar al-Assad. El secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, prologó su visita a Moscú exigiendo al Kremlin que elija entre colaborar con EEUU o apoyar a Damasco. A la vez Washington insinuaba la colaboración de Rusia en el supuesto ataque químico y amenazaba con más intervenciones en Siria. Moscú rechazó las presiones y apeló a la cooperación.

Unas horas antes de llegar a Moscú en una visita que tiene lugar en un momento de alta tensión entre Rusia y Estados Unidos, el secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, exigió a Moscú que elija entre apoyar a Washington o dar su respaldo al régimen del presidente sirio Bashar al-Assad.

«¿Es esta una alianza a largo plazo que sirve a los intereses de Rusia o preferiría unirse a EEUU, junto con otros países occidentales y de Medio Oriente para resolver la crisis en Siria?», preguntó Tillerson, que adelantó la presión sobre Rusia tras participar en la reunión de ministros de Exteriores del G7 (Italia, Alemania, Estado francés, Gran Bretaña, EEUU, Japón y Canadá) en la ciudad italiana de Lucca.

Siria fue uno de los temas principales en la mesa del G7, que dio su total respaldo al secretario de Estado ante su visita a Moscú y consideró que el futuro del país árabe debe escribirse sin el presidente Bashar al-Assad. El ministro alemán Sigmar Gabriel manifestó que el G7 desea «una solución política» y que «Rusia respalde el proceso político para una resolución pacífica del conflicto sirio».

Los ministros, que no lograron ponerse de acuerdo sobre nuevas sanciones a Damasco y Moscú, mantuvieron una reunión con diplomáticos de Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Jordania y Qatar, la mayor parte hostiles al Gobierno sirio y apoyos de los grupos insurgentes.

Después de ese encuentro, Tillerson defendió la necesidad de que los sirios puedan determinar su futuro político. Pero si una frase similar hace unos días fue seguida de una declaración señalando que no había alternativa a Al-Assad, ayer dijo que «nuestra esperanza es que Bashar al-Asad no forme parte de este futuro».

Una declaración que sigue al giro del presidente estadounidense, Donald Trump, quien aseguró que su opinión hacia Siria y hacia su presidente había cambiado después de que el presunto ataque químico atribuido al régimen dejara 87 muertos en una localidad rebelde del noroeste de Siria.

El giro se concretó en represalia, y buques estadounidenses lanzaron el viernes 59 misiles de crucero Tomahawk contra una base militar siria.

Desde entonces Washington ha incrementado la presión sobre el Kremlin. Además, en conversación telefónica, Trump también trató con la primera ministra británica, Theresa May, la forma de presionar a Rusia para que deje de apoyar a Al-Assad.

Por su parte, Moscú dejó claro que no va a ceder a las presiones anunciadas por Washington y «no va a renunciar a sus legítimos intereses».

El Ministerio ruso de Exteriores reiteró que pedirá a Tillerson explicaciones sobre el ataque de EEUU a una base área siria, además de insistir en una investigación imparcial del uso de armas químicas en el país árabe.

Pero empleó un tono más conciliador al asegurar que espera evitar un enfrentamiento, y se comprometió a cooperar con Washington de forma «constructiva», subrayando que los intereses de ambos países coinciden en varios ámbitos.

Las relaciones entre Rusia y EEUU viven su momento más complicado desde el final de la Guerra Fría, en opinión del Ministerio ruso, que culpó de ello a «la anterior administración de EEUU», la de Barack Obama, por haber hecho «todo lo posible para empeorar las relaciones» bilaterales, por lo que confía en que el encuentro con Tillerson sirva para mejorarlas.

Ucrania, Libia, Yemen y Corea del Norte estarán también en su agenda.

Putin advierte sobre ataques

Con todo, el presidente ruso, Vladimir Putin, advirtió contra futuras «provocaciones» con armas químicas que, a su juicio, se estarían preparando en Siria con el objetivo de involucrar al régimen de Bashar al-Assad.

Putin señaló que estas acciones se preparan «en otras regiones de Siria, incluyendo en las afueras de Damasco, donde están de nuevo planeando lanzar algún tipo de substancia y acusar a las autoridades oficiales sirias de haberla utilizado».

El Ministerio de Defensa ruso explicó que grupos rebeldes estarían preparando el uso de sustancias tóxicas en Jan Sheijun, en Ghuta Oriental y en la zona oeste de Alepo, con el objetivo de incitar a EEUU para que lance bombardeos como el perpetrado el pasado viernes.

Putin afirmó que este bombardeo estadounidense le recuerda a los preludios de la invasión lanzada por Washington en Irak en el año 2003.

Mientras, el Pentágono dijo contar con «pruebas claras» del ataque químico de Jan Sheijun y que investigará la posible complicidad de Rusia en el mismo.

El lunes, Washington advirtió nuevamente al Gobierno sirio de que no procediera a nuevos ataques con armas químicas y el secretario de Defensa estadounidense, Jim Mattis, afirmó que «EEUU no permanecerá pasivo». El Pentágono asegura haber destruido el 20% de la aviación de Al-Assad en su bombardeo de la semana pasada y agregó que «probablemente almacenaba armas químicas».

Spicer recurre a Hitler

El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, llegó a asegurar que «alguien tan despreciable como Hitler ni siquiera se rebajó a usar armas químicas». Al ser preguntado de nuevo matizó, entre titubeos, que «no lo utilizaba sobre su propio pueblo de la misma forma en que hace Al-Assad», obviando la utilización contra los judíos en los campos de concentración. Spicer negó incluso que en la época hubiera gas sarín, utilizado por primera vez por los nazis en 1938. La declaración provocó un aluvión de críticas.

Spicer amplió la amenaza de nuevos ataques de represalia también si se verifica el uso de bombas de barril (grandes cilindros llenos de explosivos y metralla). Ayer mismo el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos denunció que aviones del Ejército sirio lanzaron estos barriles bomba contra zonas bajo control rebelde en la provincia de Hama, mientras una fuente militar siria negó la información del Observatorio y que el Ejército los utilicen.

Por otro lado, estallaron combates entre efectivos gubernamentales sirios y facciones rebeldes y yihadistas en el extrarradio de la ciudad de Alepo, así como en Hama. En la ciudad meridional de Deraa murieron al menos 16 efectivos gubernamentales, entre ellos tres oficiales.

Por otro lado, EEUU, Francia y Reino Unido presentaron al Consejo de Seguridad de la ONU un proyecto de resolución «revisado» sobre el ataque químico, después de que su texto original fuese rechazado por Rusia.

Aumenta la tensión entre Washington y Pyongyang

En un mensaje hacia Pekín, el presidente de EEUU, Donald Trump, advirtió de que está dispuesto a «resolver el problema» de Corea del Norte de forma unilateral, en medio de demostraciones de poder entre Washington y Pyongyang. «Corea del Norte busca problemas. Si China decide ayudar, eso sería genial. Si no, ¡resolveremos el problema sin ellos!», escribió en Twitter. Además, vinculó el aviso con las negociaciones comerciales: «¡Expliqué al presidente de China que un acuerdo comercial con EEUU será mucho mejor para ellos si resuelven el problema norcoreano!». Washington ha enviado hacia la península de Corea a un grupo aeronaval que incluye el portaaviones USS Carl Vinson, en una muestra de fuerza que llevó a Pyongyang a afirmar que está «dispuesto a reaccionar ante cualquier tipo de guerra que desee EEUU». «Esto demuestra que los movimientos insensatos de EEUU por invadir la República Popular Democrática de Corea han alcanzado una fase seria», según el Ministerio de Exteriores norcoreano.GARA

Trump intenta calmar disensiones internas

Desde la llegada la poder de Donald Trump hace once semanas, el conflicto entre su yerno Jared Kushner y su consejero estratégico, Stephen Bannon, y entre los campos de la derecha estadounidense no ha cesado de crecer en una batalla que amenaza la «coherencia» del mandato de un presidente ya impredecible. En la Casa Blanca, sus colaboradores se dividen entre direcciones divergentes, agotados por los rumores, las filtraciones, las «reorganizaciones» y los primeros ceses. Las luchas intestinas que ocultaba un enemigo común, Hillary Clinton, han resurgido. Por un lado, la facción del islamófobo Bannon, exdirector del portal Breitbart.com, que ha dirigido la campaña de Trump hasta su victoria. Promovido a consejero estratégico, se enorgullecía de haber sido el arquitecto del primer gobierno. Incluso formaba parte del Consejo de Seguridad Nacional, pero su reciente exclusión de este órgano ha debilitado su posición. Representa la ultraderecha más extrema y está en el origen del decreto antiinmigración suspendido por los tribunales, la hostilidad hacia la prensa y el anuncio de la «deconstrucción del Estado administrativo». Por otro lado, Kushner fue nombrado asistente del presidente y parece manejar los temas diplomáticos. En su grupo se incluiría el exbanquero de Goldman Sachs Gary Cohn, consejero económico. Las matizaciones a las promesas proteccionistas serían producto de su influencia. Para los partidarios de Bannon, los «kusherianos» son casi una especie de «demócratas» que han invadido el Gobierno e impiden a Trump concretar sus promesas más populistas. Los ecos de la pugna se reflejan cada semana en la prensa. Trump ha intentado poner orden y la pasada semana reunió a Bannon y Kushner, pero su rivalidad se agudiza fuera del Gobierno. Breitbart fustiga a Kushner por sus supuestos conflictos de intereses y por su escaso currículum diplomático. Los proBannon le acusan de filtrar informaciones. Ni el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, niega la batalla, aunque la explica como una forma del presidente de «obtener puntos de vista diferentes», como hace en sus empresas en una especie de «ley del más fuerte». GARA