Raimundo Fitero
DE REOJO

Ascensor

Tengo un familiar muy cercano que nació en un ascensor en un centro médico. Es un lugar como otro cualquiera para dar el primer berrido. Probablemente mejor que en un taxi o en una parada de autobús o el excusado de una taberna. Nacer, tal vez morir. Pero en estos días de colapso emocional barcelonés, de juego de chapas de policías, de muchas mentiras y atestados cursados por vía rutinaria, se nos ha colado en nuestro cotidiano rádar de noticias que nos puedan afectar, la muerte de una parturienta, una mujer que acababa de tener su tercer hijo por cesárea, en un ascensor. Arrancó con la puerta abierta, con la camilla a mitad de entrar o salir y  la decapitó.

Solamente he visto llorar al padre de la víctima de manera desconsolada, preguntándose cómo podía ser esa barbaridad. Y esa pregunta debe ser común, pública, coreada, ¿cómo es posible que un ascensor de un hospital pueda tener una seguridad tan precaria? Porque aseguran que pasó revisión hace pocos días, que todo estaba en orden. ¿Existió una revisión adecuada, fue una chapuza, es una falta ordinaria de mantenimiento, una negligencia personal o estructural? Por cierto, en pocos meses, en diferentes puntos, han existido accidentes mortales en ascensores. Habrá que prestar bastante más atención.

Un ascensor de un edifico de inquilinos es algo que debe tener su protocolo de seguridad, pero es privado, para entendernos, pero en un hospital y además en un ascensor donde cabe una camilla, es algo muy especial que debe estar operativo de manera eficaz y con toda la seguridad. Juana Rivas iba a parecer en un juzgado por el ascensor del aparcamiento, pero la detuvieron para llevarla frente al juez. Está en la calle, con sus hijos, en libertad provisional. Sigue este proceso judicial tan cargado de incomprensiones que parecen injusticias.