EDITORIALA
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Dogmatismo letal en Estados Unidos

Un jubilado se encerró el lunes en la habitación de un hotel de Las Vegas y desde allí disparó con armas automáticas contra los asistentes a un concierto matando a 59 personas e hiriendo a más de 500. Por el número de fallecidos provocado, las estadísticas colocan este episodio de violencia en el primer lugar de una larga lista de sucesos de índole similar. Pero lo peor es que no será el último, y pronto quizás ni siquiera el más mortífero.

Una de las razones para vaticinarlo es que las armas de guerra evolucionan constantemente, aumentando su eficiencia, con lo que se convierten en instrumentos cada vez más letales. Sin embargo, en Estados Unidos el control sobre la posesión y el uso de armas no se perfecciona en la misma medida en que la industria armamentística introduce innovaciones en los nuevos artefactos. Es más, sucesos de naturaleza trágica como este tiroteo normalmente suelen provocar reacciones en la que se apremia a tomar medidas –tantas veces demagógicas e incluso contraproducentes con los objetivos perseguidos–, pero nada de eso se escucha allí. En Estados Unidos, los defensores de la Segunda Enmienda llaman a mantener el luto y a evitar el debate político en estas situaciones. Ese también ha sido el mensaje por el que ha optado el presidente, Donald Trump, alineado con la poderosa Asociación Nacional del Rifle. De esta forma los defensores de la libertad de adquirir y portar armas presentan como una especie de fatalismo irremediable que puedan ocurrir este tipo de tiroteos. Esta actitud muestra que para ellos estos sucesos son el precio a pagar por vivir conforme a unas convicciones que en realidad están ancladas en otro tiempo.

Mantener una norma invariable porque la escribiera un antepasado –o un profeta– no puede ser guía de actuación en un mundo en continuo cambio al que las sociedades modernas tienen que adaptarse. Solamente es una muestra de un mismo tipo de dogmatismo letal.