EDITORIALA
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Fronteras: límites en continua transformación

El viernes pasado se celebraron elecciones locales en Rojava, Kurdistán sirio. Esta semana se ha llevado a cabo un referéndum de autodeterminación en Kurdistán sur en el que la opción mayoritaria ha sido la independencia. Hace un par de meses el presidente serbio, Aleskandar Vucic, en un artículo de opinión, reconocía por primera vez su disposición a resolver el conflicto que mantiene con Kosovo por medio del diálogo. En su escrito defendía que debía intentar una solución permanente para que futuras generaciones no hereden un enfrentamiento enquistado. De seguir por ese camino es posible que Serbia termine reconociendo antes a Kosovo que el propio Estado español. Y Catalunya el domingo quiere votar para decidir su futuro.

Las fronteras continúan moviéndose. De hecho, nunca han dejado de cambiar. Bien es cierto que tras la Segunda Guerra Mundial y con el nacimiento de la ONU los cambios de divisoria entre las grandes potencias se atemperaron, pero dentro de esas fronteras surgieron multitud de estados fruto del proceso de descolonización. Otro hito se produjo en Europa tras la firma de la Carta de París que ponía fin a la Guerra Fría. Alemania se unificó y otros países como Checoslovaquia, Yugoslavia o la URSS se dividieron. Cambiaron los bordes pero no las grandes líneas existentes. Parecía que la globalización disolvería las fronteras internas de la UE; sin embargo, los refugiados y la amenaza yihadista han vuelto a restaurarlas. Paradójicamente, la unificación alemana que estaba en el comienzo de la anterior ola de reconfiguración de fronteras ha demostrado en las elecciones del pasado domingo que el cambio de lindes no significa necesariamente su eliminación.

Los cambios en las fronteras estatales se suceden en todo el mundo. Hasta ahora las modificaciones en Europa se han gestado en la periferia. Tal vez el referéndum catalán se convierta en el hito que inicie la reconfiguración de las fronteras, esta vez, también en Europa Occidental.