Kike Fernández de Pinedo, Eva López de Arroyabe y Ieltxu Orueta
EH Bildu Araba
GAURKOA

Un despropósito llamado embalse de Barron

Son 182 millones de euros para un pantano de 53 hectáreas en Valles Alaveses. Ese es el proyecto que la Diputación Foral de Araba publicó hace dos años en el Boletín Oficial del Territorio Histórico de Araba. Lo hizo de la mano de ACUAES, una sociedad pública investigada por la corrupción y con nocturnidad y alevosía, esto es, en pleno mes de agosto y con un plazo tan sólo de 15 días para presentar alegaciones. Todo fue, por tanto, muy «participativo y transparente» desde el inicio. Se enmarcaba en el proyecto de mejora y modernización del regadío para Valles Alaveses con un presupuesto que asusta.

La inicial sorpresa se convirtió pronto en preocupación y enfado. Tras varias asambleas se constituyó la plataforma contra el embalse, se quería información y poder participar, no solo sobre el embalse o el regadío, sino también sobre el futuro social y económico de la comarca. La petición la trasladamos a un pleno de Juntas Generales pero el Gobierno Foral, con el apoyo del PP, dijo que no hacían falta ni procesos de participación, ni estudiar alternativas. Meses más tarde la negociación presupuestaria nos dio la oportunidad a EH Bildu y Podemos de conseguir poner en marcha ese proceso participativo, un informe técnico alternativo por parte de la Fundación Nueva Cultura del Agua y unas Jornadas de debate. Tanto en estas últimas como en los exitosos talleres de Valdegobía se ha repetido que en vez de imponer se debe escuchar, contrastar y consensuar, y más cuando hablamos de infraestructuras que afectan a su territorio y tienen un fuerte impacto socioeconómico y medioambiental.

Pero además del déficit en la gobernanza, en las dos jornadas organizadas sobre esta cuestión, los informes realizados por expertos universitarios demuestran que el proyecto es un auténtico despropósito que deja en muy mal lugar al tándem Diputación-ACUAES. Los graves errores y carencias además de invalidar el proyecto, causan vergüenza ajena. No existe el preceptivo informe de viabilidad económica, no se contempla la recuperación de gastos (algo a lo que obliga la Directiva Marco del Agua europea), los costes por hectárea-regadío calculados son irreales y serían muy superiores a las previstas, no se tiene en cuenta los efectos del cambio climático que ya están reduciendo los caudales de nuestros ríos, los cálculos de necesidades de riego están sobredimensionados, importantes afecciones medioambientales en el Tumecillo y otros ríos no se tienen en cuenta, y tampoco el gasto justifica el objetivo marcado de fijar población por los pocos empleos nuevos que se generarían. En definitiva, los estudios concluyen que el gasto es excesivo para un proyecto sobredimensionado y plantean otras alternativas como balsas laterales además de reducir y redimensionar el proyecto.

En las jornadas también se reflexionó sobre la necesidad de impulsar otro modelo agrícola y agroalimentario como alternativa al modelo industrial e intensivo imperante. Es fundamental aclarar el modelo que queremos para luego tomar medidas y no al revés. No se puede ofrecer regadío sin límites como si el agua fuera un bien ilimitado y gratis. El debate no es por tanto regadío sí o no. Desde EH Bildu decimos sí a un uso lógico de la tierra y del regadío. Y también desde la plataforma han dejado claro que su postura no es anti regadíos. La cuestión es cómo y para qué. Recogemos en este sentido las palabras de Pedro Arrojo de la Fundación Nueva Cultura del Agua: «hay que apoyar el medio rural. Pero la mitificación del regadío lleva a pensar en ello como única opción de desarrollo rural. Eso sí que es erróneo, sin prejuzgar el proyecto. Hay que mirar el beneficio que produce y hasta qué punto compensan los costes. En este caso de secano fresco y teniendo a la ciudad de Vitoria cerca, yo creo que la clave está en desarrollar calidad alimentaria y mercados de cercanía como valor añadido que hace rentable la agricultura».

También se habló de territorio, Iñaki Antigüedad alertó que este no se define en las Directrices de Ordenación del Territorio (DOT), y que se sigue sin considerar el suelo y la tierra como un recurso. Abogó por un desarrollo rural desde lo rural y contando con todos los agentes del territorio. Hubo más argumentos y reflexiones críticas. Suficientes para reafirmar que estamos cansados de que nos impongan infraestructuras sobredimensionadas, que estamos aburridos que desde arriba nos transformen el territorio con TAVs, incineradoras o embalses; que no entendemos la cerrazón a estudiar y debatir otras alternativas a los proyectos cuestionados; que estamos hartos de escuchar palabras como sostenibilidad o gobernanza democrática y luego se nos impida participar, opinar y codecidir.

Ahora estamos a tiempo, son demasiadas dudas y demasiados despropósitos en torno a un proyecto que necesita ser repensado y modificado. Pero no solo está en juego un embalse. Este movimiento y proceso participativo ha dejado claro que es fundamental que todas y todos unamos fuerzas y trabajemos para revitalizar nuestros valles; para defender la tierra y a los agricultores que la trabajan; para defender nuestros montes, ríos y paisajes; y en definitiva para que nuestros pueblos, cada vez más vacíos y envejecidos, sean pueblos vivos y con futuro.