EDITORIALA

Un pueblo magnífico que se ha ganado ser un Estado

La ciudadanía catalana se comportó ayer de manera ejemplar e inspiradora, y seguramente desde que George Orwell escribiera su «Homage to Catalonia» nunca este país había tenido un reconocimiento mundial tan general y compartido. El final de la historia, no obstante, será radicalmente distinto al de 1939. Catalunya se ganó ayer su libertad a través de un ejercicio de democracia espléndido. Ganó su independencia en las urnas, con más de 2,2 millones de votos no requisados, y en la calle, con personas de toda ideología y condición en defensa de la libertad y la democracia. Mostró al mundo la clase de Estado que puede ser: una potencia democrática, una república de personas libres.

Ayer, en los barrios y pueblos de Catalunya, la población mantuvo la serenidad y la dignidad mientras eran vejados y apaleados por miles de policías españoles y guardias civiles. Los querían humillar y tuvieron que replegarse, eso sí, dejando un reguero de al menos 844 personas heridas.

El Estado español se mostró todo lo miserable que puede ser: cruel, cobarde, indecente, totalitario y necio. No entienden a Catalunya, no saben en qué época viven, no entienden el mundo. No quieren entender, en toda su historia no lo han necesitado. O eso creen, lo cual les empuja, entre otras cosas, al ridículo. Ayer no lograron ninguno de sus objetivos militares, renunciaron a todas sus opciones políticas y, además, perdieron la razón por completo.

No es este Gobierno, es el Estado español

El proceso catalán abre un nuevo escenario no solo para su país, para Europa y para el Estado, también para Euskal Herria. No hay opción de democratizar el Estado español y lo de ayer es la demostración más clara de esta sentencia en las últimas cuatro décadas.

Pero tener razón no es suficiente. Solo articulando las mayorías sociales que ya existen y proyectándolas a futuro, en torno a un proyecto político inclusivo y apasionante que represente sus ambiciones como pueblo y sus capacidades como sociedad, que facilite alianzas y liderazgos compartidos, solo así Euskal Herria será capaz de seguir la senda catalana hacia la independencia. Por el momento, ha despertado un espíritu de solidaridad que ayer se compartió en las calles de Catalunya y en las de Euskal Herria en un día verdaderamente histórico.